MAGAZÍN D'INVESTGACIÓ PERIODÍSTICA (iniciat el 1960 com AUCA satírica.. per M.Capdevila a classe de F.E.N.)
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El PaÃs 7 may. 2017
POR DAVID ABULAFIA
David Abulafia es profesor de Cambridge. Acaba de publicar ‘La guerra de los doscientos años. Aragón, Anjou y la lucha por el Mediterráneo’ (Pasado y Presente). Traducción de M. L. RodrÃguez Tapia
La rivalidad, pero también las alianzas, entre una España e una Italia (nota del Ed.: que no existÃan como tales) explican la historia de Europa en los siglos XIV y XV. La polÃtica, la cultura, el comercio y la religión entretejieron la relación entre los dos paÃses (nota del Ed.: que empezaron a existir como tales, el 1º en 1714 y el 2º en 1861)
Sicilia estaba habitada por griegos, musulmanes y judÃos cuando la conquistaron los aventureros normandos y establecieron su reino
En el siglo XV, el futuro comercial de Barcelona empezó a ser incierto, pero Valencia se convirtió en un puerto cada vez más importante
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A pesar de estar separadas por el amplio espacio del Mediterráneo occidental, Italia y España (nota del Ed.: que no existÃan como tales, los dos paÃses empezaron a existir como tales, el 1º en 1714 y el 2º en 1861) han mantenido siempre una de las relaciones más estrechas de la historia de Europa. Y ello no es solo consecuencia de que España fuera dueña, en distintos momentos, de Sicilia, Cerdeña, el sur de Italia y Milán. La relación ha adoptado muchas formas, polÃticas, culturales y económicas. Ya en el siglo XII, los barcos de Génova y Pisa participaron en las guerras cristianas contra los musulmanes de Al Andalus frente a las costas mediterráneas españolas. En los siglos XIV y XV, los mercaderes catalanes de Barcelona, Valencia, Perpiñán y otras ciudades visitaban con frecuencia Palermo y Nápoles. Pedro IV de Aragón, fallecido en 1387, escribió sobre los estrechos lazos y reconoció que, sin los cereales de Sicilia y Cerdeña, Mallorca no habrÃa podido alimentarse (porque la mitad de la población vivÃa en la capital y la isla no producÃa alimentos suficientes), ni Barcelona, que también llevaba mucho tiempo viviendo del cereal italiano, habrÃa podido prosperar.
Estas dos tierras, además, tenÃan en común varios rasgos culturales importantes. Sicilia estaba habitada por griegos, musulmanes y judÃos cuando la conquistaron los aventureros normandos que, con el tiempo, en 1130, establecieron el reino medieval de Sicilia y el sur de Italia. España también acogió distintas confesiones; si bien no habÃa miembros de la Iglesia griega, el judaÃsmo se practicó legalmente hasta 1492 y el islam, en algunas zonas, hasta 1525, y ambas religiones sobrevivieron de forma clandestina durante un tiempo después de esas fechas. Tanto el reino de Sicilia como los reinos de Castilla y Aragón fueron lugares en los que se transmitieron los textos árabes del mundo islámico a la Europa cristiana, y en todos ellos sirvieron de intermediarios frecuentes los judÃos, que seguÃan empleando la lengua árabe. JudÃos, cristianos y musulmanes intervinieron, alrededor de 1300, en la propagación de los movimientos mÃsticos al Mediterráneo occidental: es posible que el mÃstico mallorquÃn Ramón Llull conociera al cabalista judÃo Abraham Abulafia, de Zaragoza, que viajó a Sicilia y Malta después de no haber logrado convencer al Papa de que él era el MesÃas prometido.
Mientras Llull y Abulafia predicaban a sus seguidores, el Mediterráneo occidental sufrÃa las convulsiones de la famosa guerra de las VÃsperas Sicilianas, tras la revuelta popular que se produjo en la isla en 1282 contra el poder dictatorial del prÃncipe francés Carlos I de Anjou, al que un Papa amigo habÃa situado en el trono de Sicilia. La sensación de que era un periodo sombrÃo y que el fin del mundo podÃa no estar lejos puede palparse en los textos de algunos mÃsticos, pero también influyó en los gobernantes, en especial en Fernando II de Aragón y en su esposa, Isabel, para quienes la conversión de los judÃos españoles y la expulsión de los que no se convirtieran iba a ser la señal, profetizada mucho tiempo atrás, de que se acercaba el dÃa del juicio final.
Del mismo modo, su apasionado deseo de encabezar una cruzada en Oriente y recuperar la Constantinopla otomana y Jerusalén —que, irónicamente, cayó en manos de los turcos otomanos el mismo año que falleció Fernando— estaba unido al sentimiento de que los reyes de Aragón estaban designados por Dios para desempeñar su propio papel mesiánico y sus hazañas serÃan el anuncio de la segunda venida de Cristo. Eso mismo les empujó a apoyar a un italiano excéntrico que estaba seguro de que, navegando hacia el oeste, era posible acceder a las riquezas de China, unas riquezas que (como Colón sabÃa bien) podrÃan utilizarse para sufragar la cruzada que nunca llegó a emprenderse.
El elemento dominante en esos turbulentos siglos entre 1282 y el reinado de los Reyes Católicos fue la lucha por dominar el Mediterráneo occidental. Los principales protagonistas fueron los reyes de Aragón, que eran también condes de Barcelona y condes de Valencia, y la casa de Anjou, miembros de la dinastÃa real francesa y descendientes de aquel Carlos I al que los rebeldes sicilianos habÃan expulsado en 1282. Pero Sicilia no fue el único foco de conflicto. Los aragoneses y los angevinos pelearon por quién debÃa heredar la Provenza; los aragoneses se molestaron por la injerencia de los angevinos en Túnez, donde los mercaderes catalanes tenÃan una gran presencia y obtenÃan fondos muy necesarios para la Corona. No hubo casi ningún rincón del Mediterráneo en el que no se enzarzaran en alguna disputa.
Aun asÃ, estas dos dinastÃas trataron constantemente de poner fin a sus diferencias mediante alianzas matrimoniales. Sin embargo, los matrimonios no sirvieron de mucho. Más bien, reforzaron los argumentos de cada parte para reivindicar diversos territorios, hasta culminar en la conquista del sur de Italia, el reino de Nápoles, por parte de una de las mayores figuras de la historia de España, Alfonso el Magnánimo, en 1442; ya era dueño de Sicilia, Cerdeña, las islas Baleares, Valencia, Cataluña y Aragón, e intentó por todos los medios emprender varias guerras contra los turcos en Albania. Soñaba con conquistar el Imperio Otomano, y sus ambiciones están reflejadas en la maravillosa novela valenciana Tirant lo Blanc, cuyo protagonista es, en muchos aspectos, una versión ficticia de Alfonso.
Todo esto ocurrió coincidiendo con el extraordinario desarrollo del comercio catalán por todo el Mediterráneo e incluso en el Atlántico. En el siglo XV, el futuro comercial de Barcelona empezó a ser más incierto, pero Valencia se convirtió en un puerto cada vez más importante. Los mercaderes catalanes, que unieron España e Italia mediante sus rutas comerciales, también son otros héroes de esta historia.
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...con las raÃces judÃas de Cataluña podrÃa empezar a hablar de Cataluña en lugar de España
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