12-10-2014  (10715 lectures) Categoria: Cuba

Emigración catalana en Cuba

Emigración catalana en Cuba: La era de los catalanes

Si la enorme cantidad de apellidos catalanes en las familias cubanas no fuera suficiente, bastaría con revisar las marcas de habanos como Partagás, ron como el Bacardi o caminar por ciudades de occidente donde su huella en la cultura cubana se precia de imperecedera.

Aunque con estadísticas muy por debajo de otras regiones españolas, desde 1492 llegaron algunos conquistadores, marineros y soldados que se asentaron en La Habana, Matanzas y Pinar del Río, principalmente. El más célebre de los hijos de Cataluña que se empinó entre sus coterráneos ibéricos fue Miguel Ballester, quien instaló el primer trapiche de caña de azúcar en Cuba, sentando las bases de esa industria en la isla.

A mediados del siglo XVIII se dictaron los Reales Decretos que liberaron el comercio entre los puertos de Indias y la Madre Patria, y los negociantes catalanes fueron los que más se beneficiaron con el trasiego del oro dulce antillano. A partir de entonces y en diversas actividades económicas y sociales, fueron muchos los que aportaron a la forja de una nación y a su desarrollo posterior.

Algunos expertos aseguran, por su parte, que el regionalismo exacerbado de Cataluña tomó un impulso decisivo con la independencia de Cuba, pues eran ellos los que mantenían un sólido monopolio que no querían perder: comercio en ambos sentidos, industria textil, azúcar y sus derivados.

Pioneros de la industria tabacalera

El impacto de los catalanes en la industria tabacalera cubana ha sido tal, que algunos nombres se mantienen hoy como símbolos de calidad y productividad. A partir de 1780 aparecen Bernardino Rencurrel con la primera fábrica de cigarros y Juan Conill y Pí, con el primer almacén de tabaco en rama de La Habana Vieja.

Después sobresalieron Miguel Jané y Gener, propietario de la fábrica «La Majagua», una de las marcas más antiguas, y su sobrino José Gener y Batet, quien llegó a tener una de las más grandes fortunas de España.

Igualmente descollaron Andreu Brú Punyet, y los socios propietarios de la tabaquería y cigarrería «El Fígaro», Julián Rivas y José Castillo y Suárez. Prudencio Rabel y Pubil fue otro que se hizo famoso con las marcas de puros «La Hidalguía», «El Fénix» y «La Honradez», hasta que se hizo dueño de segunda mano de la hasta hoy estrella mundial de los habanos, «Romeo y Julieta», creada por asturianos.

Con toda intención, hemos dejado para el final de este inventario al señor Jaime Partagás y Rabell, dueño de la Real Fábrica de Tabacos Partagás fundada en 1845, de donde saldría más adelante una líder indiscutible de calidad en el mercado mundial de los puros, «La Flor de Tabacos Partagás». La fábrica, a pesar de ser objeto de varias reparaciones imprescindibles, se puede visitar en la calle Industria número 520, entre Dragones y Barcelona, La Habana Vieja.

Huellas visibles

Precisamente Rencurrel y Conill fueron miembros fundadores de la Asociación de Beneficencia de Naturales de Cataluña, la única de su tipo durante muchos años y que sirvió como modelo para futuras instituciones de mutuo socorro en Cuba y Latinoamérica. Tiene su sede en la habanera calle Consulado número 68, entre Refugio y Genios, y sistemáticamente realizan actividades con sus asociados para fortalecer las relaciones entre Cuba y esa región autónoma.

En la calle Reina número 301, entre Campanario y Lealtad, podemos encontrar el edificio modernista catalán, uno de los más representativos del art nouveau en Cuba, donde radicó la empresa de cigarros “Cetro de Oro” y ahora es una casa vecinal. También tenemos al Cine Teatro Payret aún en funcionamiento en la calle Prado, esquina a San José, inaugurado en 1877 por los catalanes Joaquín Payret y Fidel Luna, su arquitecto.

Otras de las reliquias arquitectónicas catalanas es la farmacia «La Reunión», ubicada en Teniente Rey número 41 de La Habana Vieja, y la Ermita de Monserrate en el kilómetro 8 y medio de la avenida Rancho Boyeros. Allí, rumbo al aeropuerto, está desde 1921 la conocida «Ermita de los Catalanes».

En el Cementerio de Colón, por su parte, descansan en paz los restos de muchos originarios de Cataluña y sus descendientes. Muy bien identificado está el Panteón de la Sociedad de Beneficencia, la tumba de José Gener y Batet y la de Amelia Goyri de Adot, «La Milagrosa», el sitio más visitado del camposanto por atribuírsele facultades divinas.

Otros catalanes célebres

Varios catalanes ilustres ostentaron títulos nobiliarios de la realeza, como el Marqués de Santa Rita, José Baró Blanxart; el Marqués de Comillas, Antonio López y López, y el Conde de Güell, Juan Güell y Ferrer, con una participación muy destacada principalmente en la economía.

Por otra parte, aparecen los nombres de Narciso Gelats Durall, uno de los fundadores del importante banco habanero Gelats; Juan Pedro Baró, magnate azucarero, el periodista Carlos Martí, quien fuera por mucho tiempo el secretario general del Centro Dependientes de La Habana, el artista Agustín Querol y Subirats, autor del magnífico Monumento a los Bomberos inaugurado en 1897 en el Cementerio de Colón, y Francisco Marty y Torrens, poderoso comerciante de esclavos que fue dueño del majestuoso «Teatro Tacón», después Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, sede del Ballet Nacional de Cuba.

Gran influencia catalana en Cuba

Tanta fue su influencia a mediados del XIX en los territorios de ultramar, que algunos historiadores se aventuran a afirmar que las colonias, entre ellas Cuba, eran económicamente más catalanas que españolas. Para lograrlo se apoyaron en su emigración, sus habilidades negociadoras, sus puertos y su moderna marina mercante.




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