28-09-2018  (2462 ) Categoria: Carta

Llibre copiador - Colom -Text

DOC 1______________________________________

Carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos anunciando el descubrimiento del Nuevo Mundo.
4 de marzo de 1493.


Christianísimos e muy altos e muy poderosos príncipes:

Aquel eterno Dios que a dado tantas victorias a V. Al., agora les dio la mas alta que hasta oy a dado a príncipes. Yo bengo de las Yndias con la armada que V. Al. Me dieron, adonde yo pasé en treinta y tres días después que yo partí de vuestros reinos; e los catorze d'estos treinta y tres fueron calmerías en que anduve muy poco camino. Hallé gente sin número y muy muchas islas, de las cuales tomé posesión en nombre de V. Al., com pregón real e vandera real de V. Al. estendida; y no fue contradicho.

A la primera puse nombre la isla de Sant Salvador a memoria de su Alta Magestad; a la segunda, de Santa María de Conçibiçión; a la tercera, Fernandina; a la cuarta, la Ysavela; a la quinta, la Juana, y a las otras ansí nombre nuevo. Después que yo llegué a la Juana, seguí la costa d'ella al poniente y la hallé tan grande, que yo pensé que no sería isla salvo tierra firme y que sería al provinçia del Catayo, ni podría aver d'ello notiçias, porque en todo cavo donde yo llegava huía la gente y no podía aver habla.

Y porque no podía haber fallado poblaçón notable, creía que, andando por costa, no podría herrar de hallar alguna villa o gran çiudad, así como cuentan aquellos que an estado por tierra en la dicha provinçia. Y después que seguí mucho esta tierra, hallé que yo dexava el poniente y me llevava al setrentión, y hallé el viento que de allá venía, con el cual no quise porfiar fasta que pasase y viniese otro, porque ya era el invierno encarnado, y no tenía el propósito sino de huir d'él al austro. Y así tomé la buelta atrás en este medio. Ya entendía algo de la fabla y señas de unos indios que yo avía tomado en la isla de Sant Salvador, y entendía que todavía hera ésta isla.

Y asín vine en un muy buen puerto, del cual enbié dos hombre la tierra adentro tres jornadas, con uno de los mismos indios que yo traía, el cual avía tomado amistad conmigo, porque viesen y supiesen si avía çiudades o grandes poblazones, y qué tierra era y qué avía en ella. Hallaron mucha poblazones y gentes sin número, mas no cosa de gran regimento, y ansí se bolvieron. Yo partí y tomé, en el dicho puerto, çiertos indios, porque tanbién yo pudiese d'ellos entender o comprehender de las dichas tierras. Y así seguí la costa de la mar d'esta isla al oriente çiento y siete leguas, hasta donde hazía fin.

Y antes que yo d'ella partiese, yo vide otra isla al oriente, distante d'esta diez y ocho leguas, a la cual luego llamé la Española. Y me fue luego a ella y seguí su costa de la parte del setrentrión, así como de la Juana, siempre recta lignea al oriente çiento y ochenta y ocho leguas bien grandes. Y surgí en muy muchos puertos, en los cuales y en todos los otros de las otras islas puse una grandísima cruz en el lugar más idóneo, y obe en muchos lugares lenguas.

Abasta que yo andove ansí fasta diez y seis días de henero, que yo determiné de bolver a V. Al., así por aver ya fallado lo más de lo que yo deseava, como porque ya no tenía salvo una caravela, que la nao que yo llevé avía dexado con la gente en la villa de la Navidad de V. Al., fortaleçiéndose en ella, como después diré; y la otra caravela uno de Palos, a quien yo avía dado cargo d'ella esperando buen serviçio, se me avía ido con ella, con pensamiento de tomar mucho oro de una isla de la cual avía dado nuevos un indio, que con él yo (¿?) después hazer lo que vien viniese.

La mar es la más dulçe para navegar que ay en el mundo y con menos peligros para nao y navío de toda suerte, mas para descubrir las caravelas pequeñas son mejores, porque andando junto con tierra y con ríos a menester, para descubrir mucho, que demanden poco fondo y se ayuden de remos. Ni ay jamás tormenta, que beo en todo cavo adonde e estado la yerva y los árboles hasta dentro de la mar.

Alliende de las sobredichas islas e hallado otras en las Yndias, de que no curo de dezir en la presente carta. Las cuales con estas otras son en tanta fertilidad que, aunque yo lo supiese dezir, no hera maravilla ponerse dubda en la crehençia. Los aires temperatísimos, los árboles y frutos y yervas son en estrema fermosura y muy diversos de los nuestros. Los ríos son tantos y tan estremos en bondad de los de las partidas de christianos, qu'es maravilla. Todas esta islas son populatísimas de la mejor gente sin mal ni engaño que aya debaxo del çielo. Todos, ansí mugeres como hombres, andan desnudos como sus madres los parió, aunque lagunas mugeres traen alguna cosita de algodón o una forja de yerva, con que se cobijan.

No tienen fierro ni armas, salvo unas çimas de cañas en que ponen al cavo un palillo delgado agudo; todo lo que labran es con piedras. Y no e podido entender que alguno tenga bienes propios, porque algunos días que yo estuve con este Rey en la villa de la Navidad vía que todo el pueblo, y en especial la mugeres, le traían los 'agis', qu'es su vianda que comen, y él los mandava destribuir: muy singular mantenimiento...

En ninguna parte d'estas islas e conocido en la gente d'ellas seta ni idolatría ni mucha diversidad en lengua de unos a otros, salvo que todos se entienden. Conoçí que conoçen que en el çielo están todas las fuerças, y generalmente, en cuantas tierras yo aya andado, creyeron y creen que yo con estos navíos y gente venía del cielo, y con este acatamiento me reçebían. Y oy en el día están en el mesmo propósito, ni se an quitado d'ello, por mucha conversación que ayan tenido con ellos; y luego, en llegando a cualquier poblazón, los hombre y mugeres y niños andan dando bozes por las casas: 'Benid, benid la gente del çielo'.

Cuanto tienen y tenían davan por cualquier cosa que por ello se le diese, hasta tomar un pedazo de bidrio o de escudilla rota o cosa semejante, quiera fuese oro quier fuese otra cosa de cualquier valor. Por los cavos de las agujetas de cuero ovo un marinero más de dos castellanos y medio. Y d'estas cosas ay diez mill de contar.

Estas islas son todas muy llanas y tierra muy baja, salvo la Juana y la Española: estas dos son tierras muy altas, y en ellas ay sierras y montañas altísimas sin comparaçión de la isla de Tenerife. Son las montañas todas de mill hechuras y todas fermosísimas y fertilísimas y andables y llenas de árboles; pareçen que llegan al çielo.

E la una y la otra d'estas dichas islas son muy grandes que, como dicho tengo, yo andove por la línea recta çiento y siete leguas por la Juana, y me quedavan dos provincias por andar de la parte de nurueste, en que, según pude comprehender d'estos indios, que de longura no puede aver menos de çincuenta a sesenta leguas, ansí que (¿?) por argumento es muy mayor que Ynglaterra y Escoçia juntas. Esta otra Española es mayor en çerco que toda la España, la que, como dixe arriba, anduve por la lígnea recta de poniente a oriente çiento y ochenta y ocho grandes leguas que en ella ay en aquella cuadra. La Juana es de muchos ríos, y en ella ay grandes montañas y grandísimos valles y vega y campos, y toda llena de árboles y palmas grandísimas y de mill maneras a maravilla.

La Española en todo tiene ventaja: los árboles no son tan altos ni de la mesma calidad, salvo muy frutíferos y espaçiosos; y deleitables tierras para todas cosas y para sembrar y plantar y criança de ganados, de que en ninguna isla e visto de ningún espeçie. Tiene esta isla los aires a maravilla templados, y las vegas y campiñas a maravilla y sin comparaçión de las de Castilla, y eso mismo los ríos an grandes y buenas aguas, y los más traen oro. Los puertos de la mar son tantos y tam buenos que no lo creerán salvo por vista.

En éstas ni en otras islas no me e detenido por muchos respectos, como ya ençima dixe, en espeçial porque açiertó de ser inbierno cuando yo corría estas costas, la cuales no davan lugar para que yo pudiese ir al austro, porque estava en la parte del setentrión d'ellas y los vientos siempre fueron casi este tiempo levantes, que eran contrarios a seguir mi navegaçión; después yo no entendía aquella gente ni ellos a mí, salvo cuanto el alvedrío enseñava, bien qu'ellos llevavan pena y yo mucho más, porque yo deseava aver buena informaçión de todo. Y el descanso que yo para esto tomé fue los indios que yo tenía, qu'ellos deprendían nuestra lengua y nos la suya, y después al tanto del otro viaje se sabrá, así que no avía razón de me detener a perder tiempo en ningún puerto en cuanto yo tuviese lugar de navegar. Y también, como dicho tengo, estos navíos que yo traía heran muy grandes y pesados para semejante fecho, y en especial la nao que yo traía, de que vien temeroso estava yo antes que de Castilla partiese.

Bien quisiera llevar pequeñas caravelas, mas como era este el primer viaje y la gente que llevava era temerosa de hallar la mar brava y dubdosos del viaje, y avía ya avido tantas contrariedades y se atrevía quienquiera a contradezir este camino y poner en ello mill peligros, sin alguna razón que a ello pudiesen dar, me hizieron negar mi voluntad y hazer todo lo que aquéllos que conmigo avían de ir querían, y por fazer una vez el biaje y hallar la tierra.

Mas Nuestro Señor, qu'es lumbre y fuerça de todos aquellos que andan a buen fin y les da victorias de cosas que pareçen inposibles, quiso hordenar que yo hallase y oviese de hallar oro y minas d'él y espeçería y gente sin número, unos dispuestos para ser christianos y otros para que los christianos (¿?) a ellos, y me dió lugar con maravilla besible adonde yo hiziera la fuerça, la cual agora está o debe estar acavada del todo, y hordené que baxase en ella, en posesión de la villa de la Navidad, la gente que yo tenía en la nao y algunos de las caravelas, probeídos de mantenimientos para más de un año y muy mucha artillería y muy sin peligro de nadie, antes con mucha amistad del Rey de aí, el cual se preçiava de me llamar y tener por hemano; el cual todo amostrava de aver en la mayor dicha del mundo, como dixe, y así el Rey como los otros, de manera que la gente que allá dexé es para sojudgar toda la isla sin peligro.

Esta isla es el lugar, como dicho tengo, aseñalado por amnos de Nuestro Señor; por donde espero que Su Magestad a de dar a V. A. Tanto oro como abrán menester; espeçería, de una pimienta, cuantas naos V. Al. mandare cargar, y almátiga cuanta mandare cargar, de la cual no se halla hasta oy salvo en la isla d'Exío en Grecia y la venden el Señorío como quieren, que creo que saquen más de cuarenta y çinco mill ducados d'ella cada año; y la lináloe cuanto mandaren cargar, y algodón cuanto mandaren cargar, y esclavos tantos que no ay número, y serán de los idólatras; y creo aver hallado ruibarvo y canela.

Esto todo hallé agora que fue así de corrida, mas espero en Dios que a la buelta abrá hallado la gente que yo allá dexé otras mill cosas de gran sustançia, porque así les dexé encargado, y les dexé barca y aparejos para ello y para fazer barcas y fustas y maestros de todas artes de la mar. Y sobre todo, tengo por de V. A. Las sobredichas islas todas, y que puede disponer d'ellas así como puede y más cumplidamente de los reinos de Castilla, y en especial d'esta Española.

Concluyo aquí que, mediante la graçia divinal de Aquél qu'es comienço de todas cosas virtuosas y buenas y que da favor y victoria a todos aquellos que van en su camino, que de oy en siete años yo podré pagar a V. Al. çinco mill de cavallo y çincuenta mill de pie en la guerra e conquista de Jherusalem, sobre el cual propósito se tomó esta empresa; y dende a çinco años otros çinco mill de cavallo y cincuenta mill de pie, que serían diez mill de cavallo y çient mill de pie, y esto con muy poca costa que faga agora V. A. En este comienço, para que se tengan todas las Yndias y lo que en ellas ay en la mano, como despué diré por palabra a V. A. Y para esto tengo razón y no hablo inçierto, y no se debe dormir en ello, como se a fecho en la esecuçión d'esta enpresa, de que Dios perdone a quien a sido causa d'ello.

Muy poderosos prinçipes, de toda la christiandad debe hazer muy grandísismas fiestas y en espeçial la Yglesia de Dios, por aver fallado tanta multidumbre de pueblos tan allegados, para que con poco trabajo se tornen a nuestra sancta fee, y de tantas tierras llenas de tantos bienes a nos muy neçesarios, en que abrán todos los christianos refrigerio y ganançia, donde todo estava incógnito ni se conatava d'ello salvo en manera de fábula. Grandes alegrías y fiestas en las iglesias y muchas alabanças a la Sancta Trinidad debe en especial mandar hazer V. Al. en todos sus reinos y señoríos por el gran amor que les a amostrado, más que a otro prínçipe.

Agora, serenísimos príncipes, acuerde V. Al. que yo dexé muger e hijos y vine de mi tierra a les servir, adonde gasté lo que yo tenía y gasté siete años de tiempo y recibí mill oprovios con disfama y çofrí muchas neçesidades, y no quise entender con otros prínçipes que me rogaron, puesto que V. Al. aya dado recaudo a este viaje, que a sido más por inportunidad mía que no por otra cosa, y que no solamente se me a hecho merced, mas aún no se a cumplido lo que se me avía prometido. Yo no demando merçed a V. Al. para athesorar, porque yo no tengo condiçión salvo de servir a Dios y a V. Al. y traer este negocio de las Yndias a perfectión, como el tiempo dará d'ello testimonio; y por tanto les suplico que la honra me sea dada según el serviçio.

Tanbién la Iglesia de Dios deve de entender en esto: a probeer de perlados y devotos y savios religiosos; y porque la cosa es tan grande y de tal calidad qu'es razón que provea el Sancto Padre de perlados que sean muy fuera de cubdiçia de bienes temporales, y muy propios al serviçio de Dios y de V. Al., y por tanto a ella suplico que, en la carta que escriva d'esta victoria, que le demanden un cardenalgo para mi hijo y que, puesto que no sea en hedad idónea, se le dé, que de poca diferençia ay en el tiempo d'él y del hijo del Ofiçio de Médizis de Florençia, a quien se dio el capelo sin que aya servido ni tenga propósito de tanta honra de la christiandad; y que me faga merçed de la carta d'esto, porque yo lo embié a procurar.

Otrosí, serenísimos prínçipes, porqu'el pecado del desagradeçimiento fue el primero punido, yo conozco que, por yo no tenerlo, será todo tiempo de procurar con V. Al. este negoçio, que sin dubda que, si no fuera Villacorta, el cual a todo tiempo que era menester requería y travajava, porque yo ya estava aborrido del todo y todos ya cansados los que avían entendido y entendían en ello. Por tanto, suplico a V. Al. que me hagan merçed de le hazer contador mayor de la Yndias, que yo quedo por fiador que lo hará él bien.

Por ende es razón que V. Al. sepan que la primera isla de las Yndias más llegadas d'España es toda poblada de mugeres sin ningún hombre, y su trato no es feminil, salvo usar armas y otros exerçiçios de hombre. Traen arcos y flechas y se adornan de lásminas de alambre, del cual metal tienen en muy grande cantidad. A esta isla llaman 'Mateninó'.

A la segunda llaman 'Caribo' (¿?), leguas d'ésta distante. Aquí están aquellos pueblos, de qu'están todos los restantes de las otras islas de Yndias temerosos. Éstos comen carne umana. Son grandes frecheros. Tienen muchas canoas, casi tan grandes como fustas de remo, con las cuales corren todas la Yndias, y son tan temidos que a uno no an par ni ciento.

Ellos andan desnudos como los otros, salvo que traen los cavellos muy cumplidos, como mugeres. Creo que la cobardía tan grande de los pueblos de las otras islas, qu'es sin remedio, hagan dezir qu'éstos de Caribe sean osados, mas yo los tengo en la estima de los otros; y cuando V. Al. mandare que yo les enbíe esclavos, espero yo de los traer o enbiar d'éstos la mayor parte.

Éstos son aquéllos que tratan con las mugeres de Mateninó; las cuales, si paren hembra, tiénenla consigo y, si muchacho, críanle hasta que pueda comer por sí y después enbíanlo a Caribo: Entremedia d'estas islas de Caribo y de la Española está otra isla que llaman 'Boriquén', y todo es en poca distançia de la otra parte de la isla Juana, a qu'ellos llaman 'Cuba'.

En la parte más oçidental, en una de las dos probinçias que yo dexé de andar, la cual se llama 'Faba', naçen todos con cola. Detrás d'esta isla Juana, a una vista, ay otra, que me asiguravan estos indios que otra ay mayor qu'ella, a que llaman 'Jamaica', adonde toda la gente d'ella son sin cabellos; en ésta ay oro sin medida.

E agora traigo indios conmigo que an estado en las unas y en las otras y saven la lengua y las costumbres. No más, salvo que la Santísima Trinidad guarde y prospere el real estado de V. Al. a Su santo serviçio. Fecha en la mar de España a cuatro días de março de mill y cuatroçientos y noventa y tres años en la mar.


Fuente:

http://www.cervantesvirtual.com/historia/colon/doc10.shtml

DOC 2_______________________________

El segundo viaje a las Indias. Fragmento de la carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos.
1494


Christianísimos e muy altos y poderosos prínçipes, rey e reina, nuestros señores:

La vitoria que Nuestro Señor dio a V. Al. tan señalada de las Yndias en tan breve tiempo amostrava qu'el subçeder uviese de ser muy próspero y a causa de cosa de maravilla en el mundo. Yo partí de Cádiz miércoles a veinte e cinco de septiembre con la armada y gente que Vra. Al. me mandaron dar que yo llevase a las Indias; y llevé maestros de todas maneras de ofiçios que en fabricar çiudad y villa menester heran, con todos sus estrumentos; y llevé los cavallos, yeguas y mulas y todas las otra vestias, y simoentes de trigo y çevada y todos los árboles y de suerte de frutas, todo esto en muy grande abundançia. Llegué a las islas de Canaria de V. Al. el martes siguientes antes del sol salido, de donde partí después de aver forneçido los navíos y caravelas de bastimentos. Y dexelas de vista lunes, siete de otubre, para benir a esta isla Ysabela, adonde yo avía dexado la gente el año pasado, y primero benir a la isla de los caníbales, porque yo tenía qu'estavan más al oriente y poco distante de mi camino. A los cuales yo llegué por la merçed de Nuestro Señor en veinte días, con viento y tiempo que fasta oy truxe tal, que en viaje ni se aya oído ni visto de mar tan llano, de viento tan quieto y dulçe y de templança de cielo tan suave.

Llegué domingo, tres de noviembre, antes del sol levantado a una isla de altísima montaña, a la cual llamé Dominica a conmemoraçión del mismo día. La longura d'ella hera del setrentrión en austro, la cual toda corrí buscando puerto por el mar. Y por grande zerrazón de çielo que se engendrava, y porque no le hallé en tiempo idóneo, tomé la buelta sobre toda la armada , que benía muy derramada, y la recogí toda en un cuerpo. Y después enbié una caravela, que se halló más aparejada de todas, que fuese del cabo qu'es de la parte del norte y, si ubiese puerto, que me hiziese señal que le avía dicho. Y así partió y no halló el puerto y no dio la seña, y yo estava con pena por el mal tiempo que se amostrava. Restreñí las naos y navíos conmigo y cargué las belas al camino de otra isla, qu'estava d'esta Dominica distante diez leguas, a la cual llegué a buen tiempo del día. Y desçindí en tierra con mucha jente con una vandera real y, en el lugar más idóneso, con pendón y alta voz, e escrivanos e testigos, nuevamente torné a tomar posesión d'ella y de todas las otras y de tierra firme en nombre de V. Al., replicando los autos de la mesma posesión del año pasado, de la cual nuevamente no obstante nuevamente tomava, llamado si alguien lo contradeçía, y nombré esta isla la Galana; ella es muy llana y llena de árboles odoríferos. El siguiente día levanté las áncoras muy temprano y di la vela para otra isla, que me demorava al norte nueve leguas, en donde yo llegué en breve espaçio del día.

Era esta isla altísima, que figura de punta de diamante, atán alta qu'es maravilla, y en el colmo d'ella salía una grandísima fuente que derramava el agua de todo cavo de la montaña; y de la parte de donde yo estava, benía alliende de otros ramos uno tan grande que por la áspera caída y alta amostrava la grandura de un tonel, y todo blanco y encreíble a nuestra vista que fuese ello agua, salvo que fuese una bena de peña blanca, sobre lo cual se apostaron muchas apuestas entre la gente.

Yo sería entonzes cuatro legua grandes lexos de la tierra, por lo cual creo qu'esta agua sea en estrema cantidad, y por la vista de muy muchos ríos que después se hallaron y en muy pocas leguas, que, por una gente nuestra que se perdieron en el monte, los otros que los fueron a buscar en espaçio de seis leguas pasaron veinte y seis ríos, que cada uno el agua les llegava más alta que a la çinta. Luego que yo llegé a esta isla, la llamé Santa María de Guadalupe, que ansí me lo avía encomendado el padre prior y los frailes cuando de allí partí. Y al tiempo que llegué a tierra pensé que no faltarían puertos , mas mudó el viento y se levantó gran niebla con mucha lluvia, e yo llegué a tierra muy junto para surgir y no hallé fondo, y ansí me anduve gran espaçio del día y con mucho viento y mar grande.

Gran plazer era ver las verduras y los buenos asientos de las casas y las muchas aguas de la fuente de la montaña junto con la mar. Anduve ansí corriendo por costa d'esta isla sin poder fallar puerto ni fondo para sorgir, fasta que yo llegué a la parte del norte, adonde hera la mayor parte del pueblo, y fue mucho en tierra y surgí con toda la armada. Y procuré de aver lengua, y supe que todas estas islas no heran de caníbales y pobladas d'esta gente que a la otra come, como berá e sabrá V. Al. de los mesmos que agora en estos navíos le enbío. Las poblaçiones d'estas islas no eran muchas y repartidas en diversas partes a las faldas de la isla. Las casas heran muy buenas y llenas de mantenimientos e muchos.

De los hombres pocos se tomaron y pocos fueron vistos; los cuales todos fuyeron por el monte, y por la gran espesura de los árboles no se pudo tornar a prender d'ellos más que de las mugeres, las cuales tanbién enbío a V. Al., con otras muchas hermosuras que ellos allí tenían. Las cuales me deçían que las avían traído de otras islas, que, a mi ver, teníanlas en servitud y por concubinas; tanbién me deçían por palabra y seña cómo les avían comido los maridos, y a otras los hijos y hermanos, y les fazían qu'ellas mesmas d'ellos comiesen. Tanbién hallé algunos moços que asimesmo se avían traído y a todos cortados su miembro; pensava yo que sería por çelos de las mugeres, mas acostúmbranlo porque engorden, como fazen en Castilla a los capones para comer en fiesta; de las mugeres jamás matan. Todo sabrán d'ellos mesmos que, como digo , les enbío.

Hallé en sus casas çestos y arcos grandes de güesos de hombres y cabezas colgadas en casa cassa. Aquí hallé un gran pedazo de codaste de una nao de España, creo que sería de la que antaño aquí en la Navidad dexé. Aquí se falló pez e miel y çerca de mill maneras frutas muy buenas y grandes y de gran sabor, muchos arcos y muchas frechas, y en la montaña muchos árboles odoríferos, según renunçiaron los sobredichos que fueron buscar los otros que se avían perdido. No les quemé las casas, porque nos aprobechen cuando por allí pasáremos, pues están en camino para Castilla.

Las canoas d'ellos son muy grandes y más largas que fustas y de mejor hechura qu'estas otras d'esta gente más oçidental, y todas se las quebré , pequeñas y grandes, y ansí en todos los otros lugares, y ansí tenía en boluntad de fazer en cada isla y tenía gran deseo de las correr todas. Mas el deseo de socorro d'esta gente, que aquí avía dexado, no me daba lugar a otra cosa ni requerir ni reposo al ánima. Aquí en esta isla, lexos de donde yo estava ancleado, avía una poblaçión adonde avía desçendido una barca de una caravela, y los vecinos todos se avían fuido, y por la priesa dexaron un niño de hedad de un año, el cual estuvo solo seis días en esta casa.

Y porque cada día se acaesçió llegar a su casa y poblaçón y hallava siempre a su niño con un manojo de ferchas, y benía hasta un río que allí junto estava y bevía del agua, y después se bolvía a la posada, y siempre alegre y con fiesta, mandé que le truxeren a Dios y a ventura y le mandé dar una muger que de Castilla acá benía; agora está aquí muy bueno, y fabla y entiende toda nuesta lengua qu'es maravilla. Enbiárale agora a V. Al., mas e miedo que, por ser tan niño, que no se muera; enbiarlo e cuando mandaren. D'esta isla vine a la otra de Santa María de Monserrate, que era a la distançia de çinco leguas; tierra es muy alta y conforme a Moserrate.

Y d'esta vine de una en otra corriendo a mi camino, poniéndoles a cada una nombre; y porque açinde a gran número, a todas juntamente las nombré de Todos los Santos, hasta que yo llegué a una isla bien luenga, adonde çorgí para aver lengua. Y echada la barca armada en tierra, por fuera vino una canoa con tres hombres y dos mugeres, todos d'esta generaçión que comen carne umana. Salió el batel a le prender, y ellos se pusieron en defensa y pelearon muy fuertemente, y fueron feridos tres personas de los nuestros con frechas. Truxéronlos presos a la nao o de la fuerça que una muger d'estas fazía con un arco no es de olvidar, que dizen que a una adarga pasó con una frecha en claro. Allá los enbío todos a V. Al., así ella como los otros, salvo uno que fue muerto.

Esta muger y otro de los mismos hombres dizen que allí ay islas en que ay oro atanto qu'es maravilla, y esto no lo pueden aver consultado porque luego la muger enbié en otro navío, y fasta oy no ha visto el uno al otro, y se conçierta lo que dizen; y por esto lo creo y por estos indios que yo tengo, como diré después a su tiempo. Partí d'esta isla al setentrión doze leguas, adonde fallé grandísimo número de islas todas juntas, de la cuales anote cincuenta e cuatro de que pude aver conoçimiento; d'ellas son grandes, mas las pequeñas son mayor número. Todas son tratábiles y de gran fondo y distançia entremedias, ni son pequeñas a comparaçión de las Canarias.

D'ellas son verdes y llenas de árboles y pobladas, mas no la mayor parte, que pareçían estériles, mas no de metales; ni son llanas, salvo montuosas y de altas tierras. Llamé a la mayor de Santa Úrsula y a las otras de la Honze mill Vírgenes. Uno d'estos caníbales que se tomó en una canoa en la sobredicha isla vezina, agora que veen que oro es de lo que nos preçiamos, dizen por lengua y por señas que en esta ay oro infinitísimo y que le lleven a ella preso y le maten si no es verdad, y que también hay mucho cobre. Yo me acuerdo qu'el año pasado un indio viejo, aquí en esta isla Ysavela, me dixo que en esta parte de los caníbales avía una isla pequeña y que los tres cuartos eran oro, y agora conforma, porque yo beo la tierra para ello dispuesta.

Todas estas islas que agora se an fallado enbío por pintura con las otras del año pasado, y todo en una cata que yo compuse bien que con harto trabajo, por las grandes mis ocupaçiones del asiento que acá se faze de la villa y el despachado del armada porque se buelva; en el cual negoçio el ayuda que yo esperava de alguna persona que dezían allá que deseavan tanto el servicio de V. Al., allende de la razón que les obligava, acá les pesa. Con él, bien fecho, verá V. Al. la tierra d'España y África, y enfrente d'ellas todas la islas halladas y descubiertas este viaje y el otro.

Las rayas que ban en largo amuestran la istançia de oriente a oçidente; las otras qu'están de través amuestran la istançia de setentrión an ahustro. Los espaçios de cada raya significan un grado, que e contado çincuenta y seis millas y dos terçios, que responden, d'estas nuestras leguas de la mar, catorze leguas e un sesto; y ansí pude contar de oçidente a oriente como de setentrión an ahustro el dicho número de leguas, y contar con el cuento de Tolomeo, que aporçionó los grados de la longuitud con los del equinoçial, diziendo que tanto responde cuatro grados equinoçiales, como çinco por paralelo de Rodas los treinta y seis grados, ansí que cada grado qu'está en esta dicha carta responde catorze leguas y un sesto ansí de setentrión en ahustro como de oriente en oçidente; e por aquí podrán ver la distançia del camino qu'es de España al comienço o fin de las Yndias, y verán en cuál distançia las unas tierras de las otras responden; berán en la dicha carta una raya, que pasa de setentrión en austro, qu'es vermeja y pasa por çima de la isla Ysavela sobr'el Fin d'España, allende del cual están las tierras decubiertas el otro viaje y las otras de agora, de acá de la raya se entiende. Y espero en Nuestro Señor que cada año mucho abremos de acreçentar an la pintura porque se descubrirá continuamente.

En esta isla de Guadalupe e casi en todas la otras, en espeçial en esta Ysavela, e fallado (?) y en los árboles canela, y se podría aver grandísima cantidad salvo que es amarga en el gusto, que creo que proçede por la sazón y adovo del tiempo, sana e probechosa mucho a las personas; almástigo e ençienso, y cera y miel y muchas resinas y áloe e sándalo y spoliofelio, gengibre finísimo; del axí, a qui deçimos pimienta, del que truxe el otro viaje a V. Al., aquí ay y abrá cuanto V. Al. mandare, que les siembran y naçen en huertas, como otras mill cosas de que sería para lo contar muy prolixo, y cada día se halla cosa nueva; algodón, ya lo dixe el año pasado por mi carta, la cual en todo y por todo afirmo lo en ella contenido.

De abundançia de todo esto yo no yerro; verdad es que nadie no sepa por ayuntar cosa alguna y tanpoco del oro, de que conozco que ay más que no dezía ni escreví por mi carta. Esto proçede de que la gente todas d'estas tierra andan desnudos, sin tener propios bienes ni hazer concebto salvo de su vitualla; de todo lo otro tienen en poco, ni cogen salvo para su reparo.

Creo yo que, si empeçasen a recibir algo, que ellos por preçio travajarían, porque son enbidiosos ultra manera, y por esto se pornían a apañar cualquier cosa qu'ellos supiesen que les baldría presçio; mas yo no sé la lengua para los poner en el arte, ni les demando lo que yo querría, y después beo que no es bien por agora que conozcan que nos deseamos cosa alguna y en espeçial oro, porque, aunque de lo que tienen por poco preçio, de conoçimiento son para mudar el propósito y lo vender caro, si asus manos de dexase; y por esto se acoxerá por V. Al. en todas la minas, que son muchas, como después diré a su tiempo.

Torno a mi porpósito de mi camino y digo que, junto con la isala de Santa Húrsula y la Honze mill Vírgenes, fallé otra isla de la cuan no vi salvo la parte d'ella del norte con aquél de poniente, mas según mi albedrío mayor que Seçilia y de mayores tierras y más fermosa y ansí de la mesma fechura, a la cual dixe el nombre de Sant Juan Baptista.

Poblada es de gente que come carne umana, enemigo de los caníbales y de todas las otras islas. Tienen muy buenos puertos y mucho agua y grandes ríos. Altas son las tierras, y baías linpias, y de montañas y árboles muy grandes, y todas muy labradas y sembradas de sus 'axis', qu'es singularísimo mantenimiento. Aquí vi yo muy buenas casa y adornamientos en el camino, de algunas d'ellas de redes y de cañas de una parte y de otra del camino, que salían de las casas fasta la mar al luengo; y allí adonde fazían fin, en la playa, tenían un entretexido cadafalso como açutes sobr'el camino, casi en manera de puerta y de tan perfecto lavor, que en Valençia sería bien açebto.

Y en esta y en todas las otras islas y en especial aquí en la Ysavela e visto muchos falcones neblíes y de toda suerte, mas los de Guadalupe fueron tenidos por los mejores, porque en aquélla no ay lugar de adonde se çeven, no por defecto de aves de toda manera, de que ay gran cantidad, salvo porque es espesísima de árboles; y los alcones cada mañana los beíamos ir a otra isla y después bolver en la tarde.

Aquí, en la Ysavela, se hallan algunos çevándose en palomas torcaçes y en garças y en otras aves, de las cuales y de todas maneras ay grandísima cantidad; y en el señal d'ellas se amuestra que son muy boladas, porque huyen mucho de las personas. Procuraré, tanto que yo tengo en buen subçeso y término estos otros negoçios de V. Al. que más relieban a su serviçio, de aver d'estos falcones para le enbiar. Y creo que, aviendo persona que sea maestro de prenderlos, los que pudiere aver cuantos oviere menester para su serviçio, y podrá enviar a otros prínçipes.

Dexo esta isla de Sant Juan y torno a tomar el comienço de la Ysavela, después de aver dexado algunas otras y no indinas de memoria. Y no fue mi comienço agora adonde fue el fin el año pasado, cuando d'ellas yo partí para Castilla, adonde yo llamé Fin d'España, mas hallé acá, al oriente, una gran provinçia que es de tierra muy baja y llana y que d'este cavo de Fin d'España corre al sueste, la cual no vi al tiempo de mi partida, porque yo llevé el camino del este a la cuarta del nordeste y partí de noche, de manera que la tierra me quedava a la mano derecha, y por ser baja y al rodeo del sueste no ove d'ella vista, así que agora la reconocí toda del comienço hasta el cavo del Angel ay buen tiempo, adonde los indios llaman Samaná, adonde agora no quise anclear por la priesa que traía y el buen tiempo que me ayudava. Solamente anbié una caravela que pusiese allí en tierra uno de los cuatro indios que allí avía tomado el año pasado, el cual no se avía muerto como los otros de viruelas a la partida de Cádiz, y otros de Guanafaní o Sant Salvador.

Este se fue a la tierra muy alegre, diziendo qu'el bien hera muy fuerte porque era christiano y que tenía a Dios en sí y rezando el Ave Maria y Salve Regina y diçiendo que, luego qu'él estuviese tres días en su casa, qu'él se bernía a Çibao o adonde yo estuviese; y así le di muy bien de vestir y otras cosas qu'él diese a sus parientes. Después bine con muy buen tiempo corriendo la costa d'esta isla fasta Montechristo, adonde en el puerto cogí con toda la flota y hordené todo los que cumplía por regimiento y serviçio de V. Al, porque de allí fasta la villa de la Navidad se puede ir en un día con buen tiempo.

Y así esto fecho, di la vela con todos los navíos, y a medio camino vi que atrás me venía una canoa a gran priesa, y nunca la quise esperar porque se me hazía tarde para entrar en el puerto de día, y con todo no pude yo llegar a tiempo y ove de sorgir de fuera; adonde, a gran rato de la noche, llegó la dicha canoa, por la cual benía un privado de un rey Ocanaguarí, el qual benía de navío en navío llamando por mí; y hasta que no me vido y oyó, no quiso entrar en la nao. Él traía una carátula de oro de persona que me enbiava Ocanaguarí, y a otro otra al capitán de la nao Antonio Torres, hermano del ama.

Yo le mandé dar de comer, porque todo el día avía travajado tras de nosostros y no avía comido, y les mandé dar de vestir a amos. Este me dixo en cómo la gente que yo avía dexado en la çuidad ovieron entre sí discordia y uno mató a otro y que Pedro, repostero de V. Al., se avía ido con una gran parte de jente para otro rey que se llama Cahonaboa, el cual posee tierra en que ay mucho oro; un vizcaíno, que se llama Chacho, se avía ido con otros vizcaínos y moços; solamente avía quedado Diego de Arana de Córdova con honze; y que unos tres se avían muerto de dolençia, qu'ellos mesmos deçían que era la causa del gran tracto de las mugeres, diziendo que, cuantos quedaron allí, que cad uno avía tomado cuatro mugeres, y no solamente éstas les abastava, que les tomavan las muchachas. Y deçían qu'el comienço d'esta discordia fue que, luego que yo partí, cada uno no quiso entrar a obediençia ni apañar oro salvo para sí, sino Pedro, repostero, y Escobedo -a éste avía yo dexado el cargo de todas las cosas-.

Y que los otros no entendían salvo con mugeres y moravan en casa d'éllas, y que Pedro y Escobedo mataron uno que se llamaba Jácome; y después se fueron con sus mugeres a este Cahonaboa; y dende a çierto tiempo bino este Cahonaboa y de noche puso fuego en la villa, la cual quemó toda que no quedó nada, de qu'es de aver piadad, porque otra poblaçión tan grande ni de tan hermosas casas e visto en todas las Yndias. Alo cual tiempo huyó Ocanaguarí con toda su gente, hombre y mugeres y niños, y requirió a los christianos que fuesen con él, y no le plugo, salvo que se fuyeron al canal, adonde se afogaron; y fueron ahogados ocho, y los tres murieron durmiendo, según después paresçió por las feridas. Díxome después cómo este Ocanaguarí luego me bernía a ver, el qual estava en otra su villa; después me pidieron liçencia, y yo se la di.

Y luego otro día a ora de bíspera, al tiempo qu'el viento me fue próspero, lebanté las áncoras y entré en el puerto y fui a sorgir delante la sobredicha villa, de que uve piadad grande después del daño y mal que a nuestros christianos avía aconteçido; que aunque conozco y es verdad que a sido su culpa, es mucho de doler de semejante casso, e a mí es mayor pena que a ningún otro su pariente, por el deseo que yo tenía qu'ellos saliesen con tan grande honrra y con tan poco peligro, si se rigieran según mi instruçión los constrengía: que sobre todo dexasen las mugeres ajenas y todas las de los indios, y nunca saliesen de la fortaleza a otra parte salvo seis d'ellos, y otros tantos después d'éstos bueltos; mas como se viesen tan seguros y superiores de los indios y según eran todos ellos de poca criança, tirados dos u tres criados míos y este Pedro repostero, se darían al comer y plazer de las mugeres; y ansí se perdieron y se destruyeron a sí, y a mí han dado y dan tanta pena.

Este presente día no desçendí en tierra fasta el otro siguiente de gran madrugada, que halé todo este sitio fecho huerta sin forma de cassa salvo de la fortaleza, que ansí destruida y quemada amostrava que, en la mitad de Castilla, se defendería buenos días a gran gente. Y hallé ocho hombres enterrados a la orilla del mar y tres en al campo, los cuales se conoçían heran feridos de piedra en la frente, que durmiendo pareçe que a manteniente los mataron; y debe ser ansí, porque la fortaleza hera muy llena de artillería. Y esto, según mi alvedrío, no pasava un mes qu'esto avía acaeçido.

Mandé que se enterrasen y rogasen por sus ánimas; mandé cavar toda la casa fuerte, porque en mi instruçión le avía mandado que, luego que algún oro tubiesen, que lo pusiesen debajo de la tierra; y no se halló cosa alguna. Y este mismo día avía yo enviado una caravela a ver el golfo de España, qu'es de allí açerca ocho leguas, porque creía yo, según su fechura, que avía de ver un gran río y que traería oro.

La cual caravela fue a topar donde estaba Ocanaguarí, el qual rogó a Melchior que me rogase que yo le fuese a ver y le dio un bonete de oro y otro a Marque, criado de Rodrigo de Ulloa, capitán de la dicha caravela, y en pedazos dio también yna buena parte a Gorbalán, criado de Fonseca, y al piloto otro tanto. Bolvió Melchior con la caravela, y me dieron la embajada y de lo que les avía contado de la muerte d'esta gente, y que tenían ellos que yo era a él en grande cargo. Luego el otro día fue allá y fallé a Ocanaguarí en tierra en cama, el qual me abraçó e estovo sin habla un rato grande, siempre con las lágrimas a los ojos.

Y después, por palabras y señas, me recontó todo como avía acaeçido este desastre, en tal manera que no pasó punto que yo no lo entendiese; y como, luego que yo le dexé en la Navidad, ovieron discordia entre sí esta nuestra gente, y uno mató a otro y cada uno apartava oro para sí, salvo Pedro y Escobedo, y que sobr'esto les avía puesto en paz muchas vezes; y que también luego cada uno tomó cuatro mugeres, allende de las cuales tomavan en la villa las moças que querían; y vinieron a bandos, de que se pasó a que se apartaron, como ençima yo dixe, en tres partes; y que despues d'él por su persona aver ido a la mina y llevado allá a Pedro y Escobedo, amostrando cómo se coxía el oro, qu'ellos se determinaron para ir a otro rey a quien llamaban Caonaboa, como sobredixe, y qu'él les rogó que no se fuesen, que les daría pan y pescado y mugeres y un fijico que tenía Pedro, y se fueron, y que jamás después se avían acordado d'él ni de mí; y dende que a çierto tiempo vino a este Cahonaboa y de noche les quemó las casas, así como me recontó su mensajero. Creo y digo otra vez que ovo desensión entre esos dos y Diego de Arana, y la muerte fue hordenada d'ellos mismos por vengança.

Este Arana, aunque fuese muy sobervio, tenía alguna criança, y le dexava el cargo del regimiento al tiempo de mi partida, de que toda la gente quedava quexosa, y ansí le di en compañía a los otros dos, Pedro y Escobedo, y que se cimpliese lo que los dos acordasen. Después, el día de mi partida, vino a mí Escobedo haziéndome saber cómo bien estava seguro, según el indiçio qu'él avía avido, qu'él me tenía un tonel de oro aparejado cuando yo bolviese; y esto fue a tiempo que yo ya andava a la caravela, y me dixo que este Diego de Arana le avía dicho sobr'esta plática: 'Hagámonos primero el papo, y después se procurará para el rey'.

A que yo le respondí que tal cosa no hiziese, que rico estava él harto si servía a V. Al. con tanta honra; y con este propósito se tornó a tierra. Torno a Ocanaguarí, el cual me rogó que le reçibiese en su compañía y fuésemos a destruir a este Cahonaboa y le tomar las mugeres y fijos; respondí que me plaçía, tanto que yo tuviese fecho asiento, que ansí me mandava V. Al. que, fasta esto fecho, que no entendiese en otra cosa, mas que sería muy presto; y él respondió que, si quería asentar allí, que me daría cuantas casas yo quisiese, mas que no me lo aconsejava, porque era lugar no muy sano y muy angusto.

Después me dio ocho çintos de hombres de la manera de los otros que antaño llevé a V. Al.; uno d'ellos hera muy fermoso y labrado de mucho oro. Primero se quitó una joya de alambre qu'él traía en la frente y me la puso en la mía, con una corona en la cabeza, diziéndome que todo esto fue de un rey de Marení, y tanbién me dio un çestillo de oro en forja e una calabaza de oro fundido y otra de oro en grano, ansí como benían de la mina; el cual y las otras cosas todas enbío a V. Al.

Yo le di el presente que yo llevava, puesto que no tuviesen d'ellos conocimientos ni eran salvo de la isla de San Salvador. Y no quiso que aquel día ni noche se fuesen de su casa, para les preguntar bien las cosas que en España avían visto. Quíseme yo ir para la nao y él no quiso sino acompañar, y le amostré los cavallos, de que ya tenían por oída notiçia; y me dixo que, al tiempo que Pedro Escobedo iba con él a la mina, que ellos cazavan mucho y le dexían cómo en Castilla cabalgavan.

Amostréle toda la nao, tanta gente y tantas armas de que se maravillava, y le llevé a la cámara donde estava el padre fray Buil malo, el cual se holgó mucho con él; y después se bolvió a tierra y no quiso que yo le mandase acompañar: tanto entiende en cortesía. Ese día y el presente con el troque que seguía vinieron al thesoro de V. Al. bien diez marcos de oro, que todo no costó diez o çinco reales, y se acertó que por un caxcavel davan el peso de ocho castellanos.

Ya dixe cómo esta gente ninguna cosa tienen en preçio y que, lo que tienen, ansí lo dan por poco como por mucho, que vía muchos indios, cuando yo estava con Ocanaguarí, que venían a mí y me davan buenos pedaços de oro sin demandar cosa alguna. Verdad es que su fin es que por ello les den algo, mas si no se lo dan tanpoco lo demandan, salvo que se van o quedan aí como estatuas. Este día siguiente me enbió a dezir Ocanaguarí con su hermano qu'él quería ir a la mina a apañar oro, que le enbiase a dezir si me iría atán presto.

Yo le respondí lo que convenía, y él se partió con toda su gente de la misma manera que hizo agora a un año, antes que yo de la Navidad partiese. Creo qu'este Ocanaguarí no tiene culpa en la muerte d'esta nuestra gente, antes me a a él mucho obligado, ni vi señal porque se dé tal sentençia, como yo escrivo más largo a V. Al. por otra carta del Diurnal que yo escreví.

Partí de aí y bine a Montechristo, de adonde porfié muchas vezes con el viento contrario para benir al cavo del Angel, adonde el otro día, pasando por él, avía venido a mi canoa, y tods tenían la gente d'ellos oro, y yo les di de vestir después de le dezir quién yo hera, qu'esto ansí lo demandavan. Al cual logar tenía bisto buen asiento y tierras fermosas y aguas y ríos, y albitrava que era en buena comarca y çerca de Çivao y de las otras minas. Y porqu'esta nao hera más grande en forçejar con el viento, determiné de la dexar en Monte Christo, e yo me pasé en la Colina, y con los otros navíos subtiles porfié hasta que llegué al río de Graçia, y dende hasta sobr'el cavo del Angel.

Mas como fuese esto en una tarde e de gran tiempo, no ove razón de cometer la tierra ni de çufrir la noche la alteraçión de la mar, que amostrava una tenebreza, por los cavallos y vestias que en los navíos venían; así que, por no los trabajar en aquella noche, yo determiné de bolver al puerto de donde avía partido. Y el día siguiente le busqué todo, porqu'es muy grande y de muy pequeña entrada, con intençión de facer en él asiento si uviera en él agua dulçe así como fermosas tierras.

Bolví atrás el día siguiente fasta aquí, adonde fabricamos la villa Ysavela, la cual por su mereçimiento, que diré después, suplico a V. Al. que haga ciudad, adonde abría cuatro leguas; no es aquí puerto cerrado, más es baía muy grande en que caberán todas la naos del mundo. En ella jamás entra tormenta, y aquí ay lugar muy idóneo de una alta tierra, casi isla, al pie de la cual llega una gran nao y descarga al pie del muro.

De aquí a un tiro de lombarda ay un poderoso río de agua mejor que Guadalquevir, del cual por açequia se puede traer dentro en la villa en la plaza, el cual pasa por una vega grandísima que ba al sueste, de la cual hasta oy no e podido saber el cavo. La cual es de tierra maravillosa sin comparaçión de ningunas de Castilla, que agora ay en toda ella la hierva alta y berde y buena más que alcaçer en España en el mejor tiempo. Dende la villa al poniente grandes dos leguas es toda playa muy fermosa, y al cavo un puerto de los mejores del mundo, en que cabrán todas la naos que en él ay. Junto con esta vega, de la parte tanbién del poniente, pasa una montaña de norueste a sueste.

En ella ay un puerto, al cual agora hize adereçar el camino; está un cuarto de legua aquello que se ovo menester que se adovase, porque los cavallos pasasen mucho sin pena. Aliende él ay otra bega muy mejor qu'éstaa de que aquí fablo, y en el medio pasa otro mayor río; navegable es, según todos me dizen. Aquí en esta veha ay para vente mill vezinos, para sembrar pan y hazer güertas y edifiçios de agua. En la otra ay más otro tanto, y pobladas son de gente muy umana, que cuanto tienen an por bien de darlo.

Aquí, adonde yo determiné el asiento de la villa, estavan çiertas casas de indios; así se quedan como de primero, muy alegres y contentos. Hágosle dar vituallas y de todo lo otro que demandan, y a nosostros dan de lo que tienen; y lo que se les enseña de la fee, todo lo reziben con el acatamiento y reverençia que se les amuestra. En la iglesia están de rodillas contemplando; no creo que llega el entender fasta el neçesario, mas es buena señal, y se amuestra que no tienen secta ni idolatría.

Yo escreví agora a un año a V. Al. de todo lo que me pareçía de tods estos pueblos, de su conversaçión a nuestra fe santa, que me parescía muy ligera entendiendo nos a ellos y si fuésemos entendidos; yo muy más lo afirmo, porque beo que seta alguna no le impide.

Dixe que todos y en todas estas islas se entendían; aquí erré, y no que a otro no aconteçiera, porque sin dubda a todo responden, mas no conozco que la inteligençia es divisa como entre christianos más y menos, según están propincos. Bienes propios afirmo que no tienen, según mi vista y su tracto y costumbre, porque beo que, aliende de lo aver en muchos lugares esperimentado, aquí en la villa vienen ellos infinitos y todos se ponen en casa, hombre y mugeres, y comen y toman de lo que en ellas hallan como y tan libremente como su dueño de la posada; ni tenían por mal a quien de sus cosas otro tanto hazían, salvo que la inportunidad de algunos nuestros y por la costumbre que sobr'esto de nosotros conoçen lo hazen poner en aquello que nosotros estamos.

Defiendo que nadie no los importune ni le tome cosa contra su voluntad. Agora, si plaze a Nuestro Señor ser esta armada del todo despachada, y yo podré exercitar otra cosa, en que espero que la primera será ençeguir la ciudad de muro, que en sólo dos puertas quede entrada, y en traer el agua con el açequia y todo el río al pie de la fortaleza, y todo muy ligero.

La temperançia del çielo paresçe increíble, tan dulçe y suave; los árboles y montes y yervas todo está tan florido y fresco como en el Andalucía son en el mes de abril o de mayo, y la yerva son en el mesmo estado; los pájaros y aves eso mesmo así alegres, y cantan los ruiseñores, y ansí façían todo el mes pasado.

Fállanse páxaros y aves y muy muchos nigdos, d'ellos con güevos y otros con pollos, y anadones hartos, y en el río ánsares ay más que en otro cavo, y todas las aves de muy gran cuerpo, palomas, garças y de otras diez mill maneras; y no en pequeña cantidad se hallan por los montes y campos perdizes y tórtolas de la misma manera de Castilla. De papagayo ya no ay número.

Ya dixe que las tierras que este viaje se an descubierto son tantas y más qu'el año pasado, y no de menos preçio, como la pintura harán magnifiesto; por la cual berá V. Al. que aquí en la Ysavela estamos más distante de la línea iquinoçial veinte y seis grados, que todo es con las islas de Canarias, en espeçial de la Gomera, en un paralelo, y no diferençia en la latitud salvo treinta minuto, ni desporçionado en la temperançia de frío y calor, o día más prolijo. Y çertifico a V. Al. que, después de diziembre hasta oy, acá a fecho grandes fríos, atanto que yo e estado alegrado, y de todo esto libre.

Procedió esto que una noche me partí de la villa de la Navidad con las barcas a ver un puerto lexos bien nueve leguas, y un rato que al sueño di parte, me atormentó todo el lado derecho de la planta del pie hasta la cabeza en manera de perlesía, de que no poco e çofrido pena. Agora estoy mejor ni dexo de trabajar en lo que cumple lo mejor que puedo con alegría. Desde el cual tiempo fasta oy, de noche y de día, no traigo menos ropa que yo haría en Sevilla. Tanbién a llovido muy mucho y llueve con las mesmas señales de inbierno que haze en Castilla.

Oy son treinta y un día que yo llegué en este puerto. Agora tenemos de todas maneras de hortalizas. Nasçieron las simientes todas al terçero día. Rávanos y perexil y semejantes yervas ya nos aprovechamos en éstos; y plantas ya son grandes, trigo y çevada ya de un pie en alto, naranjos y sarmientos y cañas dulçes están ya creçidas.

De las cañas no truxe cuantas quisiera, que, puesto que fuesen muchas cargas, todas las que se pusieron en botas se escalfraron y están perdidas, y tanbién las qu'están en la nao, la cual a tardado hasta la semana pasada hasta llegar aquí; así que deseo mucho que d'ellas se aya cantidad, que lugar ay aquí para se hazer cañaberales, para hazer un cuento de quintales de açúcar cada año, otro tanto de algodón muy finísimo y no menos de arroz, si aquí estuvieren los labradores de Valençia. Para el ganado no cumple mas dezir cuánto la tierra para ello es abta e buena.

Puercos ya tenemos más de çiento; cabras y obejas ya tenemos d'ellas hartas para simiente, y ansí de otras todas maneras. Y ansí espero en Nuestro Señor que antes de muchos años no abrá menester traer acá salvo bistuarios, que de trigo acá dará buena simiente, y vino se halla acá hartas bides que, trasponiéndolas y labrándose, darán buen fruto. Otras mill maneras de cosas se fallarán cada día.

De las minas del oro y de la gran cantidad, ya ençima dixe que yo afirmava el dezir de la carta del año pasado, y afirmo que su cantidad suya comprehendo es muy grande, e ansí de la espeçería de todas suertes, mas no se tiene acá en preçio entre esta gente, porque van desnudos y de otra cosa no curan salvo del comer y mugeres.

De la isla de Mateninó, de adonde son todas mugeres, no ubo lugar ni tiempo, porque mi gran priesa, de ir allá, la cual está más oriental que la Domenica; notiçias ove d'ella, mas dexo la ida para este verano con fustas de remo.

Al tiempo que yo corría todas las islas de los caníbales y las vezinas, y les tomé y destruí y quemé las casas y canoas. Bea V. Al. si se abrán de captivar, que creo que después cada año se podrán aver d'ellos y de las mugeres infinitos. Crean que cada uno baldría más que de tres negros de Guinea en fuerça y ingenio, como berán por los presentes que agora enbío.

Luego que aí llegué, toda la gente se disçindió en tierra por estada, y se açertó llover mucho agua. Después adoleçieron muchos de çiçiones, como si el mudamiento de los aires, puesto que sean los mejores del mundo, y los ayan provado, y las biandas de la mar les ayan mudado la sangre, con la esperança del inbierno grande, en que sus cuerpos estavan avituados.

Empero yo di la mayor culpa al tracto de la mugeres, que acá hallan abondoso; y si son deshonestos y deshordenados, no es maravilla que ayan pena. Con todo, loado Nuestro Señor, luego sanan: Cuatro o çinco día es su fuerça; dexo algunos qu'están más cargados. Mucho aprovechó (?) que acá enbió V. Al. con toda la botica.

El pescado aquí lo ay de todas maneras y el más sabroso que en otra parte yo aya comido. Y así dize toda esta gente. No faze cargamiento en el cuerpo: degistivo es e de ligero mantenimiento: mándalo dar el doctor a los dolientes por vianda. Ellos son la mayor parte de la mesma condiçión y hechura de los de Castilla; otros ay de nuevas maneras, y ay sardinas y salmonertes bien grandes y langostines y langostas y pulpos, y de todas maneras que allá se hallan.

Luego que determiné la partida de la villa de la Navidad, enbié la caravela que ya dixe que rodease esta isla fasta enfrente de Montechristo de la otra parte del austro, trato que avía hallado costa señalada del nacimiento del oro. Aguardo cada rato por ella y no es maravilla de su tardada, porque los vientos an sido y son para ella muy contrarios.

Tanbién luego que aquí ove puesto asiento, enbié a Ojeda, un buen mançebo y bien esforçado, con quinze hombres a explorar el camino y ver cuánto ay de aquí a Çibao y si puede saber la mina de oro, como allá me dizen. Creo que traerá muy buen recabdo, porqu'es bien católico y desioso de cumplir lo que yo le mando, y tiene ingenio y esfuerço. Tanbién enbié otro criado de Fonseca por la mesma guisa y con tanta gente acá al mediodía a Cahonaboa, porque tiente muy bien el camino y bea si es verdad que aya tanto oro. Al uno y al otro defendí que no entrasen en poblado, si lo pudiesen escusar.

Creo que será dificultoso, porque los indios que son con ellos ban nunca se çofrirán de no dormir en poblado y aun pasar por ello, en espeçial agora qu'es inbierno y faze muy buen frío a nos qu'estamos bestidos, de que más impremirá a ellos, que del todo andan desnudos. Nuestro Señor los libre y traiga.

De los mantenimientos que allá se cargaron se a gastado muy gran parte y se perdió lo más del vino por el engaño de los toneleros de Sevilla. Mereçen gran pena en sus personas, sin que aya açebto escusa alguna de dezir de viaje largo, en que no es de mirar, salvo cuánto a qu'esta basija estava cargada, que otras vezes seis y siete meses está en Flandes y otras partes dentro en los navíos cargados, mas no le faltan; que en la ora que los requieren por cosa de V. Al., luego piensan de cuál cavo y en qué manera les fincará la mitad.

Digo ansí esto porque acá otra cosa ninguna tan grande mengua haze como el vino, porqu'es mantenimiento con que se esfuerçan los que andan camino, que del comer en cada cavo se halla, y con una bez de vino está la gente harta y alegre. Es menester que V. Al. lo mande proveer para aquí en los primeros navíos, y castigar quien este daño hizo, así como de otros hurtos de otras vituallas, de que quedó el cargo a don Juan al tiempo de mi partida.

Después de escripto todo lo de ençima oy, qu'es día de San Sebastián, bino Ojeda, el cual llegó a Çibao, qu'es provinçia, él con toda la gente que avía llevado, y falló grandísimas minas de oro; no truxo d'él porque yo se lo tenía defendido, porque yo no savía qué gente hera aquélla, y si le pesarían de ver estranjeros o coger lo que en su tierra tienen. No dexó de traer la muestra de cada río , la cual enbío a V. Al.; y si es verdad lo qu'él y los otros que fueron con él dizen, es cosa de admiraçión la tanta cantidad de oro que fallaron. Él me a dado por escripto todo su camino y lo que halló, todo por punto, la cual escriptura con las muestras de oro a V. Al. con ésta enbío.

Solamente digo que de aquí a veinte leguas ed la noble provinçia, y según yo puedo comprehender, con ella junto es todo mineros de oro, y será tanta tierra como todo el reino de Portugal, y que creo que aya más oro de lo qu'ellos renunçiaron. Yo no boy luego allá porque mucha gente de la que acá está es doliente, e aun a este causa e detenido algunos acá que yo disiava de enbiallos a Castilla.

Y tanbién digo y afirmo, según yo puedo comprehender, que V. Al. pueden bien estar seguros que acá están todos estos indios a lo que se mandare, sin pensar que se ayan de poner a resistençia, que no aya nadie que no se maraville cómo se ayan dexado matar los que acá quedaron, según éstos son temerosos; y aun por esto digo que yo sospecho que entr'ellos mismos aya sido el desbarato.

También esta mesma noche vino un escudero de los que fueron con Gorvalán, y diz que fallaron muy muchas minas de oro, y qu'él venía atrás muy alegre. En ellegando, escreviré su relaçión toda distinta. El uno y el otro me dizen que les dezían los indios que, cavando debajo de la tierra, hallavan pedazos que, según la forma, sería un marco.

Ellos no tienen ingenio de lo coxer salvo en la rena del río, y no toman salvo los pedazos que con los dedos abarquen, ni lo cojen más salvo para sus carátulas, que fasta oy no se vende ni se resgata; tanbién que, cuando llueve, se halla fuera de los ríos pedazos grandes qu'el agua a descubierto. Nuestro Señor nos dará lugar que sabremos todo enteramente los primores; mas si es verdad lo qu'éstos dizen, que creen que aya en esta isla tanto como de fierro en Vizcaya, creo que, aunque no sea tanto, que sea demasiada cantidad.

Después vino Gorvalán con todos los otros que con él fueron, y él y ellos cuentan de las cosas del oro qu'es maravilla. Truxeron la muestra del oro que coxieron en los ríos, la cual tanbién enbío a V. Al. con aquéllas que truxo Ojeda. Anbos cuentan en el negoçio del oro de una manera, puesto qu'el uno del otro no savía cuando de acá ni de allá partieron amos a una parte, como arriba dixe.

Tanbién vino la caravela y trae muy buenas nuevas, como verá V. Al. por estenso por escriptura por ante escrivano d'ella, el cual escrevía cada día lo qu'ellos hazían. El capitán no da buena cuenta, y no abasta el yerro que hizo en Guadalupe, y agora quería dexar de ir el viaje que yo le avía mandado y se quería ir a Jamaica. Dizen que en menos de seis leguas hallaron más de quinientas poblaçiones, que en cada una avía más de sesenta grandes casas y gente a maravilla, todos de la mejor condición que se vido: dávanles a los nuestros cuanto tenían.

Este mesmo Marque fue por la tierra adentro y falló la mejor campaña d'ellos del mundo; no le avía yo mandado qu'él dexase la caravela ni que enbiase gente. El Fojeda vanía malo del camino y, pensando de no llegar tan presto acá, me escrivió una carta de lo qu'él avía pasado. Y porque me parecía que V. Al. folgara de ver muy por estenso, la traslado aquí al pie de la presente, y es ésta que se sigue: (...)

Fuente:

http://www.cervantesvirtual.com/historia/colon/doc15.shtml

DOC 3____________________________________________________

Carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos.
Abril-Mayo de 1494.


Christianísimos e muy altos e muy poderosos prínçipes, Rey y Reina, nuestros señores:

Bien que por la presente no aya agora pasaje, yo le escrivo. Agora con el nombre de Nuestro Señor estoy de partida para descubrir más islas y tierra firme de las de las Yndias, como V. Al. me mandaron cuando de allá partí, y tanbién por reconoçer todas estas tierras ya falladas, porque, si de algund reino se ayan desmandado o venido alguna armada acá, porque yo lo sepa y les castigue según es justo; y por agora es la mesma sazón de esperar y estar sobr'el aviso. Yo voy con tres carabelas que acá compré con menos costa para V. Al., y así escrivo esta carta, porque también aguardo que V. Al. de allá me embíe las caravelas con los mantenimientos que yo le escreví con Antoño de Torres, hermano del alma del prinçipe mi señor, las cuales espero por todo este mes de mayo.

Y porque podría se que, antes que yo bolviese, que no creo, sería menester que las dichas caravelas se bolviesen, y ansí me paresçió que, por sí o por no, devo dejar esto reparado, y si no lo hago tan largo como devo y deseo, es por la sobredicha causa: porque creo que, antes que los navíos se ayan de bolver, que yo seré buelto. Yo escreví a V. Al. Con el sobredicho Torres muy largo, y les embié los libros de las cartas así de gastos como de alardes y gente con sueldo que acá quedó como sin ello e de las costas, que acá quedaron las más de la gente que acá vinieron, que fue contra su juramento, y les enbié el oro y otras cosas que acá pude aver con aviso de todo muy cumplidamente.

Después yo proçederé en la fábrica d'esta ciudad, y ya llena de casas siguió desastre de fuego, que se quemaron los dos terçios en tiempo y ora que yo estava de partida para Çibao; la cual por esto no dexé, que puede aver fasta el comienço del Cibao catorze o quinze leguas, en las cuales ay dos puertos no largos, salvo fatigoso, enque bien se pudiera desechar rodenado muy mucho camino.

Y fue a este río, que aquí es çerca de la çiudad tanto como de Santa María en Sevilla fasta el río; y dende a una legua a otro río no grande como este, en el cual hago agora las moliendas, porqu'es más convenible para de priesa que no éste. Y dende a tres leguas es el puerto que se dize de los Figdalgos, y éste todo fasta el pie d'él es traviesa d'esta vega, todo llano; y el puerto no tiene altura de un tiro de vallesta y es muy agro; con todo, cavalgando se puede subir y, suvido, todo es llano y vega grandísima, a que yo llamé la Vega Real, de la cual ni de ancho ni de largo no se a savido fasta agora el fin.

Y d'este puerto ay çinco leguas en la dicha vega halle'un río grandísimo, digo muy grande, mayor que Hebro ni otro que aya en España, el cual trae agua que no es de creer la cantidad; el cual pasé con barcas de madera. Este es el río que tiene la boca a Montechristo en la mar y es navegable, aunque creo que las bocas y ríos qu'están en el golfo d'España que sean bocas d'este mesmo río. En la cual vega vi poblaçiones y casas de gente sin cuento, todas con tanto temor que era maravilla, ni savían por remedio salvo meterse en las casas; las cuales tienen, puesto que sean muy grandes, una sola puerta muy pequeña ansí como una lombardera de un muro, y con ramos se çerravan dentro.

Yo les mandava abrir y les dava algo y les asegurava, y ellos nos davan de lo que tenían, digo pan y agua, que otra cosa no tienen, salvo lo que la natura les dio, a dar. Después de pasado el río, a seis leguas fallé el otro puerto, y siempre bega hasta el pie d'él, que será un tiro de vallesta, muy agro y ençima muy llano; y a éste puse nombre el puerto de Çibao, porque de allí a la provincia de Çibao no hay una legua. Todo este camino que yo hize fue todo al ahustro o mediodía derecho d'esta çiudad Ysabela. Çibao en lengua d'esta gente india quiere dezir 'pedregal', y así lo es.

Es tierra altísima y muy poblada en demasiada manera, fecha lomas y çerros y cabeços no lexos uno de otro, mas muy açerca; y cuanto más adentro se ba, tantos mayores lomas y altos se falla, fasta que se viene a una montañas altísimas en demasiado grado, que yo vi mas no llegué, ni creería de poder llegar a ellas en ocho días: tanto es lejos una de otra, qu'el ojo haz tan çerca por su dispusiçión de la dobladura. La cual toda provinçia, según me afirmavan los indios que conmigo llevava, es mayor qu'el Andaluçía, y no es de árboles llena como de yerva, qu'es tanta y tan alta y fresca y espesa como alcaçer en Sevilla en março; y creo que ansí sea en todo el año; debajo de la cual yerva es todo pedregal de cascajo muy grande y espeso, que no creería que tubiese las lomas tan verdes, salvo que por la espesura en algunos lugares los indios e nos poníamos fuego por ver y despachar el camino. En el comienço de Çibao, en los pies de las lomas y montañas, ay en algún lugar gran espesura de palmas y, más adentro, de pinos muy fermosos. Es tierra de los mejores aires, y ay las mejores aguas, atanto que no es de creer sin vista; ellas son frigidísimas y no de un frío salvaje, como aguas de algunas sierras de Castilla, salvo de un trenpramento y savor maravilloso y no comparable a esta agua de aquí, que yo embié a V. Al. por muy maravillosas según las de Castilla.

Creo qu'estas tierras sean todas llenas de pinos, mas el fuego que los indios continuadamente hechan por la yerva los destruye, y ansí no quedan salvo en algunos valles. Estas lomas y cabezos no son intratables, ente todos, con las maiores que haze, pueden tratar esta provinçia de Çibao toda, y en todo cavo hallo oro. Verdad es que los indios no lo catan salvo adonde ay agua; mas como en tiempo de lluvia al pie de cada loma y cabezo corre algún arroyo por el agua que a llovido en él, escarvan en él y hallan granos de oro; y acavado de secar el agua çesan de sacar, y no ansí en algunos lagunares perpetuos y arroyos, que se hallan más.

Ansí llevé mi camino adelante fasta que avía andado cuatro leguas, y fallé un riato mayor dos o tres vezes qu'éste, y fallé un valle (?) bien que ya avía fallado muy muchos otros y populatísimos, y caté oro, como avía fecho en todo el camino, y fallé d'él, y en breve espaçio los indios a granos me cojeron unas ojas de árboles llenas.

Aquí vi un lugar muy idóneo. Y fasta allí desde esta çiudad se podía andar cavalgando, todo buen camino, salvo los dichos dos puertos que son nada, y el primero será legua (?). Visto (?) y que de allí adelante no podían andar vestias, determiné de hazer allí una fuerza, y vide un lugar muy idóneo, que tiene el pie en el río y grandes valles alrededor y planos; y puse esto por obra, de manera que en tres días, con toda la gente que yo llevava y maestros que para ello traía con probeimiento de todo que era menester, hize una fuerça muy fuerte y buena, que en Castilla sería açebta y paresçería bien.

Después dexé aí a mosén Pedro Margarite por la persona que más abta hera, con sesenta hombres y todos los carpinteros y albañíes que acabaran algo o todo lo que faltava, para que sin miedo ninguno pudiesen estar allí veinte e çinco hombres continuamente. Y ansí lo a fecho, que agora me escribe y dizen los que de allá vienen, qu'escada día continuamente, que tiene fecho una cava de diez y ocho pies en ancho y veinte en alto, y las casas todas dentro de la fortaleza. E yo ya dexé fecho que de la fortaleza podría dezender en el río por una coraça en que andaría un hombre todo cubierto; faciendo la cual coraça hallé en diversas partes en el más fondo y muchas piedras de lombardas fechas y adereçadas, de gordura de una grande naranja y puestas de tres en cuatro y cubiertas de feno y paja.

Partí yo tan presto de aí porque la gente no avía podido traer mantenimientos para más tiempo, ni yo fue i con otro propósito salvo de aver de bolver luego que falle de los mantenimientos, que agora están más dubdosos, no porque devamos dubdar de fambre, salvo de los nuestros, a que somos (?) y criados. No nos falta cosa tanto como bestias de acarreto y odres y costales, mas a todo se dará remedio con la ayuda de Nuestro Señor.

Así que yo bolví y no estuve salvo aquellos tres días, en los cuales vinieron aí muchos indios a me ver por maravilla, de los cuales supe, y no de uno solo, salvo de todos en general, qu'esta probinçia de Çibao es grandísima y en todo cavo ay oro y que la mayor parte y adonde más ay es delante de la dicha fortaleza, a que yo puse el nombre de Sancto Tomás, al camino del mediodía tres o cuatro jornadas, y que avía ríos grandes, y que hallavan a las vezes pedazos de oro, y que, según me afiguravan el grandor, pudieran bien pesar media arroba; y pedazos como avellanas y nuezes avía, y fallavan muchos; y créolo, porque por algunos me fueron traídos tan grandes como nuez y ansí como nasçen, que amostrava la tierra en ellos; y me dezían que aí donde es Santo Tomás hasta Cahonaboa, aquel rey o 'cacique', que de aquí diremos en adelante a estos reyes como ellos mesmos se dizen, no a doze o trece leguas; éste es aquél que dizen que mató a nuestros christianos, que en todos cavos de Cibao los conoçían y andavan desmandados unos de otros; y este Cahonaboa dizen que en la tierra donde vive ay muy mucho oro, mas es tierra muy montañosa, y que los pedazos y granos son muy grandes.

Yo lo creo por lo que me dixo Ocanaguarí de Pedro, repostero, y de Escobedo, cuando me dixo que le rogó que lo llevase consigo a amostrar la mina de oro, y qu'él lo hizo ansí, y que después le respondió que aquel oro hera poco y los granos pequeños, y que no quiso salvo irse a este caçique Cahonaboa (?) llevava un baçín (?) y le mató; esto biene a propósito, a creer que allí aya más oro y granos mayores, porque este Ocanaguarí no osaría llevar a Pedro salvo allí donde yo fui o en aquella comarca, que allí es todo el oro menudo como arena, como lo que yo enbié a V. Al., y adelante son los granos grandes.

Abasta, christianísimos prínçipes, que ansí como por las otras mis cartas escreví a V. Al. qu'esta gente d'esta tierra es la más mansa y temerosa y de buena condiçión que ay en el mundo, y ansí lo torno a dezir y digo otra vez, que otra cosa no me falta para que sean todos christianos salvo no se lo saber dezir ni predicar en su lengua porqu'es verdad que ninguna secta ni idolatría no tienen ni hazen conçentos salvo de pan, a qu'ellos llaman 'caçaui', y de mugeres, y de todos sus fechos e dichos y pensamientos son aquellos que natura les dio: propio todos sus fechos son como de niños, salvo que, por ser hombres, y la natura se lo constringe a fazer e cosa vista política; éstos fazen lo que been fazer, porque, si alguno furta o faze otro mal, es de la misma manera que entre los niños se haze.

Ellos son sotiles, que luego hazen lo que veen hazer, mas es çierto que para su gobierno y plazer ningún ayuntamiento hazen de oro ni de otra cosa alguna, salvo que por invidia, de que son ocupados, cogen oro u otra cosa para que se les dé de lo que desean; la cual inbidia es propia como de niños, que bi el otro día, cuando yo estava en Çibao, que cuando yo dava un caxcavel a alguno de los caçiques que, en tomándolo, dava un relaso de sospiro de descanso, como haría un escudero si le diesen una villa.

Ansí que en ésta concluyo que mi parezer es que en este Çibao ay más oro que en todo el otro del mundo por las señas sobredichas que no se ba a parte alguna que en los arroyos no fallan oro, y pues ansí es y se bee qu'este oro no naçe en los ríos ni arroyos, salvo que naze en la loma o cabezo o montaña, porque al tiempo de la lluvia el tiempo lo descava y trae al arroyo, y allí en el agua lo been, porque luze y está descubierto de tierra, e en la tierra no lo been, que bi en el otro día a los indios tomar el agua con las manos y baziarlas a los bordos de los arroyos escarbando por un poco y, despues qu'estava descavado, coxían los granos; y tanbién en un tiempo que llueve lo fallan en cada cavo en los riatos; y por esto es de creer que aya más oro que en Vizcaya fierro, pues la provinçia es muy mayor y da este testimonio sobr'esto.

Así que, demás de me faltar qu'esta gente toda no sen christianos, qu'es por no saber la lengua, me falta muy mucha gran cantidad de oro y otras riquezas que ay en esta isla de espeçerías, qu'ellos cojerían para nosotros; mas me falta la lengua para saverles hablar, que aunqu'ellos cojen ansí el oro con aquel grosero ingenio, no desiste que alguno d'ellos o muchos no sepan dónde lo ay más y de qué manera se podría coger y aver.

Y por esto torno a mi propósito de que aya escripto a V. Al. por las otras cartas lo qu'espero en Nuestro Señor, si los pecados no mudan, qu'es lo que yo podré hazer de aquí a siete años, porque no es posible que más de uno o dos no sepamos bien la lengua y sepamos bien toda la tierra, y de allá nos embiarán V. Al. maestros de minas que, con bien been, y en sus reinos a muchos lugares tienen la esperiençia para las minas de diversos metales que tienen en ellos, las cuales todas se labran y son descubiertas desd'el comienço del mundo, y cada día se halla para ellas y sacar los metales d'ellas ingenio bueno y maestros nuevos, y en Vizcaya, donde ay tanta abundançia de fierro, se hallan maestros y minas mejores uno que otro y que lo saven mejor sacar, así que no lo aver es pronto cosa que, si plaze a Dios todopoderoso, V. Al. no pueda esperar y que sea verdad que aya más oro qu'en Vizcaya fierro, qu'esta gente con poco trabajo serán christianos.

Vine de Çibao y hallé que ya avían casi cumplido mi deseo de saber de las cosas de oro, y qu'el tiempo hera bueno y de buena sazón y que tenía aquí estas naos o caravelas y que no hazían nada y que se podría ir a descubrir más islas y tierra firme y cuidar se otros navíos de otras tierras si ubienes hechado acá, para los castigar; y vide que avía dexado grandísima parte de Çibao que yo no avía visto, ni bide que sería bien dexar de dar cavo a saver y fazer todo esto, pues es fázil, e determiné de enviar a Ojeda, el cual avía ido este inbierno a Çibao y traído las nuevas de todo y es persona bien conçertada en todo, a Santo Tomás para alcaide, porque cuando él bino, me rogó que, si la fortaleza se hiziese í o allá, que le dies encargo d'ella; y visto que era razón y por dar exemplo a otros se la di, y con esto, qu'es muy bien abcto para ello y save muy bien tratar a la gente; así que por su dolençia no le llebé conmigo, y agora le enbío con toda la gente que pude fallar sana y sin ronçería, de que tengo aquí la mayor parte, como diré después, que llegarían a treçientas personas, y los enbié con él a Santo Tomás, porque allí los esntresacase a mosén Pedro y baya con ellos toda Çibao y toda la isla, porque bien me atrebería a lo hazer sin peligro notable, y escriviera todo lo que uviere y mostrara qu'estamos poderosos, porque aunque esta gente sea cobarde, bien es amostrar poder; y ellos ya creen que por la mar harán venir V. Al. cuantas caravelas quisieren, porque agora a un año les dixe que vernían con diez caravelas y truxe doze caravelas y çinco naos. Y más fará mosén Pedro, que con esta gente no nos darán cargo los mantenimientos, de que traemos muy pocos, como diré después, y comerán de los de los indios, que son muy muchos y muy buenos.

Y porque no aya razón de enojar a los indios, yo enbié una persona y otra enbió el thesorero con caxcabeles y cuentezuelas y otras cosas, que vayan y conpren todos los mantenimientos que con ellos fueren menester, e otra persona enbió el teniente de los contadores mayores porque en su presençia se compre todo y lo que se resgatare de oro sea ant'él; y enbié alcalde y alguaçil y escrivano, porque, como dixe, yo fallé esta gente nuestra tanto cobdiçiosa qu'es maravilla, y enojan a las vezes a los indios, que no basta castigo que yo les do.

Por esta vía sabré toda esta isla y las tierras d'ellas y lo que en ella ay y la gente y su condiçión. Yo partiré en el nombre de Nuestro Señor el lunes, que serían veinte y uno de abril, y plazerá a Su Alta Magestad de me deparar cosas con que V. Al. ayan plazer y halle algunos mantenimientos. Llevaré bien ochenta personas y mantenimientos para cuatro meses.

Para el gobierno de aquí e fecho y hordenado un consejo, que las personas d'e son éstas: don diego, mi hermano, fray Buil, presidentes; Pedro Fernández Coronel, alguaçil mayor, y a Alonso de Carvajal, regidor de Baeza, Juan de Luxán, criado de V. Al., y el bachiller Gallego, con mi poder y con la isntruçión de que con esta carta va el treslado, porque V. Al. le bea.

Y todo muy paçífico, y la gente toda con mucho amor y de gana de me fazer plazer después del serviçio de V. Al. Y llevaré conmigo al Vernal de Pisa, el cual tengo preso desque yo partí para Çibao en una nao, porque no bastava lo que avía fecho, de que escreví y embié por escrivano público a V. Al. con Torre. Agora nuevamente tornava a hordenar sus maldades, y obró y dixo cosas que meresçían y meresçen gran pena, la cual no le e querido dar por el ofiçio que tiene, antes desde la nao le dexo usar d'él y para ello le doy todos los favores y ayuda que demanda, aunque su propósito no era éste, mas era otro, y venía de allí contaminando.

Yo espero de V. Al. respuesta de lo que yo escreví sobr'ello con Torres, el cual tanbién llevó todas las cartas que de acá se escrivieron, porque V. Al. las viese y tanbién porque no fuesen las nuevas en otros reignos y gentes primero que V. Al., como alguna carta qu'estava hordenada; y venida la respuesta de lo que tengo de fazer d'ese Vernal y ansí lo cumpliré, del cual en breve yo enbiaré a V. Al. todos sus fechos y dichos y hordenamientos por escrivano público; por esto no escreviré d'él aquí nada.

Yo e dado horden cómo se prenda aquel rey o caçique que se llama Caonaboa, el cual dizen que mató a nuestros christianos o algunos d'ellos, de que todos nosotros nos maravillamos de su desdicha, según beemos esta gente cobarde, que beo que biene un hombre y dos solos y dolientes desde Çibao aquí tan seguros como desde Sevilla a Córdova, y los acojen en sus casas y los dan de lo que tienen; y el otro día cuando yo enbié a Hojeda a Çibao, se açertó, de aquella parte del río grande adonde estava gran poblaçión, que venían tres hombres de Çibao para acá y no savían nadar, y se les ofreçieron cuatro indios para los pasar y su ropa, que ansí lo suelen hazer de continuo; y los dos d'ellos, después que fueron al río, se dexaron llevar al río y les llevaron sus ropas; y los nuestros pasaron lo mejor que pudieron, aunque heran dolientes, y no osaron tornar atrás a éstos que les llevavan la ropa, porque vieron el caçique d'esta poblaçión con mucha gente, que iban a donde estos indios de la ropa iban a parar, teniendo que era por mandado del dicho caçique que se avía fecho.

Yo, como lo supe, enbié luego al dicho Ojeda que enbiase hasta diez personas a la dicha poblaçión, porque, si más fuesen, todos fuirían, en espeçial si fueran culpados, y le escreví que con mucha diligençia viese si podría saber la verdad y aver los mesmos malhechores a las manos y los castigase, porque no es bien de les alargar que se abezen y hazer ruindades y honrar a quien bien faze. Y el dicho Ojeda fue en persona con diez hombres, y el caçique, con más de treçientos hombres alliende de las mugeres y moços, que heran más, se ajunctó con ellos en su plaza, como tienen por costumbre.

Y allí conoçió un hombre de los tres que avía perdido la ropa y el indio que se la avía llevado y otro que avía llevado una espada, y supieron qu'el caçique lo avía avido todo, c'así es costumbre entr'ellos de lo dar todo al caçique, porque no tienen bienes propios que yo sepa. Y el dicho Hojeda hechó mano al caçique y fizo hechar mano a los otros dos que avían fecho el mal y a otro hermano del caçique, y los ataron aí, en presençia de todos los otros que digo, más de seisçientas ánimas.

Y me enbió el caçique y el hermano y el sobrino acça atados; y el moço de la espada y al otro tomó, y en medio de la plaza, por ante todos, a un palo que para ello alçaron allí lo ataron y le cortaron las orejas y le dexaron atado. Y estos cuatro hombres nuestros, que me traxeron el caçique y su hermano y su sobrino, pasaron el río y vienieron por otra poblaçión tan grande como la otra y de tanta gente, y el caçique d'ella dizen que hera hermano d'este preso o su pariente muy allegado, y no osó fazer otra cosa salvo tomar una carátula de oro y venir con él acá a traérmela, porque los librase y no les hiziese mal.

Y ansí vino, y yo le hize a éste de la carátula mucha honra, porque yo savía que cuantos iban y benían nuestros de Çibao les cojía a todos su casa y les dava cuanto avían menester, y tanbién el otro día cuando yo pasé el río, él vino con toda su gente sin que yo le requiriese a nos ayudar a pasar con mucho amor; e ansí que yo le hize mucha honra y le vestí muy bien y le di muchas joyas y a los otros dixe mucho mal. Y por hecharnos en cargo este otro caçique, e y a ellos a muestran que, quien hazía bien, que le faría honra, y quien hiziese mal, será bien castigado, mandé plantar tres palos aquí en una plaza y los hize atar a ellos y sacar una espada para los degollar, y el otro caçique se hechó de rodillas llorando por ante mí que no lo matase. Yo se lo di y le di su carátula de oro que no la quise reçibir, porque supiese que por oro que no avía de ser aquel que uviese de dexar la justiçia.

Así que torno a este mi propósito, que todos nos maravillamos cómo estos indios ayan osado matar los dicho christianos que quedaron acá, el cual propósito dixe por los de Cahonaboa, el cual dizen que tiene mucho oro en la tierra adonde vive, y son pedazos grandes, que no los cojen en los ríos, salvo en la tierra adentro escarvando; y por esto quiso ir allí Pedro, repostero, y Escobedo; yo lo traxe a propósito por el oro menudo que les amostrava Ocanaguarí, y que respondió que no lo quería menudo salvo grandes pedazos y que se quería ir a este Cahonaboa, como se fue; y agora he hordenado, que con maña lo tomen; que vaya alguna persona con algún presente a él en mi nombre y le adomestiquen fasta qu'él pierda el miedo, y lo tomen sin muerte, porque sabremos d'él toda la verdad y de toda la isla y del oro y faremos justiçia, como halláremos que combenga.

La tenperança de los aires ya dixe por la otra mi carta cuánto es (?) y la más tenprada que de aires se falla, así de frío como de calor; y oy en día tenemos el mismo frío que teníamos en diziembre, qu'es cosa suave, ni creo que podremos dudar de calor mayaor; y siempre dixe que los cavellos no crespos de los indios, mas antes corredíos, me davan a creer que fuese esta tierra temperantísima, ni jamás ay tormenta en la mar, y di el señal por las yervas y árvoles qu'están inçertados hasta dentro en ella. En diziembre fallamos los árboles d'ellos floridos, d'ellos con fruta y no pocos.

Después hasta agora siempre a sido ese mesmo, de manera que todo el año ay fruta y flores, ni jamás los árboles pierden la foja y continuamente canta el ruiseñor, qu'es señal de temperatísimo aire, y siempre todo el año avemos fallado nidos de aves y paxaricos, d'ellos con huevos y d'ellos con pollos, y ansí en diziembre como agora. Viña ya fallamos harta, y aunque no se labrava, dava el razimo muy grande y los granos gordos, de la cual comí en quinze de março maduros; y figos ay muy muchos, y las figueras no son de la manera de las nuestras como el fruto, mas d'éstos no e comido maduros.

Frutas ay de mill maneras, y todas diversas de las nuestras y del savor, mas no menos preçioso, mas creo que todo es espeçería. Las vegas son aquí tan grandes qu'es maravilla, y las montañas, canpiñas y ríos, y cada mes siempre a llovido y siempre son buenas yervas altas en todo cavo, hasta dentro de las peñas, y espesas como alcaçer en março en Sevilla. Abes ay inumerables y en espeçial papagayos; conejos ay de dos maneras.

La simiente de huerta que acá traximos toda en tres días salieron de la tierra, y de la hortaliza nos aprobechamos a los quinze días, y ansí farían todas cualesquier simiente que se siembren; y no le inpide la saçón porque así siempre es una, como dixe arriba, que hasta oy no e visto mudamiento en nada en diziembre ni otro mes, salvo muy poco en llover, que hera más en henero. Los cuescos todos naçieron a los siete días, y nasçen; los sarmientos que de Castilla acá se truxeron se plantaron y en un mes hizieron algunos pámpanos y razimos en ellos.

La caña de açucar ansimesmo; los melones y pepinos y cohombros en cuarenta días después de sembrados dieron fruto y maduraron, y tenemos cada día d'ellos; y los mejores melones que jamás se vieron fueron sembrados en fin de henero, y en comienço de março los començamos a comer, y tengo por dicho que continuamente todo el año los abrá, y calabazas. De trigo fize sembrar muy poco, porque no teníamos aparejo, y hera inbierno cuando aquí benimos, mas espera un labrador, por una fanega que aya sembrado, çincuenta; el cual trigo tanbién nasçió presto, y día de Pascua se truxo d'él un grande manojo espigado y granado en la iglesia, y ansí de garbanços y havas.

Cosa es maravillossa la fermosura d'esta tierra y la tenperançia y la grandeza, que sin dubda, según los indios me afiguran de grandor y yo beo por la costa de la mar, va casi toda ella a poniente. Puédese creer qu'esta isla es tan grande como España, y mucho lo afirman los grandes ríos que en ella ay, que ya dixe ençima cómo, para ir a Çibao, que a nueve leguas ay un río muy mayor que otro que aya en España. Los pollos que nazen en ocho días fasta doze son grandes para comer y naçen muchos. Los puercos mucho multiplican, qu'es maravilla.

Las cabras y ovejas son pocas y las yeguas no faltan aquí, sino muchos labradores y bestias que puedan labrar, que los cavallos y vestias que acá son en ninguna manera se deven poner a labrar, salvo guardallos, porqu'es acá más un cavallo que una fortaleza, que, aunqu'esta gente sea cobarde, es inumerable, que creo que aya d'ellos cuento de cuentos; y de los cavallos no pueden consigo de los esperar ni tan solamente de los mirar, que, aunque sean tres mill hombres, seguramente puede ir uno de cavallo a ellos, que no le an de aguardar: creen que buelen y fablen y entiendan, y ansí le fablan como a hombre algunas vezes que se fallan que no pueden huir, y por esto yo los tengo acá en gran preçio y les mando mirar mucho lo que puedo. Los mantenimientos acá se nos fazen pocos: ya estamos con gran desesperança que los navíos sean aquí en este mes de mayo; socorrémonos al pan de los indios, y nuestra gente lo faze tan bien como ellos, y save mejor que vizcocho.

Después que e començado a escrevir esta carta me an escripto de Çibao -y venido acá personas- que an andado nuestra gente mucha tierra en Çibao y en todo cavo hallan oro en granos, ansí como yo dixe arriba, y creo que se fallará continuamente; y siempre lo fallan en los arroyos, de que torno a dezir que no naze oro en el agua, salvo en la tierra, y que ligero es quien save de minas luego hallar no una mina, salvo mill minas, aunque a una mina le puedo yo llamar igual o mayor qu'el Andaluzía.

A fee que Nuestro Señor no sin cabsa a amostrado y dado esto a V. Al., y a su tiempo dará el ingenio y manera cómo se saque grandísima cantidad, qu'estos de los arroyos no lo tengo en nada ni me ocupo ni dexo ocupar hasta aquí a coger d'él, salvo ir y ver bien toda la sal y toda la tierra y saber y hollalla toda; y después nos ocuparemos más en ello que viere que sea más serviçio de V. Al.

Tanbién bino un sobrino de Johan de Luxán ayer, el cual yo avía enbiado de la parte de levante de Çibao, y halló una probinçia a que dizen Feyti, y fallaron muy mucha jente y de muy buena conversaçión y muy muchos arroyos y ríos en que ay mucho oro, más que en estos otros arroyos, según él y los que con él fueron dizen, y nuevas qu'en algun lugar en algunas vezes los indios an fallado pedazos tan grandes como la cabeza. No queda más dezir d'este oro salvo que en el otro del otro mundo no aya otro tanto, y que ante de çincuenta años se sacará de aquí tanto que será maravilla, y que ante de los siete, con la ayuda de Nuestro Señor Criador, la cantidad que yo escreví».

Fuente:

http://www.cervantesvirtual.com/historia/colon/doc17.shtml

DOC 4________________________________________________

Relación del viaje a Cuba y Jamaica. Carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos.
Puerto de Santa Cruz -Isabela-, 26 de febrero de 1495.


Christianísimo y muy altos y muy poderosos prínçipes Rey y Reina, nuestros señores:

Yo partí de Cádiz el año pasado de noventa y tres a veinte y seis de septiembre con la armada de naos y gente que V. Al. me mandaron. Y desde las islas de Canarias, donde yo llegué en seis días, llegué a las Yndias en veinte días a las islas de los caníbales, de los cuales tomé y reçiví mugeres en los navíos de otras personas, qu'ellos por fuerça avían allí traído de otras islas con sus maridos, padres y fijos, las cuales no avían comido estos caníbales como a ellos.

De las cuales islas hallé gran número, y todas fertelísimas y hermosísimas, y en todas avía muy muchas 'canoas', que ansí llaman a sus fustas, las cuales todas quebré y destruí. Y después bine por derecho camino a la nobelísima isla Ysavela, así como plugo a Nuestro Señor, de las sobredicha de los caníbales a la villa de la Navidad, la cual hallé quemada y nuestros christianos muertos por discordia que entr'ellos ovo, como yo escreví a V. Al. con la sobredicha armada, la cual torné a enviar a Cádiz, después de descargar la gente y cavallos y maestros de hedifiçios y todos los otros pertrechos y ganado y mantenimiento, debajo de la capitanía de Antoño de Torres, hermano del alma del prínçipe mi señor, con mi instruçión como vi que cumplía al serviçio de V. Al.; con el cual tanbién escreví el hedifiçio d'ella, el cual fue por voluntad divina, porque yo lo avía imajinado de fazer en otro cavo y nunca ovo lugar ni tiempo salvo en este asiento, ni porfié poco con los vientos y tiempo para ello, de que después e sido muy alegre; y doy por ello cada día mil cuentos de graçias a la Santísima Trinidad, en cuyas manos siempre con intençión muy sana se debe de encomendar toda cossa.

Del cual sitio y buena dispusiçión y fuerte escreví muy largo a V. Al., y como es sobre piedra y a la costa de la mar, al pie de una grandísima vega mayor que la de Granada, y que a çincuenta pasos ay una montaña de cantería mejor que aquella de que hedifican la iglesia de Santa María de Sevilla; junto con ella, no más lejos, una montaña de piedra de cal muy fina, y la una y la otra muy pobladas de árboles. Y por la mitad de la vega pasa un gran río, el cual entra en el mar aquí junto con la çiudad, a la orilla del cual se hizieron las huertas, en las cuales todas las simiente naçieron en tres días y se comió del fruto en quinze salvo los melones y calabazas, que tardaron treinta y seis; mas la bondad d'ellos descargó la tardada. Cañas de açucar se plantaron, y en quinze días tenían el hojo más largo de un pie, ansí como los sarmientos, de las cuales alguna al dicho tiempo pudreçió, raçimo de (?).

Trigo no se sembró ni legumes, salvo por primavera, porqu'era ya en fin de henero cuando ovo lugar de entender en ello; y Sávado Sancto, que fue veinte y nueve de março, se truxo un manojo de espigas granadas y maduras y muy grandes, más que las de Castilla, en la iglesia a la santa oferta. (?) o de los garvanços y otros legumes, que todo tenía el grano muy mayor qu'en Castilla. Provado avemos qu'esta tierra da dos vezes al año fruto. Tanbién escreví a V. Al. cómo yo avía enviado a Çibao por dos partes treinta mensajeros, y renunçiaron que en esta probinçia avía oro como en Vizcaya el hierro, y parte d'estos mensajeros enbié a V. Al. porque oyesen todo por palabra, y de los otros que acá quedaron les enbié las cartas que a mí avían escripto del camino, y les enbié el oro que en cada río y en cada cavo avían fallado.

Después de partida la sobredicha armada, que fue a tres de febrero, di toda la priesa que yo pude en fortalezer la çiudad e aparejar las cosas que para la bivienda d'ella convenía; y fecho, a doze días de março me partí con toda la gente que fue menester de a pie y de a cavallo para ir a Çibao, la cual provinçia es al austro diez y ocho leguas travesando esta mesma vega y río, y pasé un puerto, allende del cual travesé otra vega muy mejor qu'ésta quinze partes, en medio de la cual hallé un río muy mayor que otro que aya en España, no tirando Hebro ni Tejo.

En aquel tiempo no avía llovido porque ubiese avenida, como fue después a la buelta, que era tan grande y tan alto y cresçido que por fuerça ni ingenio osava de pasar persona. Y trabesada esta vega fallé otro puerto no más agro y más alto un terçio que aquél de los Figdalgos que yo avía pasado, que era çient pasos y muy más áspero; el cual hize andable ansí como el primero, de los cuales el uno y el otro la desçendida es poca. Y d'este puerto en adelante se cuenta la noble provinçia, por la cual travesé bien çinco leguas, puesto que desd'el comienço en cada arroyo y fuente, de que ay inumerables, fallé oro; cuanto más andava fallava mayores granos, hasta que yo llegué a una ribera grande, adonde yo vi un lugar muy fuerte e idóneo para hazer una fortaleza; y luego lo puse en obra. La cual puesta en buen término, dexé allí alcaide y maestros y gente porque acabasen y que de allí descubriesen toda la tierra d'esta probinçia, la cual es tan grande o mayor qu'es toda la probinçia del Andaluzía, y en todo cavo d'ella ay oro. Después me partí y bine a la ciudad a dar horden a mi despacho para ir a descubrir la tierra firme y correr todas esta mares e islas e poner guarda en todo cavo.

Çibao es nombre de Yndia; quiere dezir en nuestro bocablo 'pedregal'. Es provinçia grandísima y tierra dobladísima, toda montañas y cabezos muy altos, todos o la mayor parte no ásperos y sin árboles, pero no sin yerva por la fertilidad estrema; la cual es como grama y más espesa y más alta que alcaçer en el mejor tiempo del año en una huerta, y en cuarenta días se para alta hasta la silla de los cavallos, y de contino está así verde y espesa, si no es quemada. Debajo de la cual todas estas montañas y cabezos son llenos de guijarros grandes y redondos como en una ribera o en una playa, y todos o la mayor parte son azules. Yo creo que los indios queman mucho a menudo la yerba d'esta tierra, y que a esta causa no aya árboles así como ay en los valles, de que ay infinitos y grandes y llenos de árboles de pinos y palmas y de otras mill maneras.

Esta provinçia es toda tierra muy firme e defensible. Es temperantísima qu'es maravilla. En ella llueve bien a menudo, por lo cual al pie de cada cabezo ay un arroyo grande o mayor, según es la montaña. El agua es delgada, sabrosa, fría, no cruda como otras aguas que dañan y hazen mal a la persona; ésta es sabrosa y de muy buen gusto y quebranta la piedra, de que an sanado muchas personas. En cada uno déstos arroyos y riberas, pequeñas y grandes, se halla oro y todo en grano, dentro o junto con el agua en lugar donde el agua lo lave. Yo creo y tengo por çierto qu'este oro naçe en sus minas en los cabezos o montañas, y que al tiempo del agua la lluvia lo trae al arroyo; y ansí me lo an dicho muchos indios de allí vezinos.

La fortaleza que hize en Çibao llamé de Santo Tomás, y al tiempo que allí estube vinieron muchos indios con gana de caxcaveles y otras cosillas qu'ellos deseavan, de las cuales no se les dava hasta que traían algún oro; y luego qu'esto se les deçía, corrían a la ribera, y en menos de una ora cada uno benía con una foja o un caracol lleno de granos de oro. Y un biejo que paresçía hombre bien asentado me truxo dos granos de tres u cuatro castellanos, de los cuales tan grandes fasta entonzes no avía visto salvo uno, que me dio en presente Guacanagarí, que enbié a V. Al. con el sobredicho Antoño de Torres, allende de otros menudos que entre todos serían (?) marcos más. D'éstos, que ansí enbié, les escreví que eran fundidos, creyendo a un hombre que acá está que se dize Formizedo, de Sevilla, el cual me dezía que savía más en minas y en oro que ninguna otra persona; el cual herró es estos granos que ansí enbié, porque eran de naçimiento y no fondidos, como yo supe después los çierto, y d'este Formizedo que, de todo lo qu'él dezía, e savido y provado que no save nada; tanbién me dixo que con unos granos que con ellos iban de oro más bajo que avían sido falsificados con latón, de qu'él tanbién andava herrado, porque e savido que aquello proçedía de la mina adonde naçía, ni es de creer que los indios, aunque supiesen fundir, mesclasen el latón con el oro, pues que lo tienen con çien dobles más en estima qu'el oro.

Así que, reçibidos los dos granos d'este viejo, y holgué mucho y le dixe a él que aquéllos heran muy buenos, y le di un caxcavel, que cuando lo reçibió, dio un relaso de descanso con mayor contentamiento que otro creo tenía en reçibir alguna buena villa, y me respondió que eran muy pequeños estos dos granos al respecto de otros que se fallavan en su tierra, que era de allí çinco leguas; y diziendo esto miró al suelo y escojió piedras de çinco o seis maneras, diziendo que granos avía fallado mayores qu'ellas: la más pequeña sería como una nuez y la mayor como una gran naranja. Fuése este viejo, y vinieron otros que dixeron otro tanto, y algunos señalavan al grano por forma que bien pesaría media arroba, y no de contino se hallavan estos pedazos salvo a las vezes, aunque ellos poco se estavan a catallos salvo agora, por aver estos caxcaveles y otras cosillas. En fin, llegué a ver allí grano que pesava ocho castellanos, y Pero, sobrino de Juan de Luxán, que yo enbié con çiertas personas a hazer un viaje, allá le certificará que se avía fallado en aquella ribera granos de oro atán grandes como la cabeza de un hombre.

En Çibao en aquel tiempo, que era mediado de março, hallé uvas madura de muy buen savor. Del oro ni de las otras cosas de espeçería ninguna memoria fazen los indios, salvo de lo que ven que pueden aver alguna cosa de latón de nosotros, y esta condiçia les viene de muy mal ralo por no trabajar, porque son perezosos en grandísima manera, como su ávito lo faze magnifiesto, porque en el inbierno faze muy buen frío, y aunque por aquí no aya lana de ovejas, ay mucho algodón por los montes, que aun para sembrarlo no son buenos, de que se podrían vestir y se defender del frío, y andan así desnudos todos como sus madres los parió, como de todo ya escreví largo a V. Al., cuando yo partí para descubrir, y dexé el amboltorio en la Ysavela, porque, si viniesen caravelas o algún navío de los que se esperavan y se despachasen antes que yo bolviese, porque V. Al. fuese de todo bien informado.

Después de buelto de Çibao a la çiudad, que fue Sávado Santo, travajé de conçertar el regimiento d'ella cuanto me paresçía que fuese bien y serviçio de Dios y de V. Al., y hordené consejo, y qu'el padre fray Buil y mi hermano fuesen presidentes; y allende del poder de V. Al. que me dieron, al cual traspasé a ellos para en cuanto yo estoviese en el dicho viaje, le limité muchas cosas particulares las cuales heran neçesarias, de las cuales todas y de la instruçión enbié el treslado a V. Al. en el mesmo enboltorio.

A veinte e cuatro días de abril partí con tres caravelas de vela redonda con buen tiempo en nombre de Nuestro Señor Jhesuchristo al poniente, y en pocos días llegué al muy aseñalado puerto de San Nicolás, el cual está enfrente d'esta isla al cabo de Alfa e O, que es en la Juana, la cual no es isla salvo tierra firme, fin de las Yndias por oriente y comienço navegando por poniente, distinto d'este sobredicho puerto diez y ocho leguas. Y sin entrar en él travesé el golfo y llegué a buenas oras al sobredicho cavo de Alfa e O, y dexé de seguir la costa de la tierra de la parte de setrentrión, por donde el viaje primero yo avía andado, y navegué al poniente corriendo la otra costa de la parte del austro, las cuales costas van así al poniente, desviándose la una del polo ártico y la otra açecándose a él por la fechura de la tierra, que comiença por angosto y se alarga, navegando, en forma de vela de caravela latina.

De la cual costa que ansí iba subiendo al setentrión dexé de seguir porque era inbierno, por el cual themor por ser el primero biaje, buscava yo de fuir del setentrión al austro a la tenperançia, y a esta causa navegué al oriente buscando el fin de la tierra para pasar al austro. Y bien que según mi navegaçión y distnaçia que después yo avía pasado de la espera yo tenía esta tierra por firme, y no isla, yo me dexé creer a la figura de los indios, que la ponían por isla; y según mi albedrío yo estava en la provinçia de Magón, que se comunica con la nobilísima provinçia del Catayo, así como escreví aquel tiempo a V. Al. y fuera yo entonçes d'ellos çierto o agora, cuando cometí el biaje, todavía llevara mi camino a esta probinçia a la çuidad de Quinsay y ver d'ella y de otras tantas se es tan nobilísima y riquísima como se escribe y si tiene la amistad de christianos que se dize agora.

Verdad es que yo partí de la Ysavela con propósito de ir a esta probinçia, mas por el deseo que yo tenía de la isla de Jamaica, por las nuevas que d'ella avían dado los indios, no he inprendido el viaje; ni fuera yo si no creyera que la Juana hera isla, mas pensé que los indios me avían afigurado verdad y que era isla; mas después conoçí que ellos son gente allí que jamás salen de su lugar y creen que todo el mundo sean islas y no saven qué sea tierra firme ni curan salvo de comer y de mugeres; mas pensé ir por esta parte para ir a Jamaica, y que la Juana sería isla y que yo pasaría por la parte del austro al fin d'ella al poniente y dende navegaría a setentrión y al poniente fasta hallar el Catayo.

Y ansí seguí al mesmo viaje y descubrí y fui a la isla de Jamaica en breves días, a Nuestro Señor sena dadas infinitísimas graçias, con muy próspero viento, y dende bolví a la tierra firme y seguí la costa d'ella al poniente LXX días fasta que tomé la buelta por temor de los vientos, porque no mudasen, y por la gravísima navegaçión que yo fallava por el poco fondo con navíos grandes y muy peligroso navegar por tantas canales, adonde se acaeçió muchas vezes me quedar los navíos todos tres en seco, qu'el uno no podía ayudar al otro, y otras bezes que no faltava más de un cobdo de agua, y por fuerça de cabestrante y anclas pasava adelante por fuerça, y no menos a la ida como a la buelta, porque yo avía determinado con la esperança de Nuestro Señor de andar tanto adelante, que yo estoviese muy cierto que yo estava en la tierra firme y pasado todas las islas y çertificar que la Juana no es isla. Y a mi bien determiné la buelta, porque se me avía perdido gran parte de los mantenimientos, que se avían bañado del agua del mar cuando los navíos davan en seco, que a las vezes estavan para se abrir del todo; ma yo llevava maestros y todos otros aparejos para los adovar y tornar a fazer de nuevo, si menester fuese, y andava muy bien probeído de todo. De tal manera me bi en tiempo y voluntad que, si yo toviera mantenimiento, yo provara de bolver a España por oriente biniendo a Ganges, dende í al Signo Arábico y después por Etiopía.

Abasta que, después de andado trezientas y veinte y dos leguas a cuatro millas cada una, ansí como acostumbramos en el mar, del cabo de Alfa e O, y pasado islas inumerables, de las cuales el fin del viaje avía yo anotado seteçientas de las mayores, me bolví e no por el camino por donde avía andado, como más largo diré abajo; en el cual cabo de Alfa e O puse colunas con cruz en nombre y señal de V. Al, por ser el estremo cabo de oriente de la tierra firme, ansí como tiene en poniente el cavo de Finisterre, qu'es otro cabo estremo de la tierra firme a poniente, en medio de los cuales amos cavos se contiene todo el poblado mundo, sacado la Ysavela con otras islas de los caníbales y otras pocas.

Partí en nombre de Nuestro Redentor jueves, veinte e cuatro de abril, de la Ysavela, y el martes siguiente llegué al cavo de Alfa e O, que son (?) leguas de cuatro millas cada una, y con muy buen tiempo navegué al poniente corriendo la costa de la Juana la cual me queda aún a mano derecha de la parte del setentrión, fasta un singularísimo puerto que yo llamé Grande; la entrada d'él es la avertura de una peña no más que de çincuenta pasos en ancho, y tiene doze brazas de siete palmos cada una de fondo, y dentro d'esta boca ay no más de sesenta pasos; de longura y anchura para estar todas las naos del mundo.

Desde el cabo de Alfa e O fasta este puerto es toda la tierra montañosa, no estéril ni despoblada de árboles y yervas, aunque no son tan altas y verdes como en otros cavos que fasta aquí en las Yndias e visto; por ventura aquella sazón del año causava que paresçen se como en noviembre las sierras de Castilla, bien que yo e esperimentado yo esto, que dos vezes en el año los árboles y yervas aquí dan fruto, y allí en este tiempo todos los árboles heran sin fojas, y grande cantidad vi déllos con flores y fruta, de los cuales suvía a la mar un olor suavísimo. En este sobredicho puerto ninguna poblaçión avía, así como en toda la costa, y lugo que yo entré en él vi a mano derecha muchos fuegos junto con el agua y un perro y dos cámaras sin persona alguna. Desçendí en tierra y vi más de cuatro quintales de pezes en asadores al fuego, y conejos y dos serpentes.

Y allí muy açerca bi en muchos lugares presas al pie de los árboles muchas serpientes, la más asquerosa cosa que hombres vieron: todas tenían cosidas las bocas salvo algunas, que no tenían dientes; eran todas de color de madera seca y el cuero de todo el cuerpo muy arrugado, en espeçial aquél de la cabeza que le deçendía sobre los ojos, los cuales tenían benenosos y espantables; todas estavan cubiertas de sus conchas muy fuertes, como un pece de escama, y desde la cabeza fasta la punta de la cola por medio del cuerpo tenían unas conchas altas y feas y agudas como puntas de diamantes.

Mandé tomar todo el pescado para refresco de la gente, y después con las barcas de los navíos andube buscando el puerto, y de cavo bi en un cerro mucha gente, todos desnudos, como en estas partidas andan. Hízeles señalar que se allegasen, y a cavo, de buen rato se acercó uno d'ellos aí ençima de una peña; y fablado que ovo con este indio que yo traigo, qu'es Diego Colón, uno de los que fueron a Castilla, el que ya save fablar muy bien nuestra lengua, luego se allegó a las barcas y llamó a todos los otros, que serían setenta, y me dixo que su rey, o caçique a quien ellos llaman, los avía enviado allí a pescar y caçar estas serpientes, porque quería fazer una fiesta. Y fízele yo dar caxcaveles y fízele yo dezir cómo avía mandado tomar todo el pescado y no otra cosa, y por ello le dava aquellos caxcaveles y otras cosas. Holgaron mucho cuando supieron que las serpientes quedavan, y respondieron que todo fuese en buena ora y que en la noche pescarían más. Y el día siguiente antes del sol salido di la bela y seguí mi camino al poniente, siempre prosiguiendo la costa de la tierra, la cual siembre andava mejorando en hermosura y más poblada.

El tiempo era, a Dios sean dadas infinitísimas gracias, muy bueno. No quise detener al llamado de nadie, que todos corrína tras nosotros por las playas, llamándome e amostrándome el pan y las calabazas de agua, llamándonos 'gente del çielo que fuésemos a sis casas'; y toros en 'canoas', que ansí llaman a sus barcas y fustas, y otros nadando me seguían. Y el viento hera fresco, y yo lograva, porque las cosas de la mar no tienen haz, que muchas vezes por un día se pierde un viaje, y ansí navegué fasta un golfo adonde avía infinitísimas poblaçiones y las tierras heran que todas pareçían huertas, las más hermosas del mundo, y toda tierra alta y montalla de acá adentro. Sorgí allí, y la gente de toda la comarca luego vinieron, y traían pan y agua y pescado, qu'esto es lo que tienen en estima.

Y luego en amaneçiendo partí el día siguiente, y andando fasta el cavo de la Espuela determiné de dexar este camino y esta tierra, y navegar en busca de la isla de Jamaica al austro y al sudueste. Y así plugo a Nuestro Señor que, a cavo de dos días y dos noches, con muy próspero tiempo llegué a la dicha isla a dar en medio d'ella, la cual es la más hermosa que ojos vieron. Ella no es montañosa, y llega la tierra que paresçe al çielo, y es muy grande y mayor que Seçilia, que tiene en el çerco ochoçientas millas.

Es toda valle ultra modo, que ansí a la lengua de la mar como a la tierra adentro está llena de poblaçiones y muy grandes y no lexos una de otra un cuarto de legua. Tiene canoas más que todos los otros indios que yo aya visto, y las más grandes; y 'canoas', como dixe a V. Al., son sus fustas y sus barcas. D'ellas son muy grandes y d'ellas no tanto; son todas de un trozo de un árbol, y aquí y en todas las Yndias donde e estado cada caçique señaladamente tiene una, de que se preçia como un prínçipe faze de una nao grande, y ansí la trae labrada la popa y la proa y la portada a lazos e fermosura; y en estas grandes van sus personas y en las pequeñas exerçitan la pesquería; d'estas grandes e medido que llegan fasta noventa y seis pies de largo y ocho de ancho.

Llegué aquí a Jamaica, y luego salieron bien sesenta canoas todas cargadas de gente y vergas una legua en la mar en son y forma de pelear. Y cuando vieron que yo no dava por ellos y seguía todavía el camino de la tierra, ovieron miedo y se bolvieron fuyendo; y yo tube forma de aver una d'ellas con la gente, y yo les di vestidos y otras cosas qu'ellos tienen en gran preçio, y después les di liçençia.

Y después fui a çorgir a Santa Goloria, que así le puse nombre a este lugar por la estrema fermosura de la tierra, porque ninguna conparaçión tienen con ella las güertas de Valençia ni de otra parte que buenas sean; y esto no es en un solo valle ni en poca instançia, salvo en toda la isla. Ansí dormí allí, y en amaneçiendo levanté las anclas para ir a buscar puerto çerrado para desplanar y adovar los navíos, en que se avían descubierto grandes aguas. Y andando cuatro leguas al poniente vi uno singularísimo, al cual enbié la barca para ver la entrada, ansí como yo suelo en cada uno, otrosí para ver si avía fondo o si es limpia de baxas. Salieron a ellas dos canoas con mucha gente y le tiraron mucha baras y vergar, mas luego fuyeron después que ovieron resistençia, y no tan presto que no reçibiesen castigo.

Y después que yo ove çurgido, vinieron a la playa tantos d'ellos que cubrían la tierra, todos teñidos de mill colores, y la mayor parte hera de prieto, todos desnudos ansí como andavan; traían plumas en las cavezas de diversas maneras, y traían el pecho y el vientre cubierto de fojas de palma, dando la mayor grita del mundo y tirando baras, aunque no nos alcançavan. Yo tenía neçesidad de agua y de leña aliende de adovar los navíos, y tanbién bi que no hera razón de dexarlos con esta osadía, por otras vezes que puede acahezer en otros viajes. Armé toda tres barcas, porque las caravelas no podían llegar adonde éstos estavan por el poc fondo, y primero porque se conoçiesen nuestras armas y (?) saltar con ellos en tierra, porque adonde ay muy pocos entre inumerables (?).

E yo temiendo sería peligro, porque muchas vezes e visto, amostrando una espada a esta gente, la toma por el filo sin pensar que ofende, ansí que tanta muchedumbre, aunque d'ellos se matasen infinitos, sería peligro grande, dispuse primero que cobrasen miedo, y a esta causa, después que yo bi qu'estava bien picados de vallestas, y ellos fuyeron que no espera hombre ni muger en toda la comarca, un perro que yo llevava les hizo gran daño: muy gran guerra haze acá un perro, tanto que se tiene a presçio su compañía como diez hombres, y tenemos d'ellos gran neçesidad. No quise quemar las casas d'esta gente, que allí avía muy muchas. Y el día siguiente, antes del sol salido, bolvieron seis d'ellos a la playa llamando que no me fuese, porque todos aquellos caçiques de la comarca me querían ver y traer pan y pescado y frutas; y ansí lo fizieron de manera que toda la gente refrescó muy bien e estuvieron muy abundosos todo el tiempo que yo allí estuve, y quedaron ellos muy contentos con las cosas que yo les di.

Navegué treinta y cuatro leguas al poniente fasta el golfo del Buen Tiempo, adonde me tomaron los vientos contrarios para seguir la costa adelante, e yo, por no perder tiempo y conoçiendo ya esta isla y su sustançia y visto que no avía oro ni metal, que toda la tierra por más que oro la tengo, como diré después, fize el viento contrario bueno y bolvía a la Juana tierra firme, con propósito de seguir la costa d'ella que yo avía dexado, hasta ver si era isla o tierra firme. Y fue a demandar una provinçia a que llaman Macaca, qu'es muy hermosa y poblada, y fue a çorgir a una poblaçión muy grande, el caçique de la cual luego me embió buen refresco e a dezir que ya me conoçía por oídas del primero viaje que yo avía estado de la otra parte del setentrión d'esta tierra, y que conocía al padre de Ximón, aquel indio que tenía el prínçipe mi señor, de que yo me maravillé mcuho. E yo entré en la barca y fui a tierra, y después de le dado muchas cosas que tienen en preçio, le pregunté si esta tierra hera isla; y él con otros muchos viejos que con él allí estavan respondieron que sí, mas que era tierra infinita de que nadie no avía visto el cavo d'ella al poniente. Gente hera ésta muy mansa y desviados de malos pensamientos. Ay diferençia d'ellos a los de todas las islas, y eso mismo en las aves y alimañas, que todas son de mejor conversaçión y más mansas.

Navegué el siguiente día, que fue quinze de mayo, al setentrión declinando al norueste siguiendo la costa d'esta tierra, y a ora de vísperas vide muy lejos qu'esta costa bolvía al poniente. Yo desde entonzes llevé aquel camino, aunque la tierra no me quedase a mano derecha; y esto fue porque me faltava el fondo. Y otro día al salir del sol miré de ençima del mástel del navío y vi la mar cuajada de islas a todo los cuatro bientos, todas verdes y llenas de árboles, la cosa más fermosa que ojos vieron. Temía de navegar entr'ellas por las baxas y porque an menester mill vezes cada día los vientos todos, porqu'el canal de la una no conforma con aquél de la otra.

Quisiera pasar al austro y ver si pudiera navegar al poniente y dexar estas islas a mano derecha, mas yo me acordé y tengo notiçia que toda esta mar es ansí d'ellas hasta el trópico de Capricornio, y entonzes yo estava açerca de aquél de Cancro; determiné de andar adelante y seguí mi intinçión de no dexar de la vista de la tierra firme. Cuanto más andava, desubría más islas, que día se hizo que anoté çiento y setenta y cuatro. El tiempo para navegar entr'ellas me lo dio Nuestro Señor siempre a pedir por la boca, que corrían los navíos que paresçian que bolavan.

Llegué a posar día de Pentecoste a la costa de la tierra firme en un lugar despoblado y no por destenperançia del çielo ni esterilidad de la tierra, en un grande palmar de palmas que paresçían llegavan al çielo.

Allí a la orilla de la mar en la tierra salían los ojos de agua en el alto con ínpetu más de un pie, cuando la marea era de creçiente, atán fría y sabrosa, la mejor que hombre vieron; y este frior no es salvaje, como otros que dañan el estómago. Descansamos allí en esta yerva con estas fuentes y al holor de las flores, que allí se sentía maravilloso, y a la dulçura del cantar de los paxaricos, tan suave y de tantos, y a la sombra d'estas grandes palmas y fermosísimas. Vi allí señal de gente y ramos de palmas cortados. Y después de aver descansdo un poco entré en las barcas y fui a ver un río que me quedava al levante media legua, y fallé el agua d'él estar tan caliente qu'escasamente se çofría la mano en ella.

Andube por él arriba bien dos leguas sin hallar gente ni casas, y siempre en la tierra hera aquella fermosura y los palmares grandes y verdes y en ellos infinitas grúas atán coloradas como escarlata, y en toda parte el holor de los árboles y flores y el cantar de los paxaricos, que era cosa maravillosa; ni menos este holor ni cantar hallé en todas las islas falladas, las cuales no ove lugar de nombrar cada una por su nombre, porque eran infinitas; mas en general las llamé a todas el Jardín de la Reina.

El día siguiente, estando yo muy ganoso de aver lengua y saber d'esta tierra, vi una canoa de gente que andava a caça de pezes; caça le llaman ellos y yo, porqu'es ansí la forma, porque tienen estos caçadores çiertos pezes amostrados, los cuales son ansí de fechura de congrio, y los traen atados por la cola con un cordel muy cumplido. Y estos pezes tienen la cabeza larguilla, toda llena de fosas ansí como de pulpo, y es muy osado, qu'él acomete a cualquier otro por grande que sea y se le apega con la cabeza en el lugar más ofensible, y no le despegará d'él antes que mueran. Y ansí los caçadores lo hechan al pez que quieren, y él es muy presto y se le apega adonde yo dixe, y después tiran por el cordel y sacan el uno y el otro hasta la lumbre del agua, adonde la matan y prenden con mayor cuerda.

Así que estos caçadores estavan muy desviados de mí, e yo les enbié las barcas armadas y con arte porque no se les fuyesen a tierra; y llegados a ellos, les hablaron estos caçadores de lexos como corderos sin maliçia, diziendo que se detuviesen con las barcas, porque tenían uno d'estos pezes pescando en el fondo a una grande tortuga, hasta que lo oviesen recogido en la canoa; y ansí lo hizieron. Y después tomaron la canoa y ellos con cuatro tortugas, y cada una tenía cuatro cobdos en largo, y los truxeron a los navíos y me dieron nuevas de la tierra y de su caçique, quéstava allí muy çerca, que los avía anbiado a pescar, y me rogaron que fuese allá, porque me faría gran fiesta.

Diéronme todas cuatro las tortugas, e yo les di muchas cosas, con que fueron muy contentos. Preguntéles si esta tierra hera muy grande, y me respondieron que no tenía cavo al poniente y era cuajada de islas. Diles liçençia, y ellos me preguntaron cómo yo me llamava, qu'ésta es la costumbre que tienen en cuantos cavos yo boy, y después bolvieron a su exerçiçio, mas primero me dieron el nombre de su caçique sin que yo se lo preguntase, honrándose d'ello, que así lo hazen en todo cavo.

Partí de aí por de dentro d'estas islas en las canales más nabegables siguiendo el poniente, y siempre no me desviava de la tierra firme, y con buen tiempo, a Dios sena dadas infinitísimas graçias. Y andando muchas leguas hallé una isla más grande y al cavo d'ella una grande poblaçión. Y bien que yo llevase muy buen tiempo, determiné de surgir y fue a tierra, mas no fallé persona alguna, porque todos avían huido. Gente sería que se governava de pescado; infinitas conchas de tortugas tenían muy grandes por aquella playa. Haí fallé todos juntos bien cuarenta perros no grandes y muy feos, como criados a pescado, ni ladravan, y supe que los indios los comen, y aun de nuestros christianos los an porvado y dizen que saven mejor que un cabrito.

Muchas garzotas mansas y otras avezillas tenían allí estos indios. Partí yo de allí sin le tocar en nada, y luego hallé otra isla muy mayor, mas no curé salvo de llevar mi camino a unas montañas altísimas de la tierra firme, qu'estavan de mí catorze leguas; y allí fallé una gran poblaçión y bien tratábiles, y nos dieron mucho refresco de pan y fruta y agua. Preguntéles si esta tierra es mucho adelante al poniente; respondió el caçique, el cual hera hombre de bien, viejo, con otros de su tiempo, qu'esta tierra hera grandísima, que jamás avía oído dezir quién la supiese el fin; más adelante sabría nuevas de la gente de Magón, de la cual provinçia ellos estavan comarcanos.

Navegué el siguiente día al poniente, siguiendo siempre la costa d'esta tierra. Y andando muchas leguas, simpre por las islas, más grandes y no tan áspera, llegué a una sierra muy alta y grande, que andava muy mucho por la tierra adentro, atanto que no pude ver el fin d'ella; y d'esta parte de la mar d'ella avía poblaçiones infenitas, de las cuales luego vinieron a los navíos gente infinita con fruta y pan y agua y algodón hilado y conejos y palomas y de otras mill maneras de aves cantando por fiesta, creyendo todavía que yo venía del çielo ansí como en todo otro cavo; y aunqu'este indio que yo traigo les dixese que "de Castilla", creían y creen qu'es çielo y que V. Al. está en él.

Llegué aquí una tarde y, de tanto como yo avía andado en poco agua, allí no pude fallar fondo, y el venteçillo de la tierra me hechava fuera, que yo deseava estar allí un día y ver bien toda esta tierra: Hornofay se llama la provinçia. Estuve a la cuerda allí tada una noche pairando, que no me paresçió un abrir de mano por el suavísimo olor que de la tierra venía y el cantar de los paxaricos y tanbién de aquél de los indios, qu'es muy contentable.

Estos me dixeron cómo allí adelante hera Magón, en la cual provinçia toda la gente tenía cola, y que a esta causa yo los hallaría todos vestidos; y no es ansí, mas éstos desnudos hordenaron esto de aquellos que andan cubiertos, burlando de aquéllos que andan bestidos; tanbién me dixeron cómo adelante avía islas inumerables y pocos fondos, y qu'el fin d'esta tierra hera muy lexos, atanto, que en cuarenta lunas no podría llegar al cavo. Y dixeron verdad de la inumerables islas y poco agua; mas yo creo que llegaría a la tierrra en menos tiempo qu'ellos dezían, bien que se deve entender que sobre el andar de sus canoas hazían congetura, y no saber que una caravela andaría en un día con buen tiempo más qu'ellos en siete.

El día siguiente el veinto hera bueno, y yo cargué las velas, andando muy gran camino siempre por esta mar hasta adonde poder saltar en tierra de los navíos. No fallava fondo: Todo de un golpe entré en una mar blanca como leche y espesa como el agua en que los çurradores adovan los cueros, y luego faltó el agua y quedé en dos brazas de fondo.

El viento era muy mucho y yo estava en un canal muy peligroso para bolver atrás ni çorgir con los navíos, porque no podía virar sobr'el ancla la proa al viento ni avía fondo para ellos, porque siempre andava arrastrando la quilla por el suelo. Anduve ansí por esta canal de adentro d'estas islas diez leguas a mi albedrío hasta una isla, adonde yo hallé dos brazas e un cobdo de agua y largura para estar las caravelas. Allí sorgí y estuve con grande pena, pensando me sería de fuerça dexar mi empresa y que no era poco si yo bolviese adonde yo avía venido; mas Nuestro Señor, que siempre me a fecho mill merçedes muy aseñaladas, me dio esfuerço y puso en voluntad que yo seguiese adelante el camino.

El día siguiente enbié una caravela pequeña a tentar el fondo de toda aquella mar allí çerca y a ver si hallava agua dulçe en la tierra firme, de que tenían todos los navíos grande neçesidad. Bolvió con la respuesta que, a la orilla de la tierra, avía un lodo muy alto e hasta dentro en la mar grandes piezas la arboleda, tan espesa, que no entraría por ella un gato; y que avía andado por esta costa mucho y que en toda la mar avía hallado canales y el mesmo fondo que yo avía traído e yo avía visto de ençima del mástel del navío: a todos los vientos lamar toda cuajada de islas y todas ansí blancas; y la tierra firme, que a la orilla de la mar hera la arboleda muy espesa en gran manera y durava de ancho como muro de çiudad un cuarto de legua, y que todos estos árboles heran en el agua, y junto con esta arboleda avía tierra alta y llena de palmas y otros árboles muy fermosos, y avía prados y campos: duraría el anchor d'esto cuatro leguas, y en lugar, çinco, siempre ansí al luengo de la costa de la mar; después avía tierra muy alta y muchas montañas en ella, todo muy fermoso y berde; y vio muchas ahumadas y grandes fuegos. Determiné de seguir adelante y navegué ansí entre estas canales entre estas islas, las cuales heran más ásperas que en el Jardín de la Reina, y ansí llenas de árboles verdes y hermosos, y de aves.

Y navegué así al nurueste fasta que llegué a una punta muy baja con los navíos en seco; y dentro d'esta punta la tierra boja al oriente, y se descubría al setentrión montañas muy altas lexos d'esta punta veinte leguas, y entremedias limpio de islas, que todas quedavan al austro, e el poniente tenía por viento bueno e ya hallaba tres brazas de fondo. Determiné de tomar el camino d'estas montañas, alas cuales no pude llegar fasta el día siguiente, que fue a çorgir a un palmar muy fermosos y grande, adonde yo hallé fuentes de agua dulze muy buena y señal que allí avía estado gente.

Acaesçió qu'estando aquí forneçiendo los navíos de leña y agua, y un ballestero que avía caçado se halló entre muchos indios que, según él dixo, sería bien treinta, y qu'el uno de ellos traía túnica blanca hasta los pies, y que se halló tan de súpito sobre él y sobre desacuerdo, que pensó que era un fraile de la Trinidad que yo traía; después binieron a él otros dos con túnicas blancas que llegavan debajo de la rodilla, los cuales heran tan blanco como nosotros en la color. Entonçes él ubo miedo y dio bozes huyendo a la mar. Vido que los otros se descubrieron y que aquél de la túnica cumplida venía tras él llamándole, y qu'él nunca escuchó, sino fuyendo se tornó a las barcas y me hizo relaçión d'esto. Y enbié luego gente allí adonde él avía visto esto, por ver si podía aver allí fabla con esta gente, porque, según la relaçión d'este vallestero, éstos no venían por fazer mal, salvo por aver fabla con nosotros.

No hallaron a nadie aquellos que yo enbié, puesto que fueron muchos por la tierra adentro, de que me pesó harto, porque yo quisiera aver fabla con ellos, que yo ya avía pasado tantas tierras que no avía visto gente ni poblado. Comprehendí qu'éste d'esta túnica hera señor o 'caçique' d'ellos, el cual vibiría mucho la tierrra adentro, porque todas estas tierras, como yo dixe, son anegadas y llenas de árboles junto con la mar, e allí adentro son muy fermosas tierras, aunque allí adonde yo estava hera playa y tierra enxuta y lindos palmares e aguas muy buenas, e nos abrían visto venir de la mar en fuera, y se abría açercado a la ribera de la mar por saber de nosotros.

El día siguiente, con el deseo que yo tenía de saber nuevas qué tierra era ésta, enbié veinte y çinco hombres bien armados que aduviesen ocho o diez leguas la tierra adentro fasta fallar gente, que creo que a menos de çinco abría poblaçiones, según las ahumadas que yo vía. Y andando un cuarto de legua hallaron una vega que andava de poniente al levante al luengo de la costa, y por no saber el camino quisieron atravesar la vega, y la yerva era tanta y tan alta entretexida, que nunca pudieron andar adelante y se bolvieron acá cansados, como si anduvieran veinte leguas, y me renunçiaron que era inposible andar la tierra adentro por allí, porque no pudieron fallar camino ni bereda. El otro día torné a enbiar a otros al luengo de la playa para ver si topava con alguna bereda que anduviese la tierra adentro; fallaron rastros de vestias grandísimas de çinco uñas, cosa espantable, que juzgavan que fuesen de grifos o de otras vestias, e juzgavan que fuesen leones. Tanbién éstos se volvieron atrás. Aquí falle muchas parras muy grandes y muy fermosas, cargadas de agraz, que cubrían todos aquellos árboles, que era cosa de maravilla.

Tomé d'ellas y de la tierra del fondo d'esta mar blanca para enviar a V. Al., y ansí le enbío en una espuerta de agraz e trozos de parras en un barril de la tierra del fondo de la mar blanca. También allí avía muchas frutas aromáticas, como en los otros lugares deonde yo fue, de las cuales no e procurado poco para secar e enviar a V. Al., mas nunca se a podido fazer, porque no a avilidad en los navíos. También fallaron estos hombres que yo avía enviado grúas mayores dos vezes que aquéllas de Castilla.

Visto que yo avía dexado la punta del Serafín, donde la tierra boxava al poniente, y avía atravesado a las montañas al setentrión, no quise que me quedase dubda en estas tierras de la punta del Serafín si andaría mucho al levante y faría isla toda la tierra que yo avía pasado. Navegué de aí donde yo estava al oriente por la mesma costa fasta que yo vi que la una costa y la otra se ajuntavan y hazían allí seno. Bolví la mesma costa atrás otra vez al poniente, u aunque yo traía los navíos y la gente muy cansada, propuse de navegar al poniente fasta unas montañas que yo avía visto lejos de mí, de adonde tomé agua, el treinta y çinco leguas. Y andando las nueves fallé en una playa dos casas, y tomé el caçique d'ellas, el cual, como ignorante e persona que no avía salido de allí, me dixo que, allende de aquellas montañas, que paresçía que era la mar muy fonda y boxía al setentrión muy gran número de jornadas.

Levanté las áncoras y seguí mi camino muy alegre, pensando que sería ansí como me avía dicho, y andando otras (?) leguas me fallé anbaraçado entre mucha islas e muy poco fondo, de manera que yo no hallava canal que me consintiese andar adelante. Mas a Nuestro Señor le plugo a remediar mi deseo y, al cavo de un día y medio, por un canal muy angosto y bajo por fuerza de anclas y cabestrantes andube pasando los navíos por la tierra en seco casi media braza fasta aver andado dos leguas , adonde yo fallé dos brazas y media de agua, en que navegavan los navíos; y andando más adelante fallé tres brazas.

Y allí vinieron muchas canoas, y la gente d'ellas me deçía que, allende de aquellas montañas, reinava un rey que me pareçía qu'ellos dezían por maravilla el modo y forma de su regimiento y de la gente; dezían de su estado y que tenía infinitas provinçias y que se llamava "Sancto", y traía túnica blanca que le arrastrava por el suelo. Holgué mucho, pensando que yo podría llegar a él, mas según yo comprehendo, estava mucho la tierra adentro.

Y ansí llevé el camino siguiendo la costa de la mar, siempre no más de tres brazas de fondo. Y después de navegado cuatro días y pasado las montañas, que me quedavan muy mucho al oriente, y siempre fallando la costa de la mar anegada y arboleda espesa, como dixe, y que hera inposible entrar por ellas, y que yo estava metido en un seno, porque otra bez la tierra, del austro, bojía al oriente, vi unas montañas muy altas allí adonde esta tierra hazía cavo, lejos de mí veinte leguas, pues que la mar no bogía al setentrión ni hera de muy grandísimo fondo, como el caçique avía dicho.

Al cual torné a repreguntar por qué me mentía, y él dixo que los avía oído dezir que las costa de la tierra que yo seguía que no iría yo al cavo en çincuenta lunas. Navegué por dentro de muchas islas, y al cavo de dos días con sus noches llegué a las montañas que yo avía visto, y hallé que era un Cheroneço atán grande como aquél de la Aurea o como la isla de Córçega. Çerquéle todo y nunca pude halla entrada para ir en tierra adentro, porque era así la costa llena de lodo y de los árboles espesos como de las otras que arriba dixe, y las ahumadas heran en la tierra adentro muy grandes y muchas.

Estube allí por esta costa siete días buscando agua dulze, de que yo tenía neçesidad, de la cual fallé en la tierra de la parte del oriente en unos palmares muy lindos. E allí fallé nácares grandísimos; perlas debe aver allí, si se continuase la pesquería. Después que yo ove tomado el agua y leña, navegué al austro siguiendo la costa de la tierra firme fasta que me llevava al sudueste y paresçía que avía de llevar este camino gran número de jornadas; y al austro vía toda la mar cuajada de islas.

Ya aquí estavan los navíos muy desconçertados por las muchas bezes que avían dado sobre los bajos y quedado en seco, y tanbién tenía todas las cuerdas y los aparejos muy gastados y la mayor parte de los mantenimientos perdidos, en espeçial el vizcocho, por la mucho agua que fazían los navíos, porque eran muy desmanchados, y toda la gente estava muy cansada y temerosa, aunque d'esto mucha esperança tenía yo en Dios que nos traería a salvamiento.

Y visto que yo avía pasado desd'el cavo de Alfa e O justo mill y duzientas y ochenta y ocho millas, que son treçientas y veinte y dos leguas, y avía anotado infinitas islas, acordé de tomar la buelta y no por el camino que yo avía traído, y tornar a Jamayca, a que nombre de Santiago le avía puesto, ya dispuesto de acavar de rodear toda la parte del austro, porque yo avía andado a rodear toda esta isla Ysavela toda la parte del austro, que yo no avía visto, y qu'estando al cavo de la isla del poniente, si pudiese, adovar allí los navíos y correr al oriente todas las islas de los caníbales y descubrir otras. Y allí di la buelta al austro, pensando poder pasar por de dentro de unas islas que allí estavan, en las cuales nunca hallé canal, y me fue por fuerça de bolver atrás por un brazo de mar, por donde yo navegué hasta la punta del Serafín a las islas donde primero avía çorgido en la mar blanca.

Después que ove pasado las casas del caçique que arriba dixe en una jornada, una mañana antes qu'el sol saliese bi benir de la mar en fuera el camino de la tierra más de un çiento de cuervos marinos todos juntos; y porque yo otro tanto nunca vi en cuanto aya andado por la mar, lo cuento por maravilla. Y el día siguiente vinieron a los navíos tantas mariposas, que escureçían el aire del çielo, y duraron ansí fasta la noche, que lo estruyó una gran agua y estorbonada que vino.

Tanbién cuando yo dexé la tierra donde deçían qu'estava el rey 'Santo', para ir al Cheroneço, a que de Sant Juan Evangelista puse nombre, vien que yo en todas aquellas mares uviese visto infinitísimas turtugas, en estas veinte leguas la mar era muy cuajada d'ellas, grandísimas, atantas que paresçía que los navíos se encallarían en ellas. Tiénenlas los indios en gran preçio y por muy sanas y sabrosas, y nosotros no las tuvimos en menos.

Después que yo partí del Evangelista, navegué por un brazo de mar Blanca, como es todo lo otro de allí, e muy profundo. En cavo de muchos días llegué a las islas adonde yo avía çorgido en la primera vez en la mar Blanca, que fue más milagro de Nuestro Señor que saber ni ingenio de hombre.

Y dende vine fasta la porbinçia de Hornofay con no menos peligro que yo avía pasado, y allí sorgí en un río y forneçí los navíos de agua y leña para navegar al austro y no bolver por donde avía venido y dexar el Jardín de la Reina a mano izquierda, si otras islas no me lo inpidiesen. Y ansí fue, aunque no pude pasar sin comunicar a muchas islas, que hasta entonzes no avía visto. Aquí en esta probinçia es la tierra montañosa, como yo dixe arriba, fertilísima, de gante mansa en grande manera y muy abundosos de fruta e de sus viandas, de que de todo me dieron muy grande parte; e eran suavísimas y aromáticas.

Allí nos truxeron tanbién infinitísimas aves y papagayos, y los más eran palomas muy grandes, tan asbrosas como las perdizes de Castilla; fazíalas yo abrir por ver qué tenían en el pao, así como a los pezes que llí en el navío se matavan, y fallava a estas palomas el papo lleno de flores que olína más que si fueran de naranjo. Allí mandé dezir missa y plantar una alta cruz de un gran madero, ansí como yo acostumbrava hazer en todo otro cavo idógeno adonde yo e estado y ando.

Domingo cuando se dixo la missa y yo desçendí en tierra, adonde primero avía mandado hordenar una iglesia al caçique de aquí, que paresçía hombre muy honrado y señor de mucha gente, cuando yo desçendí de la barca, me vino a tomar por la mano, e un hombre muy biejo, de más de ochenta años, que benía con él al lado, me tomó por la otra mano; traía este viejo un ramal de cuentas de piedra mármol al pescueço, las cuales acá en todo cavo tienen en gran preçio, y un çestillo de mançanas en la mano, el cual luego me dio en presente como desçendí de la barca.

El, con todos los otros, ansí desnudos andan como nasçieron, ansí como en todo otro cavo que yo aya hallado. Y después este caçique con este viejo y toda su gente tras nosotros me llevaron así por las manos hasta la iglesia, adonde me dieron lugar que acavase mi oraçión. Y después el viejo propuso su raçonamiento con muy buen paresçer y muy buena osadía.

El intento fue cómo él avía savido cómo yo avía corrido todas las islas y tierra firme, la cual hera aquélla en que nosotros estávamos, y que yo no tomase banagloria, puesto que toda la gente oviese miedo, porque yo hera mortal como todos los otros; y de aquí començó con palabras y señas afigurando en su persona cómo nos naçimos y teníamos ánima y mostrando el amor que tenía con el cuerpo, y que del mal de cada miembro ella era la que se dolía, y al tiempo de la muerte al despedimiento d'él sentía gran pena, y qu'esta ánima iba al Rey del çielo o en el avismo de la tierra, según el bien o el mal que avía obrado en el mundo. Y porqu'él conosçió que yo gustava y avía plazer de oílle, (?).

Respondíle yo con interçesión d'este indio que yo tengo conmigo, qu'es de aquellos que fueron a Castilla, como yo dixe arriba, el cual entiende muy bien nuestra lengua y la pronunçia y es muy buena persona, que yo no avía fecho mal a nadie salvo a los malos, mas antes fazía bien y honra a todos los buenos, y qu'esto hera lo que V. Al avían mandado. Y él respondió con maravilla a este indio: '¿Cómo? ¿Este almirante a otro señor obedeze?' Y él respondió: 'A el rey y a la reina de Castilla, que son lo mayores señores del mundo'.

Y por aquí les començó a contar todas las cosas de Castilla, de las çiudades, de las iglesias, de las casas grandes y de la nobleza de la gente, de las fiestas y justas qu'él avía visto, del correr de los toros, de las cosas de las guerras qu'él avía savido. Todo lo recontó muy bien, en forma que holgó muy mucho el viejo y se determinó de venir a ver a V. Al., mas por la mujer e hijos que lloravan, por piedad dexó la empresa, y no le quise tomar por fuerça como a otro mançevo, el cual tomé mucho sin escándalo de la tierra; el cual con el caçique que tomé en Sava anbío a V. Al., que aunque esta gente sean desnudos y parezca al huir que devan ser salvajes y vestias, yo les çertifico que son agudísimos y huelgan de daver cosas nuevas como nosotros.

Ellos, luego que yo llego a alguna poblaçión, vienen a los navíos con sus canoas para reconoçernos como avisados, y la primera fabla es fazernos saber cúyos son y el nombre de su caçique, teniéndolo en gran cuenta e recontando su grandeza y su estado, y después preguntan por el nombre del caçique de los navíos; y savido, replícanlo el uno con el otro muy muchas vezes, porque no se les olvide, y después preguntan cómo llaman a los navíos y si venimos del çielo; y aunque se les diga que de Castilla, todavía queda asentado en sí qu'este reino es en el çielo, porque no tienen notiçias salvo de gante desnuda salvando a los de Magón, a los cuales ponen por tacha qu'el bestir es porque tienen cola, como dixe arriba. Ya yo dixe cómo estos caçiques no tienen bienes propios y que ansí me lo avían dicho, porque la tierra es tan grande y tan fértil, que sobrara aunque ubiese çien vezes otros tantos.

Bien podrá ser que, fuera de la ribera de la mar, que la tierra adentro que abrá otro regimiento, como avemos leído y se deve creer la mayor parte, mas yo no me e querido detener en ningún cavo a enviar a otra tierra salvo correr la costa de la mar cuanto yo puedo, porque, después de savida la mar y la costa d'ella, buscaremos y entraremos en la tierra y partiremos de nuestra casa con tal propósito y adereço, porque abremos visto de la mar el lugar donde nos parezerá de gastar el tiempo. Verdad es que si yo fuera de la parte del setentrión, como yo fue del austro, fazia el Catayo, que trovara provinçias fermosas.

Yo gastaré algún tiempo en enbiar gente la tierra adentro, e si en la costa no fallara lo que se escribe en las istorias d'esta probinçia de hedefiçios reales y de fertilidad de la tierra, que yo agora e comprehendido harto, y sobre todo por qué dizen que los anteçesores d'este enperador enbiaron a Roma que les enbiasen doctores que les enseñasen nuestra sancta fee, porque se quería tornar christianos con su gente, y darle la enbaxada de V. Al.

Partí de la probinçia de Hornofay del río de las Misas y navegué al austro por dexar el Jardín de la Reina a mano izquierda, por el peligro de la navegaçión que yo en él avía pasado, y andando días (?) no sin pasar islas, de las cuales con las otras que yo vi a la ida, que fueron inumerables (?), bine a tener a la porbinçia de Macaca por causa de los vientos que me resurtieron. Y allí en toda la probinçia me reçibieron muy bien y me dieron refresco de las cosas que tenían.

Después partí con próspero viento y bolví a la isla de Santiago, a que los indios Jamayca dizen, a çurgir en el mesmo lugar de donde yo avía partido cuando yo dexé la isla y vine a la tierra firme, y allí entré en un golfo muy grande, a que yo llamé Buen Tiempo, y de allí navegué al poniente hasta que yo llegué al cavo de la isla, y dende al austro fasta que la tierra boxía al oriente. Y ansí al cavo de (?) días bine al monte Christalino, y de allí a la punta del Farol y a la baía, qu'es más a levante honze leguas de adonde hizo fin la isla sobredicha.

En este camino ovimos çiertos dias de viento contrario (?) e vemos qu'el común navegar de un día natural sean duzientas millas, que son çincuenta leguas, y un día grande setenta leguas. D'estas jornadas muchas (?) acavado el viaje.

Y no parezca maravilla que navegando se pueda albitrar el camino muy çierto, mas ante se prueva por muy verdadero, porque muchas vezes se vuelbe a la isla o tierra de donde la persona partió y no con el mesmo viento ni tiempo, salvo muchas vezes muy contrario y adverso, y aquí consiste el saver del maestre y el remediarse al tiempo de la tormenta, ni tenemos por buen maestre ni piloto aquél que, aunque aya de pasar de una tierra a otra muy lexos sin ver señal de otra tierra alguna, que yerre diez leguas, aunqu'el tránsito sea de mill, salvo si la fuerça de la tormenta no le dexe usar el ingenio.

No me alavo ni digo que se me tome por çierto el camino pasado el otro viaje primero que V. Al. Me embiaron a las Yndias, que en la mesma moche que prometí grande dádivas, (?), porque fue milago de Nuestro Señor porque quiso dar todo esto a V. Al., que yo corrí aquella noche con demasiado viento fasta tres leguas y media cada hora, y a las honze de la noche ya pasadas yo fui el primero que vi la lumbre en la tierra de la isla de Sant Salvador, que fue la primera que acá fallásemos, y gané la merçed que V. Al. avía prometido por esto al primero que viese la tierra; y fuera yo agora este viaje que vine con la armada grande la segunda vez la primera persona que vido la isla Dominica en el término de los caníbales, si el camarero no fuesra causa de engaño, el cual, rogado de mi piloto que yo tenía, le amostrava mi carta de marear y cuántas leguas cada día yo apuntava, y dixo que me avía oído dezir a fray Buill que avíamos (?).

Ansí qu'el domingo al alva, yo durmiendo por el trabajo de la noche que avía pasado, porque yo continuamente suelo de velar la mayor parte d'ella, miró este piloto como quien andava sobr'el aviso, y la vido y cuando yo despertava para mirar en ello. Hízele piloto mayor en nombre de V. Al., porque sea exemplo a todos los que navegan, y tengan gana de servir bien y ver y mirar y velar, que aquí va el fecho de la marenería, y tanbién le di diez mill maravedíes que yo avía prometido al primero que viese tierra. Después agora, por discordia que ubieron, supe cómo ansí engañosamente me tomó el aviso.

Torno a mi propósito de la isla de Santiago, a que los indios de Jamaica dizen, y digo que tienen el çerco de dentro grandes millas, que son çien leguas, y qu'es de muy linda fechura así de la mitad de una çidra que se abra del pie de la flor, y es más larga de oriente a oçidente que ancha de setentrión en austro, ansí como todas las islas que acá en la Yndias e hallado.

Es mayor que Seçilia y mucho más tierra, porque es altísima y toda muy probechosa y muy mejor en fertilidad. De la temperançia del çielo e de la tierra todas las frutas que nazen en ella que son sin número, de manera que todas me paresçen aromáticas y más sabrosas que acá aya fallado; dexo la noble Ysavela, que a todas las islas del mundo en todo lleva ventaja y no poca.

Populatísima es la isla de Santiago ultra modo, abundosos bien de sus viandas. Yo la andube toda a la redonda y no vi sola una legua de tierra estérile, salvo muy fermosa, ansí en agosto como en mayo, que fue la primera bez que fue a ella; en el un tiempo y en el otro siempre me paresçió de una manera en todo cavo poblada de poblaçiones grandísimas, que paresçía cada una como un real muy grande, y todas situadas en alto y no a la ribera de la mar, como en todo otro cavo. Es tierra altísima, que pareze que llega al çielo, como yo dixe ençima. No es montañosa, salvo de la más linda fechura del mundo. Comiença juncto con la mar por bajo; ba cresçiendo en espérico, y se sube al como que paresze que va por llano; verdad es que la parte del austro es la tierra más alta y doblada.

Allí ay una montaña altísima, a que yo llamé Christalino, muy más alta que la isla de Tenerife en las Canarias con gran parte, mas ésta es verde fasta en çima; creo que llega afuera d'este aire turbulento: no paresze el colmo d'él salvo a tiempos çiertos, cuando los vientos nos vienen de aquella parte, que destruye todas la nuves y niebla. Navegando yo a esta parte del austro fui a çurgir una parte en una baía, adonde allí y a la comarca avía muchas poblaçiones. El caçique de una muy grande poblaçion, que allí muy çerca en un alto estava, vino a los navíos y truxo muy buen refresco. Yo le di las cosas que me paresçio que le agradavan.

Quiso él saber de dónde yo benía y cómo me llamava; yo le respondó como hera enviado de V. Al. a honrar mucho a los buenos y destruir a los malos. Holgó mucho y se apartó con el indio que yo traigo, el cual le contó muy largo las grandezas y grande estado de V. Al. y muy mucho por menudo, que, como dixe, ellos son todos gente que muy bien lo interrogan y se huelgan muy mucho de oír cosas nuevas. Ansí qu'estuvo él allí fasta la noche, y el otro día, que yo ya andava a la vela con poco viento, me alcançó él con tres canoas, y benía tan conçertado que no es de dexar de contar la forma del estado que traía.

Una de las canoas hera muy grande, atanto como una gran fusta, y muy pintada; allí vanía su persona y la muger y dos hijas: la una hera de hedad de diez y ocho años, femosísisma; desnuda del todo como acostumbran, y onestísima; la otra hera más moça, y dos hijos muchachos, çinco hermanos y diez y ocho criados. Los otros todos devían de ser vasallos. Venía él con muy buena horden; traía en su canoa un hoombre como alférez; éste sólo benía en pie en la proa de la canoa con un sayo de plumas coloradas de la mesma fechura de cota de armas, y en la babeza un gran plumaje que paresçía muy bien, y traía en la mano vandera muy larga y angosta de algodón texida, y hera blanca sin señal alguna. Dos otres hermanos venían con la caras pintadas de colores de una misma guisa, y cada uno traía un gran plumaje de fechura de çelada, y en la frente una tableta tan grande como un plato, pintada así la una como la otra de una mesma obra y color, que no avía diferençia, ansí como en los plumajes y otra lebrea; traíen éstos en las manos dos juguetes con que tañían.

Y avía otros dos ansí pintados en otra forma; éstos traían dos trompetas muy labradas a pájaros e otras sotilezas; no eran de metal, salvo de évano negro muy fino; cada uno traía un sombrero muy lindo de plumas verdes y muy espesas y sotil obra y no blancas, como otros seis que venían todos juntos en guarda de las cosas de su cámara.

Y él traía al pescuezo una joya de alambre de una isla qu'es aquí en esta comarca, que se llama 'guaní', qu'es muy fino, atanto que pareçe oro de ocho quilates; hera de fechura de una flor de lis y grande como un plato; traíala al pescueço con un sartal de cuentas grandes de piedra mármol, que tanbién tienen en gran preçio, y en la cabeza traía una guirnalda de piedras menudas y coloradas puestas en horden, y entremetidas algunas blancas mayores no sin razón adonde bien paresçía; una joya grande colgava sobre la frente, y a las orejas le colgavan dos grandes tabletas de oro con unas sarticas de cuentas de mármol menudas; y otras sarticas allí traía de cuentas menudas, mas verdes; y traía un çinto que, aunqu'él anduviese desnudo (?) de la mesma obra de la guirnalda y todo el otro del cuerpo descubierto, e ansí la muger salvo un solo miembro, que de una cosilla no mayor que una flor de naranjo, que de algodón para ello fazen (?); traían a los brazos, junto con el sobaco, un bulto de algodón hilado enbuelto, que benía en semejanza de los palaçes de los jubones antiguos de los françeses; no hera este bulto atán grande como el otro que traía debajo de la rodilla en cada pierna. La hija más fermosa toda andava descubierta: un solo cordón de piedras muy negras y menudas solamente traía çeñido, del cual colgava una cosa de fechura de una oja de yedra, de piedras verdes y coloradas y pegadas sobre algodón tejido.

La canoa grande venía en medio de las otras, mas como un poco de abentajada delante. Y luego que llegó este caçique al bordo del navío, començó de dar a los marineros y gente a cada uno cosas de su manera. Hera muy de mañana, e yo estava reçando apartado algunas deboçiones que yo hallo que me aprovechan, e no vi tan presto las dádivas ni la determinaçión de la benida d'este hombre; el cual luego entró en la caravela con toda su gente; y cuando yo salía, él ya tenía anbiados los vasallos de bolviesen las canoas a tierra, y ya estavan muy lejos.

Y luego qu'él me vido, vino a mí con cara muy alegre, diziendo: 'amigo, yo tengo determinado de dexar la patria y irme contigo a Castilla y ver el rey y la reina y al prínçipe su hijo, los mayores señores del mundo, los cuales tienen tanto poder que ayan sojuzgado acá tantas tierras, y que tú le ovedezes y vas por su mandado todo este mundo, como yo e savido d'estos indios que contigo traes; y que en todo cavo están las gentes de ti tan temerosos, y a los caníbales, qu'es gente inumerable y ferozísima, le as destruido las canoas y casas y tomado las mugeres y fijos y muerto d'ellos los que no fuyeron.

Yo sé en cuánto en toda esta isla de Jamayca, qu'es mundo donde ay gente sin cuento, como la vista te amuestra, toda temblava cuando te vieron con estos navíos, que no quedó mugeres ni niños ni hazienda en las casas que todo no trasmudasen en las sierras y cuevas. Descansaron cuando te vieron partido, aunque no sanará el dolor tan presto a la gente de Caboni por la muerte de sus parientes y maridos, que torpemente te salieron al opósito sin considerar tu osadía, que viniste del otro mundo a estas partes, que no podía ser salvo con demasiado esfuerço.

Refresco después a esta gente el cuidado después que otra vez a esta tierra bolviste, bien que ya toda la gente está contenta, porque tus obras les an criado amor y todos te an dado las voluntades, e yo más que ningún otro. Y por esto me muevo a venir a tu compañía y a la obediençia del rey e de la reina del mundo a Castilla'.

Todo esto dezía así con tan buen conçierto, que yo estava maravillado. Cuando acavó de hablar, el viento, que avía llevado lexos de tierra (?). Aposentélo con toda su casa, y se açertó qu'el viento en aquel tiempo se mudó en tiempo contrario para seguir mi viaje, con el cual porfié gran parte del día y siempre tomé la buelta de la mar, fasta que las hondas cresçieron muy grandes. Travajavan los navíos y la gente e tomé en la buelta de la tierra, porque la razón de la navegaçión ansí lo demandava.

Y en este tiempo cobraron estas mugeres tando miedo, que llorando pidieron al marido y padre que se bolviese a su casa fasta que yo bolviese allí a la tierra, e que de aquella bez quedavan en conoçimiento de la mar y de lo que para ello hera neçesario y lo ternían aparejado para cuando viniese, e que mirase qué gran pena les fazía dezir esto, pues qu'él bien savía que ellas heran las más ganosas de venir a Castilla. Sintió el marido de la muger e hija e más aún de un mochacho de seis o siete años, su postrero fijo, el cual nunca dexava los brazos, y por esto acordó de bolver a su casa, creyendo que de muy breve yo sería allí de buelta.

Dióme muchas de aquellas sus cosas que allí traía en señal de cavallería, e yo no le dexé ir descontento: mandéle amostrar cuanto yo traía, y después d'él tomado todo lo que le bien pareçió y quiso, yo le di un presente de todas las cosas que me paresçería que le avían agradado; y a la muger y a las fijas hize otro tanto, e a sus hermanos e a todos los otros suyos di cosas nuevas.

Quisiera yo que la fija mayor se bistiera, y la madre dixo que no, porque no lo acostunbravan; ésta, después que entró en el navío, se asentó a las espaldas de su padre y madre, qu'estavan juntos, en un rincón y se encojó toda ençengida con los brazos y cubierto el pecho, y la cara siempre metida sobre las piernas, que no la amostrava sino por maravilla; en todo el día dixo palabra, salvo que siempre estuvo ansí honesta y continente. Mandéles llevar a tierra, como ellos lo demandaron.

Llevó el caçique y todos por el consiguiente gran pena por la ida, e yo no quedé sin ella, porque quisiera muchoqu'él biniera a V. Al., porqu'éste hera propio para les fazer saber todos los secretos y cosas de la isla porqu'él hera hombre de buena hedad y buen seso. Cuando él se iba, él llevaba la muger del brazo, y el otro más viejo, su hermano, del otro, y los otro cuatro hermanos, los dos más viejos de la misma guisa llevavan a la fija, y los dos ant'ella, que çertifico a V. Al. que en forma parezía bien e estado.

Después que los vientos me dieron lugar, bine mi camino al oriente fasta una punta que yo llmé del Farol, qu'es el fin d'esta ista de Santiago de aquella parte del oriente; del cual yo partí en nombre de Nuestro Señor lunes, diez y ocho días de agosto, con razonable tiempo.

Y navegando siempre al levante, miércoles a las tres oras después de mediodía, mirando al setentrión descubrí una tierra altísima y grandísima lexos de mí diez y seis leguas, al camino de la cual tomé la buelta. Llegado a ella hallé que hera la isla Ysavela del cavo oçidental d'ella, a que yo llamé de Sant Miguel, el cual avista de la isla de Jamaica al poniente treinta y una legua. Después determiné de navegar al oriente y descubrir toda la parte d'esta isla al austro, que hasta aquí no avía visto.

Plugo a Nuestro Señor de me dar tan buen tiempo como yo avía menester, porque todos los navíos me andavan a fondo del agua por los travajos que avía pasado, y toda la gente estava muy cansada, que yo ya era açerca de çinco meses que jamás avía descansado una ora y llevando muy mala vida por los mantenimientos que avíamos perdido. Y así al cavo de (?) días llegamos al fin de la isla con muy próspero tiempo a pedir por boca, allí en el puerto de Santa Cruz, el cual es muy bueno, remedié los navíos lo mejor que pude u esforzé la gente que fuésemos a correr todas las islas de los caníbales, pues ya estávamos tan çerca, y que en ellas hallaríamos de comer.

Y llegados a la isa de San Juan Baptista todo de golpe me derribó una dolençia que me quitó todo el seso y entendimiento, como si fuera pestilençia o modorra. Los maestres y pilotos y toda la gente acordaron de venir luego a más andar para la çiudad para mi remedio, y ansí çesó la mi enpresa de descubrir las otras; de la cual enfermedad hecho culpa a los estremos travajos y peligros d'este viaje, que e sentido más de veinte y siete años pasados que e continuado a la mar.

Una pena llevava yo de mí, que no ay tan esforzado que no reçiba la muerte, u después para traer los navíos y la gente toda a salvamento, de la cual pena no sentía menos que de la mía, porque me paresçe que traigo vitoria cuando torno en salvamento.

Desveléme mucho de día y de noche, tanto que no podía conçevir un sueño, y en estos treinta días postreros no dormí salvo çinco oras, que en los últisimos ocho días no dormí salvo tres ampolletas de media ora cada una, en tal manera que yo quedé medio ciego, y en alguna oras del día del todo. Espero yo en Nuestro Señor qu'él me librará por su misericordia.

La temperançia del cielo aquí en todas estas islas y tierras es tal y tanta, que no la creerá nadie (?) sino la primavera y el inbierno tiene aquí, mas no grave; comiença cuando en Castilla, con aguas y mesmos tiempos; dura hasta el mes de henero, mas no ay nieves, y cuando después (?) el verano, sin demasiado calor, como cuando el inbierno de frío.

Ni por el un tiempo ni po el otro los árvoles dexan la foja; continuamente las yervas y flores tienen fruto, y los paxaricos nidos y güevos y pollos. Todas las simientes de huertas están prósperas en el creçimiento, y aun otras legumes dos vegadas en el año se cogerán si se siembran, e esto yo aseguro a toda otra fruta, doméstica y brava: tanto es el buen espeto del çielo y savor de la tierra.

El ganado y aves cosa es de maravilla cómo multiplican y se fazen grandes las gallinas: cada dos meses sacan pollos, y en diez o doce días son comederos. Los puercos, de treze hembras que truxe, ya ay atantos que andan bravos por las montañas. La yerva todo el año está como alcaçel en marco.

Engaño en verdad a V. Al. dixo una gente perdida que acá vinieron y al mundo con quien hablaron. Gastaron a dados y a otros malos vizios mortales aquello que les quedó desde la muerte de sus visabuelos, y agora que no hallavan tierra que les sostenga, cometiron este viaje con juramento y engaño y con pensamiento de cargar luego de oro aquí a bordo de la mar, sin travajo ni pena, y se volver a su exerçiçio. Y esto no fue menos religiosos que seglares: tanto los çegava la mala cobdiçia; ni quisieron creer a mí, que en Castilla les pronunçiava que para toda cosa avía trabajo.

Fengido pensavan que yo les dezía: atán metidos estavan en la abariçia. Pudiera ser que se salieran a su intento si se çufrieran laborando, mas su peresça y malas costumbres no les dio lugar a que virtud amostrasen. Los más d'ellos querían dar cuenta de todas las Yndias y en espeçial d'esta isla, que boja más de dos mill y cuatroçientas millas, que son seiçientas leguas; y pruévase acá que los más d'ellos nunca fueron lexos de la çiudad tiro de una lombarda.

Torno a dezir de la temperançia estrema e d'esta isla en espeçial, que, a ser de mano, no podría tener todo más cumplido: espeçería de mill maneras, que nunca se llevó a nuestras partes; algodón y todas otras cosas de simiente naçería y daría fruto que sería maravilla. Todo lo causa la fertilidad de la tierra, que su (?) lo comen. Guerras no ay entr'ellos salvo por mugeres.

Cruelísimos son cuando an vitoria de los enemigos: que mugeres, fasta los niños despiernan. Las aguas son tantas y tan sabrosas que no se ha visto las parejas; ríos infinitos, que yo ya sé cuatro mayores que Hebro ni Texo; montañas altísimas muchas, oro e alambre.

Buelvo a la temperançia y digo qu'esta çiudad dista que su línea equinoçial veinte y çinco grados, y a la parte más austrual de la isla diez y ocho grados se le faze hazia el polo ártico fuera. Del Ocçiedente de Tolomeo al cavo de Sant Rafael, qu'es fin d'ella y será el oriente, dista por aquel paralelo (?) grados. O mejor puedo dezir y más aseñala famosa: estando yo en el puerto de Santa Cruz, qu'es allí viente y nueve leguas más al austro, a 14 de setiembre d'este presente año de 1494 años vi eclisar la luna çincuenta y dos minutos de ora después de media noche, ni andava yo por entonçes sobr'el aviso con todos los estrumentos que para la çertificaçión de la ora y punto cumplía.

No digo del otro eclise que fue en el mes de março pasado, de qu'estava yo tan ganoso: no se nos amostró por la çerrazón del çielo, que toda aquella noche volvió y fizo gran escurana, y no como agora, que fe muy claro.

D'este cavo al oçidente 700 leguas açerca está el Evangelista Cheroneso, la postrera tierra de la firme qu'este presente año al poniente dexé descubierta, e al oriente es la isla de San Juan Baptista con todas aquellas de los caníbales, en que ay (?) leguas tiene en luengo. Más de diez oras de distançia tenía yo de Cáliz, cuando, en la mar blanca navegando, salía el sol en Sevilla después de dos oras cuando yo sentía noche y la vista del sol me dexava.

Esta carta escreví en el puerto de Santa Cruz, qu'es junto con el cavo de Sant Rafael de la Ysavela de la parte del Oriente, porque creía que podía fallar navíos que bolverían a Castilla; y por vida y por no los detener me aperçeví porque V. Al. fuesen avisados, cuya vida y muy alto estado guarde y prospere la Santa Trinidad a Su sancto serviçio por siempre jamás. Fecha a 26 de hebrero de 95 años».

Fuente:

http://www.cervantesvirtual.com/historia/colon/doc19.shtml

DOC 5___________________________________________

Carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos.
Vega de la Maguana -La Española-, 14 de octubre de 1495.


Christianísimos e muy altos e muy poderosos prínçipes rey e reina, nuestros señores:

Con Antoño de Torres yo escreví a V. Al. cómo esperava en nombre de Nuestro Señor Todopoderoso de ir y estar todo este verano en ver las tierras d'estas islas por la mayor parte d'ellas, en espeçial la provinçia de Çibao por causa de las minas del oro, y dar horden para que se labrase[n] en ellas y pasar allí donde vivía aquel grande caçique Cahonaboa y travajar que ovedeziese a V. Al., porque me paresçió qu'era verdad que en éste consestía todo lo d'esta isla, no porque no aya otros mayores y tan grandes caçiques, mas no ninguno, mas d'este, en la guerra ni osado ni atrevido. Y dixe que, si con él no pudiese aver conçierto, que le faría todo el mal que pudiese, porque, allende lo que yo digo (que) en él consiste (todo) lo de la isla, mató a 20 christianos el primero viaje durmiendo seguros en sus propias casas por roballos, aunque otros indios me dixeron qu'él fue engañado por otros caçiques que, por matar y robar los otros christianos qu'estavan en la isla, enbiaron a dezir a él que los christianos no avían ido a su casa salvo por le matar y robar las mugeres; y él lo creyó ansí que entr'ellos lo acostumbravan, y en especial los prinçipales.

Y ansí partí en nombre de Dios, luego que ove despachado el dicho Antoño de Torres, en el mes de março, aunque yo no estava del todo bien libre de la enfermedad que ove cuando vine a descubrir la tierra firme; y así partí para ir a Sancto Tomás y acordé de llevar el camino por la Vega Real arriba, por ver e sentir de Guarionex, el cual (es) uno de los tres caçiques mayores de la isla porqu'él me avía enbiado muchas vezes presentes e a dezir que le plazía de fazer todo lo que yo hordenase, y era enemigo d'este Cahonaboa, y (a) esto también, porque no se conformase[n y] con otros caçiques para (ir) contra nosotros.

Y así plugo a Nuestro Señor que me esperó, que, aunque me enbiavan presentes, tienen cobrado un tan grande temor que no osan esperarme y se fuyen a las agras sierras. Ni yo les hize jamás mal, antes les enbío dádivas y halagos a sus criados y a su gente cuando me los embían, ni e usado crueldad con nadie. Todo esto es voluntad de Dios (y) milagro evidente, porqu'es çierto que ay aquí tanta gente que, en nombre de dezir, que sólo con el soplo, si ellos osasen, nos hechasen sin tocar de los pies hasta Castilla, ni son de poco ingenio ni fuerza ni rudos en pelea. Tenía yo [y] por esto proveído con tiempo, que hize formar a un indio de[l]los que llevé a Castilla [e], aunqu'él no sea d'esta tierras, hize que Guarionex casara con él a una su hermana, y éste le asentó muy mucho.

En todo el tiempo que yo fue no esperavan, salvo que yo tenía primero derramado mucha gente por los términos de la tierra donde él vive. Esperóme y dixo que quería ser mi hermano, lo cual nunca él avía alargado a nadie, y hizo grandes fiestas. Al cavo de ocho días fui mi camino a Sancto Tomás y tuve forma de prender çiertos caçiques prinçipales de Çibao, porque avían provado a matar de nuestros christianos. Y estando en esto, ove cartas de una compañía de nuestra gentes, la cual [avía] enbiado a ver todas las sierras y tierras hazia la otra parte de la isla, y me dezía cómo avía venido a parar donde vivía Cahonaboa y le avían movido y fecho determinar a benir a la Ysavela, diziéndole que yo le faría grandes fiestas y daría grandes dádivas.

Plúgome de la enpresa, porque sabía que la tierra donde él bivía hera lexos bien setenta leguas y en lo más fuerte y mejor de la isla, una vega toda ferrada de grandísimas [sierras] que, aunque se le ganase la tierra, que jamás se podría aver su persona. Tenía yo d'esto mucho cuidado y ello, porque todos los prinçipales de la isla miravan a lo qu'este Cahonaboa haría, y no tenía[n] ningún miedo, antes esfuerzo en él, porque avía muerto los christianos. Abasta que, estando nuestra gente con él inportunándole por la venida, en aquel tiempo llegaron mensajeros de otros muchos caçiques d'esta comarca a le rogar que nos biniese a hechar de aquí.

El cual vido buen tiempo de dezir a nuestra gente que le plazía de la venida y a los mensajeros de los otros tanbién, salvo que primero quería procurar esto, disimulando de venir en manera de amigo y ver si le saliría por este modo bien su enpresa. Y a Nuestro Señor no plugo que le aconteciese salvo de todo mucho al contrario: quedó él preso y [de toda su gente y] después toda su gente de la tierra donde él vevía, como yo diré después a su tiempo.

Después d'esto fecho me bolví a mi empresa para andar todas las tierras de las islas que yo pudiese, y hallé toda la parte la tierra muy destruida de mantenimientos, y tanto[s], que eran muertos inumerables indios de hambre, que una compañía de nuestros christianos, que yo avía enbiado a la otra parte de la isla porque viesen la dispusiçión de la tierra y los caminos, avían estado diez y seis días que no comieron salvo frutas y yervas, y que en la Ysavela no avía de nuestros mantenimientos salvo para los enfermos y otra poca de gente, ni (?) en todas las plantas ni los sembrados, ni podía ir yo a Çibao, porqu'esta probinçia hera más necesitada que todo otro cavo y en quien más gente hera muerto.

Y mueren [por qué mueren] porque luego que nos venimos aquí a esta tierra, procuré saver [en] esto del oro más que en otra cossa, e como [es] esta provinia d'ello la madre, hize edificar allí esta casa de Sancto Tomás; y los indios que allí estuvieron destruyeron ellos mesmos todos los panes, creyendo que por la hanbre dejaría la tierra, y dexaron de coxer oro y usaron, y oy día usan, de todo lo que pueden porque no falle[n] más ni aya d'él. Después que vieron que yo todavía estava firme, acordaron de plantar y sembrar toda la tierra, porque se morían de hambre, y entonçes no les acudió el agua del hielo, y quedaron tan perdidos y se murieron y mueren qu'es maravilla, que otra cosa no comían ni comen salvo pescados e unas raízes salvajes de la isla. Allí en la tierra adonde vive Guarionex, qu'es en la Vega Real a las faldas de Çibao, en medio del corazón de la isla, fallé que avía pan, y él me proveyó muy bien y a toda nuestra gente.

Y visto que yo no podía salir de allí ni ir a parte ninguna de la isla por esta neçesidad que yo digo, y visto cómo hera lugar tan idóneo y bueno y en medio de la isla en tan buena comarca, y visto que la creençia de los indios era que yo con todos los otros, vien que ansí andoviésemos por la tierra, que muy presto partiríamos para Castilla y que no teníamos para otra cosa aquellas naos e no teníamos aquí las mugeres y fijos, e porque yo tenía mucha gana que se dexasen d'este pensamiento y se determinasen de se dar con toda ovediençia a V. Al. y les dar tributo, determiné de hazer allí una fortaleza serca de Guarionex al pie de Çibao; y está ella en buen término e es la mejor cosa que ayamos fecho así de obra como en probecho; e soy bien çierto que, si V. Al. la viese, le paresçería bien, que, como digo, está en Çibao al pie de la Vega, y veen d'ella todo a la redonda cuanto los ojos pueden alcançar; biene una fuente en el patio que hecha un chorro de agua como el brazo, de la mejor del mundo, y se puede fazer subir bien tapias en alto. Llamamos a esta casa de Santa María de la Conçebiçión.

De aquí adonde ay minas y ríos de oro no ay más de tres u cuatro leguas, y fasta Santo Tomás nueve, e en medio del camino de la Ysavela ay una mina muy grande y muy señalada que nuevamente avemos descubierto y fallado, de la cual diré después a V. Al. más largo. Esta es casa tan alegre y de tan buenos aires y lugar tan templado qu'es maravilla, y se puede hazer tan fuerte para entre christianos que no la aya la semejante en el mundo y con tantas buenas co[m]marcas. Este hedifiçio y el desfazer de las naos, las cuales heran ya viejas e innabegables, avía quitado a los indios la opinión de me ir a Castilla; con todo no çesan de preguntar a los nuestros por ello.

Estando así en esta obra, el deseo de saver bien esta provinçia de Çibao y provar de saver este fecho del oro de contino me dava molestia. Determiné de imbiar algunas cuadrillas con [d]el pan que allé en la Conçebçión, para acavar de andar e esplorar toda la provinçia de Çibao. Fallaron en todo cavo que avía oro, más en un lugar que en otro, como se deve de creer de tanta tierra.

E yo tanbién fui en persona en parte d'ella y fallé la mina del cobre, de adonde salió el grano que yo enbié a V. Al., y otro que tengo que pesa más de cinco arrobas. Fallé otras muchas [señales] de oro a las cuatro leguas, de adonde salió un grano que pesa veinte honzas. Sobr'esto de buscar del oro me pusieron los indios todos los inconvinientes que pudieron; e yo, visto que por causa de los mantenimientos a aun por no tener las personas y aparejos (?), disimulé con ellos y vi que ninguna cosa ay de que tanto se agravien y ayan enpacho como de nosotros ir a sus casas. Les dixe que yo me dexaría de cavar las minas, si me querían dar en nombre de V. Al. cada cuatro lunas llenas la mitad de un caxcavel lleno de oro cada cabeza; y ellos dixeron que los plazía.

An començado, mas aunque algunos lo puedan cojer en tres días, la hambre es tanta que ninguno lo pueda proseguir. Yo hize esperimentar si hera posible si en tres días lo pudieran cojer, y fallé que algunas personas, que vien savían cogello, cogen lleno un caxcavel en que avía más de ocho castellanos; verdad es que ay lugares y caçiques donde no tienen tan buenos ríos y tan [buen] aparejo como otros. Concluí con ellos que me darían el dicho caxcavel a las cuatro lunas, e yo daría al caçique prinçipal un baçín y, a los demás, 'tureyes' en foja, qu'es latón, tanto como el dedo.

Si salen d'esta hambre yo espero en Nuestro Señor de sostener este partido con ellos e no ser de pequeña renta. Yo mandé por toda la provinçia escrevir todas las personas de caçique en caçique, mas nunca se pudo fallar la cuarta parte, porque todos estavan derramados por las sierras e[n] disiertos para buscar raízes para mantener las personas. Tornará la tierra a su primero ser plaziendo a Nuestro Señor, y nos dará todo el oro que V. Al. quisiere.

Y no dubden, y crean que mi parezer çerca d'este oro es más que de primero; y allende de lo que se cavará, se abrá en [breve] gran suma cada año de tributo, y de las otras provinçias que no están çerca de Çibao algodón y pimienta y cosas que baldrán oro, y qu'esto, si plaze a Nuestro Señor, será muy presto en forma que casi ya lo es, que esto de Çibao ya está hecho; e[n] la esterilidad de las tierras de las otras provinçias no será causa que no hagan la gente d'ellas otro tanto, ni tanpoco será menester acá tanta gente de sueldo, como yo escreví con Antoño de Torres a V. Al., porque toda la isla está llana y todos ovedezen a V. Al., como yo diré abajo, así que, quitando el gasto y cresçiendo la renta, será muy buena. Y sobre todo espero en Nuestro Señor que sin dubda serán muy presto christianos, que ni falta salvo por lengua.

La isla es muy grande y boxa seiscientas leguas de cuatro millas cada una, como lo acostumbramos en la mar; verdad es que, para aver de sostener qu'esta gente toda pague tributo çierta cosa, como en ello están ya puestos, que era menester en cada provinçia una casa fuerte y gente nuestra a lo menos por tres u cuatro años, si por más no se quisiese hazer gasto, fasta que ubiesen bien continuado la paga; y creo que, cuanto más andoviese el tiempo, que mucho más cresçería la renta, y sembrarían algodones y pimienta, qu'estas dos cosas naçen y darán fruto muy presto, y son no de poca estima.

Yo he siempre tenido este negoçio d'esta isla en grande estima, y cuanto más ando más me contenta y veo razón a que siempre me afirme a lo que yo tengo escripto; y tengo fe en Dios Todopoderoso que lo cunplirá ansí e nos dará lo que viere e fuere necesario, si no se pierde por inconstançia: es d'estar muy firme a las cosas de su serviçio, ansí como de V. Al. siempre se a conocido, y remitir el tiempo y la cos[t]a a Su alta diligençia.

Por ende, tan[to] poco no es bueno de estar tardo, salvo de travajar con este fin que yo digo y descargar en ello y asentar en el ánima con contentamiento pues qu'es çierto qu'Él conoze que todo se haze por su serviçio, y no tomar pena por cosa que nos venga; y pueden tener por muy cierto aquéllos que en este término andan que, cuando Su alta potençia no da lo que se demanda, que lo dexa porque no es Su serviçio y no quiere la tal cosa. Y nosotros con esto devemos estar muy alegres y perseverar en la oraçión y buenas obras de continuo e firmarse allí e sobre esto bivir descansados.

Toda la isla está tan sojuzgada, y la gente d'ella saven y tienen por çierto de pagar a V. Al. tributo, cada uno çierta cosa en tantas lunas. Y para poner este negoçio a perfiçión es menester gran soliçitud, y para esto en cada provinçia, como dixe arriba, una casa; e boy traba[ja]ndo en lo que más neçesario me paresçe, y es esto de Çibao y des[a]poderar a Cahonaboa: lo uno y lo otro está ya en buen término.

En lo de Çibao tenemos ya casas y gente, y se embiará estotro a V. Al., que está preso su persona. La estraña hanbre, que en toda la isla y en espeçial en Çibao a sido y continúa, me a fecho mudar la esperança, porque en la provinçia tenía yo conçierto con tantos caçiques que bien [a]llegavan çincuenta mili 'naborías', a que vasallos llamamos, y escripto la mayor parte d'ellos. Y el conçierto hera que avían de dar un caxcavel lleno de oro cada cuatro lunas, como dixe arriba; mas la neçesidad y hambre a sido causa de la muerte de más de los dos terçios d'ellos, y no es acavado ni [se save] cuándo se puede esperar el fin, si Nuestro Señor no lo remedia por milagro, porque, como dixe, allí en esta provinçia por causa del oro corrimos luego.

Allí dexé a mosén Pedro cuando yo iba a descobrir, y bien que yo le dixe que se partiese d'ella y no la acavase, no lo hizo ansí, y tanbién ellos mismos destruyeron los mantenimientos porque se fuesen de allí los christianos; y después que acordaron de sembrar, no los acudieron las aguas, e agora ya estava toda la tierra buena y llena, mas la neçesidad no ha dado lugar que comiesen el fruto maduro, y ansí en verde todo lo an comido y desperdiçiado; y me temo de mayor dampno de lo venidero, si Nuestro Señor de su graçia allí no provee. Por otras mis cartas dixe que los 'ajes' y 'yucas' son las raízes de que hazen el pan, y que todos los otros mantenimientos, después de sembrados, a los veinte y çinco días davan fruto; no avía yo bien entendido, ni es maravilla, porque aun a los ocho días naze y a los veinte y çinco engendre la raíz a que yo llamo el fruto de los ajes.

Fasta çinco lunas pasadas no son comederos ni la yuca hasta las diez son grandes, y si antes los cojen, todos se desperdiçian y no faze obra siento por uno; de un año son buenas y en perfectión, y de diez y ocho meses y cuanto más están, hasta los cuatro años, siempre son mejores y más gordas y más provecho hacen y dan el pan más sustançial y blanco. 'Mahíz' es mantenimiento preçiosísimo; éste faze la espiga y grano gordo como havas; espeçería es, y bien lo conocía un fraile [a]droguero en Sevilla.

Este da fruto en cuatro meses, y ansimesmo el 'maní', qu'es fruta que debajo de la tierra naze y es acá gran mantenimiento y en todo el año lo siembran y tiene[n] sazón, como todas las otras cosas, porque siempre para todo ay sazón entera. Y crean que d'esto no e mal entendido como de otras muchas cosas de las costumbres, de que, como digo, no es maravilla, ni se a perdido nada por el escripto ni perderá, aunque todo por entero no se entienda. Guarionex y otros d'estos caçiques ya truxeron el tributo, mas no el caxcavel lleno y no salvo poquita cossa.

Reçebíselo y les fize tan buena cara como si todo lo dieran por entero. Hízeles dezir después que lo remediasen porque no avían cumplido, porque no quedasen con este fuero; respondieron muy bien y dixeron que no sería ansí en lo benidero, y que la hambre avía sido causa d'ello, y que no benían porque les paresçiese traer algo salvo por cumplir la ovedençia, porque vien heran çiertos qu'esto hera lo que más yo tenía en estima, e que vien sabía yo sus grandes neçesidades.

Dulçemente es de tratarlos a benibolençia y no con agruras, porque no despueblen y se bayan de la provinçia; antes es de procurar de llegar allí gentes de otras partes, y si éstos de Çibao an sido muy traviesos, ya se arrepienten, porqu'el castigo que se les a dado no a sido menos de su desconbenençia, y fue muy neçesario. Esta provinçia, como muchas vezes e escripto, es muy montañosa y de muchas sierras, y la gente d'ella ansí son más rudos y aldeanos.

En lo de nuestra santa fee siempre procuro de dársela bien a entender a la parte que conviene, porque conozcan que sin ella nadie puede ser salvo. Yo creo que, si oy llamasen a todos los caçiques y pueblos d'esta isla que se baptiçasen, que todos bernían corriendo, mas no creo que sepan ni entiendan a cuánto llega este santo misterio.

Ninguna detenençia abría si uviese lenguas, ni para esto faría al presente mucha neçesida[d] maestros en Santa Teología, salvo solamente quien claro en su lengua les supiese contar por ystoria el Génesis y la Encarnaçión de Nuestro Redentor con todo lo que con esto conviene. Ellos son gente que, por oír, estarán y vernán de[l] cavo del mundo, y se estarían sin comer escuchando, y sin dubda luego querrían ser christianos. Nuestro Señor lo provea en su santa piedad y nos adereze en su vía santa.

Cahonaboa después de preso travajó su librança y me enbió a rogar que, pues la tierra en qu'él vivía hera de V. Al., que yo enbiase a [la] defender de sus enemigos, los cuales entravan por ella robándola, y tanbién porque no le tomasen lo qu'él tenía, que para entre ellos era riquísimo de cosas que entre nosotros no valen blanca. Todo esto fue con maliçia y atreviéndose que, si yo allá enbiase gente, que sus hermanos e parientes los prenderían y saldría de nuestras manos por esta puerta.

E yo otro tanto pensava en el contrario y confiava en Nuestro Señor que bien podía correr toda aquella tierra sin miedo de lo qu'él tenía e imaginava, y que sería bien de ir allá por temoriçar todas aquellas tierras y las otras provinçias, porque no le paresçiese que dexávamos de pasar a ellas por alguna cosa, [e] porque en esto conoçería mucho toda la isla. Y ansí enbié allá a (?) Hojeda con setenta personas; a los cuales un hermano de Cahonaboa luego allí les puso çerco, y ellos se fortaleçieron muy bien, porque vían [que] en el conçierto d'este indio [que] andava [en forma] mucho en gran manera por razón de guerreador, y traía mucha gente en batallas hordenadas en forma y con tanto conçierto como si fuera en Castilla o en Françia.

Hordenó éste çinco batallas de su gente, y cada una puso a su estançia; el cual asentó su vandera en fuerte çerro açerca de los christianos dos tiros de vallesta, y desde allí proveía a todas las otras vatallas, las cuales todas, aunqu'estobiesen lexos y repartidas, se movían hazia un punto a los christianos por conçierto.

Tomaron buen consejo los nuestros y salieron al camino a la mayor batalla, la cual venía por lugar dispuesto para cavallos; certificáronme que los indios heran más de dos mill personas, todos cargados de sus baras, las cuales echaron con aquella tiradera más apriesa que con un arco; y todos ellos eran tiznados y pintados de colores con guaízas y espejos y carátulas y espejos de cobre y de oro en la cabeza, dando grita espantable, ansí como acostumbran, a tiempos çiertos.

Una parte d'ellos estavan conçertados por esperar los cavallos en el campo y se abrazar con ellos y los derribar en el suelo, mas su pensamiento les salió en yerro, que pensaron de derribar los cavallos; y bien que su pensamiento pusiesen en obra, los cavallos derribaron a ellos; e a cuanto[s] se les ponían delante, [a] todos los tropellavan y dexavan muertos.

Milagro evidente fue éste y no poco señalado: que con pocos christianos pudiesen salir de las manos d'éstos, que eran multidumbre de gente y ofreçidos ya a la muerte. Rompióse esta vatalla, que era la prinçipal, y todas las otras fuyendo dexaron el campo. Yo estava en la Conçebçión, y la grande ventura que, al tiempo d'esto, no avía aconteçido; e un indio vino a mí, y d'él supe el peligro en que los nuestros quedavan y les proveí lo más presto y por la mejor forma que pude.

E visto cómo todo[s] lo[s] de la Ysavela en este casso consistía, me partí también para allá, [y] bien que el camino fuese muy largo y malo. Desistiéronse los indios de la empresa y se fueron a la[s] sierras, adonde aún agora andan, bien quebrantados y a(r)repisos por lo que cometieron y bien ganosos de nuestra amistad y pagar tributo. Llámase esta vega donde vivía Cahonaboa la Maguana; es çerca de las sierras muy ásperas y ella es muy fermosa y abundable de muchas aguas, de las cuales se sirven por açequias como en Granada.

Estuve yo allí fasta que las caravelas llegaron de Castilla, que yo me vine a la Ysavela y dexé los indios bien castigados, porque dos vezes avían puesto las manos en nuestros christianos gravemente y muerto d'ellos sin culpa; quedaron bien castigados en las probinçias que con ésta comarcavan, y la gente d'ellos muy alegres cuando ovieron asentado conmigo de dar tributo a V. Al. una çierta medida de algodón, en que podía aver una arroba, por cada cabeza en tres lunas, que por allí no naçe oro; pimienta darán tanbién si se la demandan.

El año pasado, cuando yo torné de descubrir, truxe los navíos muy fatigados ansí como la gente. Fue menester de lo[s] barar en tierra para les mudar el plan[o] a todos tres, y me [a] aconteçido con los carpinteros como con todos los oficiales que acá an benido, que, allende de ser malos maestros, no se puede con ellos que hagan cosa: tan en poco tienen sus conçiençias.

Yo no sé por qué lo desean hazer así, porque de mí no reçiben mal ninguno. Prometióseles el sueldo como a buenos maestros que dezían que eran, que fasta aquí se les avía pagado sin que fuese justo, antes algunos mereçían pena, porque vino hombre por carpintero que no conoçía la hacha. Vernaldo de Pisa puso muchos d'estos ofiçiales o moços d'espuelas por carpinteros y otros por marineros y a otros por lombarderos. No sé a qué fin fue lo d'este hombre, si por roballos a ellos o por inpedir la hazienda de acá que no fuese adelante. Y ansí como éstos vinieron con engaño, ansí fue de otros muchos.

Yo escojí toda la gente, a éste quiero y a éste no quiero, y sobre más de mill personas; después, al alarde que se hizo en los navíos, no hallé la terçia parte salvo todos trocados. Yo creo que Juan de Soria sabrá bien dar razón d'esta cuenta: yo no lo pude remediar, porqu'el tiempo y viento hera bueno para la partida y V. Al. me dava priesa, mas bien me ha costado a mi persona la cavalgada, porque, adonde yo tenía reçibido gente de bien, binieron muchos desconçertados, que aún no salgo de enojo cuando ya estoy en pena.

De doze partes las honze vinieron por cobdiçia. Creo çiertamente que por esto Nuestro Señor tenga la rienda. Juraron en Sevilla sobre un misal y un cruçifijo de guardar bien el serviçio de V. Al. y el pro de su hazienda, y que no traerían resgate.

Acá les tomo atanto que todo un año hize la costa; y después que yo partí de descubrir, se abajó el latón que vino al juego como moneda, y la cosa que yo dexé en preçio de un cabo de agujeta [o] de un caxcavel no lo daría agora por un rollo ni tres gruesas. Recibo yo pena por ver perdida la conçiençia, [e] más por el otro daño: qué respondería a los indios si entendiesen de todo esto, cuando se les fabla de nuestra santa fee, diziendo que no es tan recta. Fuera muy bueno que fray Buil truxera muy debotos religiosos así por este remedio como por todos los otros en qu'estamos, pues V. Al. le avía probeído por manos del Papa.

Mucho servicio hará V. Al. a Dios a enbiar acá algunos frailes debotos y fuera de cobdiçia de cosas del mundo, porque nos den buenos exemplos que, çierto, bien nos falta, y dolerse de las cosas malignas. No reçiben la mala bida de los mantenimientos ni de la templanza de la tierra, porque ya es pasada la fortuna, y vivimos largamente; proveerse a de todos los mantenimientos para un año, y ansí se siguirá de contino.

Fallarán muy buenas huertas y muy muchas aguas y hermosas tierras y se les dará[n] fruta fresca todo el año y de todas cosas del huerto en todo tiempo, y se les fará muy buena casa. Dévelo fazer V. Al., porque nosotros emos más menester quien nos reforme la fee que no los indios tomarla. Torno a mi propósito de los ofiçiales, digo de los carpinteros, ansí como de los otros, que mill vezes con achaque se escusan de las obras.

Luego que yo aquí llegué de la tierra firme, hize barar los navíos en tierra, porque en el mes de mareo fuesen adovados e partiese dende Bartolomé a descubrir el Catayo en buena ora. Hago juramento que aún esta semana acavaron los dos d'ellos y hera obra que en Castilla dieran en cuarenta días fecha, ni tovieran todo el aparejo ansí presto como aquí se les dava. No dexara yo de enbiar al Catayo por vía de los mantenimientos, bien que estuviésemos en neçesidad, si las caravelas estuvieran adovadas a buen tiempo; la mayor queda por remojar en tierra.

La nao Gallega, aunque no se perdiera en la mar, apodreçiera en tierra, porque avía menester muy gran adovio. No crea V. Al. que todo esto nos falta por diligençia ni por ingenio ni porque no se faze áspero y dulze y con mill artes, que çertifico a V. Al. que, después que estoy acá, se me a acortado diez años de vida, porque me angostio en gran manera en ver tan poca fee y temor de Dios. Este adovio de los navíos a sido causa de aver perdido el descubrir este año y de pagar la gente de[l] mar, aunque en la tierra todos an travajado lo que an podido.

La nao grande ya avía bien servido y hera ya innabegable: la una y la otra bien pagaron la costa para estar aquí en lo que se avía limitado, porque ambas se truxeron por fortaleza en las Yndias; agora ya están todas llanas, y nos muy fuertes en la tierra adentro. Yo las mandara desfazer amas, porque navegar sin adovio muy grande hera inposible; y de cuanto nos aprobecharon aquí en el comienço, agora nos inpiden en la ovediençia de los indios, en la cual estavan endereçados, diziendo que en ellas nos queríamos ir a Castilla, e no lo podían creer, e aún agora no se quieren creer por muy çierto, que ayamos de estar aquí para siempre de contino.

En el mes de jullio en un 'Memento' se engendró un viento con un terremoto y tanta tempestad del hielo no muy lejos, do vino por línea derecha de parte de levante por esta sierra al luengo de la mar, arrancando los árboles que dende la criança de Adán heran nacidos; y vino a parar aquí a la Ysavela, adonde sin ninguna tormenta de mar quebró las amarras a estas naos y las hechó a fondo junto con tierra.

No peligró en ellas criatura. Espantados quedan los indios, en espeçial los antiguos, que dizen que jamás acaeçió otro terremoto que acá se supiese, e nos hechan culpa. Una cosa acaeze aquí que paresçe maravilla, que después que aquí estamos an cresçido las aguas de la mar más de dos brazas de tierra adentro, que, adonde solía ser seco, ay fondo. El puerto es bueno y se amuestra en todas estas tierras no deve aver avido tormenta jamás, porque los árboles y yervas están metidas hasta el agua.

Otro puerto tenemos aquí al este a tres leguas, que de Gracia se llama. Cabrán en él todas las naos del mundo; la entrada será de setenta pasos y allí todas las naos pueden estar sin amarras. Otro tenemos aquí al poniente como Montechristo, no menos digno que el primero. No se hizo aquí la poblaçión por defecto de las aguas dulçes y la salida de la vega. Cuando esto acontesçió yo estava en la Conçebçión edificando en la casa, mas no hize mengua.

Por no perder tiempo e porque se hiziese algo en las cosas de la mar, enbié una fusta de remos a descubrir la isla de Babueca, la cual nos demora aquí al norte; y la fallaron con otras veinte y dos o veinte y tres [islas] entre grandes y pequeñas. Todas son pobladas d'esta gente, y fallaron grandes pesquerías y en especial de caçones, según dixeron, e en cantidad, como al cavo de Bojador en Guinea, allí donde tenían el debate los de Palos con los portugueses, porque es cosa rica.

Bolvióse la fusta por falta de mantenimientos, y después tornava a la enpresa, y el viento contrario la llevó a una isla en comarca aquella de San Salvador, la primera en que yo desçendí en las Yndias. Hera ésta bien poblada, y allí fallaron rastro de perlas, como berá V. Al. Por las otras cosas. Tornó aquí la fusta sin que pudiese tornar a mirar esto [d]esta pesquería, la cual, si ansí es como cuentan, vale tanto como una mina, porque en Guinea no pueden pescar salvo dos meses del año, y aquí pescarán de contino.

Los mantenimientos nos a estorvado mucho: cuando las caravelas en que fue Antoño de Torres partieron de aquí no nos quedaron çien cahíçes de trigo; e es un año, y por las personas que acá estamos, a nueve çelemines en el mes, no nos bastan cuarenta y çinco cahízes al mes, ni nos quedó salvo doze toneles de vino, y de todas las otras cosas muy poco. Infinitísimas graçias sean dadas al eterno Dios, que aunque [en] toda la isla a avido tanta hambre, a nos siempre a da[n]do pan abondo.

Bien que la hambre aya sido y es tan grande en la isla y nos aya estorvado de saver muchos secretos, Nuestro Señor me dio forma que harto e savido e visto. Ya dixe que en toda la provinçia de Çibao se halla oro, y mayor cantidad en un lugar cavando que en otro. D'estos tales e bien hallado doze que, cuanto más se ba al fondo, se hallan granos más grandes. Ya dixe que se avía hallado uno que pessó veinte honzas, y el mesmo muestra que no está solo. Una mina de aquí hallé que me pareze muy fina; otra de cobre, de la cual se sacó grano de çinco arrovas, que creo que tiene liga; todo esto es a la redonda de Santo Tomás.

Y hallé dos montañas grandes en que ay mucho ámbar, del[a] cual verán V. Al., y otra en que ay mucha piedra verde. De otra sierra en que ay mucho ámbar me dieron nuevas, y de otras dos minas de cobre y otra de azul. Los mantenimientos nos hazen mucha dificultad a labrar algunas d'estas minas de mar; en sierras no fuera tanta, si en la isla o en la comarca oviera pan en abundançia. Si se persevera a traer acá bestias, presto abrá recuas, y tanbién no se debría de dexar de enbiar acá maestros de minas y aparejos para labrar en ellas.

Entretanto haré yo lo que pudiere. Yo tenía conçertado ya [con] caçiques que tenían çincuenta mill 'naburías', a que nos basallos llamamos, que todos avían de dar un caxcavel de cuatro en cuatro lunas, y con grande parte d'ellos en tres lunas fue el conçierto primero: llegava esto más de un cuento de ducados cada año.

Subçedió esta hambre y muerte que a sido más que pestilençia, y proseguí todavía más en esto de Çibao que en otra parte, que, como dixe arriba, luego en la primera [vez] que vine a la provinçia hize allí estançia, e arrancaron los indios los panes y destruyeron la tierra, pensando que la neçesidad nos hecharía. Yo hize proveer la gente de bastimentos nuestros con recua, y ellos, después que vieron la porfía, sembraron y demandaron paz, porque muchas vezes avían provado con nosotros la guerra.

Las aguas del hielo no les an acudido a sus panes y simientes y, çierto, faltan las tres o cuatro partes de la gente de la provinçia y no es acabado, que, aunque después de llovido ayan sembrado y mucho, no lo an podido esperar que madure, y ansí lo an comido en fresco, que ya está como de primero; berdad es que siembran de contino, mas la hambre no los da lugar que lo dexen llegar a perfecto. Nuestro Señor probea allí y a todo cavo su mano de misericordia.

Ya an començado a pagar, como dixe arriba, el tributo. No fue el oro cosa de sustançia, mas en mucho tove la forma agora al tiempo de la paga (?) y la causa del çerco de nuestros christianos me hizo pasar bien setenta leguas, y después fue menester el despacho de los navíos.

Los indios que allá se enbiaron quiso bien Nuestro Señor, porque acá murieran de hambre como sus vezinos y no fuera ninguno d'ellos christiano[s] ; tanto, yo creo, tanto fuera d'estos otros. Y si allá murieren no crea V. Al. sea por el frío, porque acá ay lugares donde lo padezcan tan áspero los desnudos como en Burgos aquéllos que traen ropa.

Yo e visto acá a las vezes toda una vega blanca de helada, y se a visto mucho yelo, e esto en el mes de agosto; y en este medio tiempo, cuando yo fui al çerco de nuestros christianos, se helaron cuatro indios en el camino adonde un agua del çielo llovió sobre ellos. Digo qu'el frío no es la diferençia a los indios, salvo el provar de la tierra a nadie casi perdona. Yo los beo acá tan regios y dispuestos y hermosos qu'es maravilla, y agudísima gente todos a una mano, y sus obras dan d'ello testimonio. Ellos son muy grandes caladores y andadores qu'es maravilla: yo e visto continuar treinta leguas a algunos d'ellos.

Comen muy poco salvo si les es dado de otras personas, que comerán por tres de nosotros. Sus viandas son todas muy ligeras y degistivas, y ay las mejores aguas que ay debajo del çielo, aunqu'ellos beven muy poco. Ansimesmo las mugeres travajan qu'es maravilla: ellas mesmas plantan la yuca de que hazen el pan y los ajes y los cogen y todo otro mantenimiento. La caça y pesquería es ofiçio d'ellos y cabar la tierra para sementera.

De todo lo otro probeen las mugeres, y no las caçicas, qu'éstas están más regaladas y con descanso que hijas de duques en christianos; no serán buenas esclavas para servir, mas saben labrar de mano cosas de algodón bien sotiles; las otras cre[er]ía yo que no las aya las parejas en el mundo, ni moras ni de otras tierras, y ensimismo digo de los hombres para deprender cualquier cosa sotil y letras, y digo que creo que [a] una mano no los aya más de ingenio y en espeçial si son moços.

Lo que creo [es] que allá los indios, después de [le] provar la tierra, le haga dampno el [mal] govierno y mucho comer y viandas pesadas. Veirán V. Al. qué tales salirán aquellos que tubieren buen gobierno, que les çertifico que no ay dinero que los compre; y vean si será bien tomar seis o ocho muchachos y fazellos apartar y deprender letras en el estudio, que creo que saldrán en deprender en breve tiempo: bien presto ellos deprenderán allá y nos acá su lengua, y abrá lugar nuestro deseo.

Acá abemos conocido que una gran parte de los árboles son de moreras y avemos fecho la prueva. Haríase acá seda todo el año, porque jamás pierden la hoja y dos bezes dan fruto. Dizen algunos que saven del ofiçio que sería la seda, que aquí se podría hazer, cosa estrema. De algodón no ay medio, y asimesmo de la pimienta, con otras cosas de espeçería y tinturas, como yo ya e escripto otras vezes. De la pesquería ya dixe otras vezes arriba, mas no de un pescado que acá llaman 'manetí', qu'es mayor que un bezerro, y la carne d'éste no tiene[n] conparaçión con todo lo otro.

Yo bien enbié el otro día la barca con una red nueva a Montechristo porque matasen alguno para V. Al., y su mal navegar y no tener en estima cosa hizo que se hanegaron; y fue castigo de Dios que nos amuestra, que aunque yo más escriviese, no podría dezir cuánto acá se nos a olvidado la conçiençia.

Y todavía no cree nadie que Dios bea; yo sé que castiga y no pasa así de ligero las cosas del des[a]gradeçimiento. Rónpense a las vezes las cuerdas y quedan los navíos en peligro, y los marineros hechan la culpa qu'es el cáñamo malo y son viejas, e yo digo que son señales por donde Nuestro Señor nos amuestra; mas todo es predicar en desierto.

Yo enbío a V. Al. a Cahonaboa y su hermano. Este es el mayor caçique de la isla y más esforçado y de ingenio. Si éste deprende a hablar, dirá todas las cosas d'esta tierra mejor que nadie, porque no ay cosa que de toda suerte qu'él no sepa. La Santísima Trinidad el muy alto estado de V. Al. guarde y pospere al Su alto serviçio para siempre. Fecha en la isla Española, en la vega de Maguana a XV de octubre de JU CCCCCXV años.

Fuente:

http://www.cervantesvirtual.com/historia/colon/doc20.shtml

DOC 6___________________________________________

https://www.scribd.com/document/7281423/Colon-Cristobal-Diario-de-Abordo-Segundo-Al-Cuarto-Viaje

El tercer viaje a las Indias. Otra carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos.
1498


Partí en nombre de la Santísima Trinidad el miércoles 30 de mayo de 1498 de Sanlúcar de Barrameda y navegué a las Islas Madera por camino no acostumbrado, por evitar los perjuicios que me hubiera causado una armada francesa que me aguardaba cerca del cabo de San Vicente, y de allí a las Islas Canarias. De aquí partí con una nave y dos carabelas; envié los otros navíos directamente a la Isla Española, y yo navegué rumbo al Sur con propósito de llegar a la línea equinoccial, y de allí seguir al Poniente hasta que la Española quedase al Norte.

Llegando a las islas de Cabo Verde (falso nombre, porque son tan secas que no vi en ellas cosa verde alguna) con toda la gente enferma, no osé detenerme en ellas y navegué al Sudoeste 480 millas, donde anocheciendo tenía la Estrella Polar en cinco grados. Allí me desamparó el viento y entré en una zona de calor y tan grande, que creí que se me quemarían los navíos y la gente. El desorden fue tal que no había persona que osase descender bajo cubierta a reparar las vasijas y víveres.

Duró este calor ocho días, el primero de los cuales fue soleado y los siete siguientes de lluvia y nublados, que si hubiesen sido soleados como el primero creo que no hubiéramos podido escapar de manera alguna. Plugo a Nuestra Señora, al cabo de esos ocho días, darme buen viento de Levante y yo seguí al Poniente, mas no osé declinar hacia el Sur porque hallé grandísimo cambio en el cielo y las estrellas. Decidí, pues, mantener rumbo Oeste y navegar a la altura de Sierra Leona hasta donde había pensado encontrar tierra para reparar los navíos, remediar la escasez de víveres y tomar agua, que ya no tenía.

Al cabo de diecisiete días en que Nuestro Señor me dio viento favorable, el martes 31 de julio, al mediodía, avistamos tierra. Yo la esperaba desde el lunes anterior y había mantenido el rumbo invariable hasta entonces, mas el martes, al salir el sol, careciendo ya de agua, decidí dirigirme a las islas de los caribes y tomé esa dirección. Como su Alta Majestad siempre ha usado de misericordia conmigo, por suerte subió un marinero a la gavia y vio al Poniente tres montañas juntas.

Dijimos la Salve Regina y otras oraciones, y dimos todos muchas gracias a Nuestro Señor; después dejé el camino al Norte y me dirigí a tierra; llegué con el crepúsculo al cabo que llamé De la Galea [hoy cabo Galeote] después de haber bautizado a la isla con el nombre de Trinidad. Allí hubiera encontrado puerto de haber sido más hondo; había casas, gente y muy lindas tierras, tan hermosas y verdes como las huertas de Valencia en marzo. Pesome cuando no pude entrar a puerto, y recorrí la costa hasta el extremo Oeste; navegadas cinco leguas hallé fondo y anclé las naves.

Al día siguiente me di a la vela buscando puerto para reparar los navíos y tomar agua y víveres. Tomé una pipa de agua y con ella anduve hasta llegar al cabo; allí hallé abrigo del viento de Levante y buen fondo, donde mandé a echar el ancla, reparar los toneles y tomar agua y leña, y envié gente a tierra a descansar de tanto tiempo que andaban penando.

A esta punta la llamé Del Arenal [hoy punta de Icacos] y allí se halló la tierra hollada de unos animales que tenían las patas como de cabra que, según parece, había en abundancia, aunque no se vio sino uno muerto. Al día siguiente vino del Oriente una gran canoa con 24 hombres, todos mancebos, muy ataviados y armados de arcos, flechas y escudos, de buena figura y no negros, sino más blancos que los otros que he visto en las Indias, de lindos gestos y hermosos cuerpos, con los cabellos cortados al uso de Castilla.

Traían la cabeza atada con un pañuelo de algodón tejido a labores y colores tan finos, que yo creí eran de gasa. Traían otro de estos pañuelos ceñido a la cintura y se cubrían con él en lugar de taparrabo. Cuando llegó la canoa sus ocupantes hablaron de lejos, y ni yo ni otro alguno les entendimos, mas yo les mandaba a hacer señas de acercarse. En esto se pasaron más de dos horas; si se aproximaban un poco, luego se alejaban.

Yo les hacía mostrar bacines y otras cosas que lucían enamorándolos para que viniesen; al cabo de buen rato se acercaron algo más de lo que hasta entonces habían hecho. Yo deseaba lograr información, y no teniendo ya cosa que mostrarles para atraerlos mandé subir un tamboril al castillo de popa para que tañesen, y unos mancebos para que danzasen, creyendo que se acercarían a ver la fiesta; mas cuando vieron tañer y danzar dejaron los remos y echaron mano a los arcos y los encordaron, embrazó cada uno su escudo y comenzaron a tirarnos flechas.

Cesó el tañer y el danzar y mandé a sacar una ballesta; ellos me dejaron y se dirigieron a otra carabela y de golpe se fueron debajo de la popa. El piloto entró con ellos y dio un sayo y un bonete al que le pareció ser el principal de la canoa, concertando que iría a hablar con ellos a la playa. Éstos allá se fueron y le esperaron, pero como él no quiso ir sin mi licencia, al verlo venir con la barca a mi nave regresaron a la canoa y se fueron; nunca más los vi, ni a ellos ni a otros de esta isla.

Cuando llegué a la punta del Arenal hallé una boca grande, de dos leguas de anchura de Poniente a Levante, que se abre entre la isla de Trinidad y la Tierra de Gracia; para pasar al Sur había que pasar unos hileros de corrientes que atravesaban la boca y traían un rugir muy grande; creí que sería un arrecife de bajos y peñas infranqueables.

Detrás de ésta había otro hilero, y otro más, trayendo todos un rugir tan grande como las olas de la mar que van a romper y dar en peñas. Fondeé en dicha punta, fuera de la boca, y hallé que venía agua del Oriente hasta el Poniente con tanta furia como hace el Guadalquivir en tiempos de avenida, y esto continuó día y noche, tanto que creí que no podría volver atrás por la corriente ni ir adelante por los bajos. En la noche, ya muy tarde, estando a bordo de la nave oí un rugir muy terrible que venía del Sur hacia nosotros.

Me paré a mirar y vi que, levantando la mar de Poniente a Levante, venía una loma tan alta como la nave, y todavía venía hacia mí poco a poco; sobre ella venía un hilero de corriente rugiendo con gran estrépito, con aquella furia del rugir que dije me parecían ondas de la mar que daban en peñas. Aún hoy en día tengo el miedo en el cuerpo, pues creí me volcaría la nave cuando llegase bajo ella. Pasó la ola y llegó hasta la boca, donde se mantuvo por mucho tiempo.

Al día siguiente envíe la barca a sondear la boca y hallé que en el lugar más bajo tenía seis o siete brazas de fondo, y de continuo andaban aquellos hileros, unos por entrar y otros por salir. Plugo a Nuestro Señor darme buen viento y atravesé la boca hacia adentro, donde hallé tranquilidad. Por suerte se sacó agua del mar y la hallé dulce.

Navegué hacia el Sur, hasta una sierra muy alta, distante unas 26 leguas de la punta del Arenal; allí habían dos cabos de tierra muy alta, el uno hacia el Oriente, perteneciendo a la isla de Trinidad, y el otro hacia Occidente, correspondiente a la Tierra de Gracia. Hallé una boca muy angosta [Boca Grande] más estrecha que la existente en la punta del Arenal con los mismos hileros y el mismo rugir fuerte del agua; como allá, la mar era dulce.

Hasta entonces yo no había logrado información de ninguna gente de estas tierras, y lo deseaba vivamente. Por tanto, navegué a lo largo de la costa hacia el Poniente; cuanto más andaba hallaba el agua de la mar más dulce y sabrosa. Navegando un gran trecho, llegué a un lugar cuyas tierras me parecieron labradas; allí fondeé y envié las barcas a tierra, donde hallaron que los habitantes se habían ido recientemente, y encontraron el monte cubierto de monos; regresaron, y considerando que ésta era tierra montuosa y que me parecía que hacia el Poniente las tierras eran más llanas y estarían más pobladas, mandé levar anclas y recorrí la costa hasta el cabo de la serranía, donde anclé en un río. Luego vino mucha gente, y me dijeron que llamaban a esta tierra Paria, y que hacia el Poniente estaba más poblado.

Tomé cuatro de ellos y navegué hacia ese rumbo; andadas unas ocho leguas, más allá de una punta que llamé De la Aguja [punta de Alcatraces] hallé las tierras más hermosas del mundo, muy pobladas. Llegué allí una mañana, antes del mediodía, y por ver este verdor y esta hermosura acordé fondear y ver los pobladores, de los cuales algunos vinieron en canoas a rogarme, de parte de su rey, que descendiese a tierra.

Cuando vieron que no hice caso de ellos vinieron a la nave en numerosas canoas, y muchos traían piezas de oro al cuello, y algunos, perlas atadas a sus brazos. Me alegró mucho verlas y procuré con empeño saber dónde las hallaban; me dijeron que allí y en la parte Norte de aquella tierra.

Quise detenerme, mas los víveres que traía, trigo, vino y carne para esta gente de acá, que obtuve en España con tanta fatiga, se me hubieran echado a perder. Por tanto, yo no buscaba sino llevar los bastimentos a lugar seguro y no detenerme en parte alguna.

Procuré conseguir algunas perlas y envié las barcas a tierra. Esta gente es muy numerosa, toda muy bien parecida, del mismo color que los que vi, y muy tratable; la gente nuestra que fue a tierra los halló muy tratables, y fueron recibidos muy honrosamente. Dicen que luego que llegaron las barcas a tierra vinieron dos personajes principales con todo el pueblo; creen que el uno era el padre y el otro el hijo. Los llevaron a una casa muy grande hecha a dos aguas, no redonda como tiendas de campo cual son otras.

Allí tenían muchas sillas donde los hicieron sentar y también ellos tomaron asiento, e hicieron traer pan, gran variedad de frutas y vino de muchas clases, blanco y tinto, aunque no de uvas; deben ser producidos de diversas frutas, así como de maíz, que es una simiente que hace una espiga como una mazorca, de la cual llevé yo allá y hay mucha en Castilla; parece que el que lo producía mejor lo tenía en alta estima y lo vendía en alto precio.

Los hombres estaban todos juntos a un extremo de la mesa y las mujeres al otro. Recibieron ambas partes gran pena porque no podían entenderse, ellos para preguntar a los otros por nuestra patria, y los nuestros por saber de la de ellos. Después de haber comido en casa del más viejo los llevó el mozo a la suya, donde hicieron otro tanto. Más tarde los llevaron a las barcas en que vinieron a la nave.

Yo levé anclas porque andaba muy deprisa por poner en lugar seguro los víveres que había obtenido con tanta fatiga, y que estaban deteriorándose, y también por remediarme a mí mismo, pues estaba enfermo de los ojos por falta de sueño; pues si bien es cierto que cuando fui a descubrir la Tierra Firme estuve treinta y tres días sin dormir y quedé algún tiempo sin vista, no se me dañaron tanto los ojos ni se me inyectaron de sangre, ni sufrí tantos dolores como ahora.

Esta gente, como ya dije, son todos de muy linda estatura, altos de cuerpo y de lindos gestos, de cabellos largos y lacios, y traen las cabezas atadas con unos pañuelos labrados, como ya dije, hermosos, que parecen de lejos de seda y gasa; traen otro más largo ceñido a manera de taparrabo, tanto los hombres como las mujeres. El color de esta gente es más blanco que otros que he visto en las Indias; todos traían al cuello algo a la usanza de esta tierra, y muchos traían piezas de oro bajo colgadas al cuello.

Sus canoas son muy grandes y de mejor hechura que otras que he visto, y más livianas; en medio de cada una tienen un apartamento como cámara, en que vi andaban los principales con sus mujeres. Llamé a este lugar Jardines porque esto asemejan. Asiduamente procuré saber dónde cogían aquel oro, y todos me señalaban una tierra frente a ellos hacia el Poniente que era alta, mas no lejana. Pero todos me decían que no fuera, porque allá se comían a los hombres, de lo que deduje que sus habitantes eran caníbales y que serían como los caribes, mas después he pensado que pudiera ser que lo dijeran porque allí habían animales feroces.

También les pregunté dónde cogían las perlas, y me señalaron el Poniente y el Norte, detrás de las tierras en que estábamos. No intenté comprobarlo por lo de los víveres, por la enfermedad de mis ojos y porque una nave grande que traigo no es apropiada para semejante hecho.

El tiempo transcurrido en tierra fue breve y se pasó todo en preguntas. Cuando los nuestros regresaron a los navíos, lo que sería al atardecer, levé anclas y navegué al Poniente, y así mismo al día siguiente, hasta que hallé que no habían más que tres brazas de fondo, creyendo yo todavía que ésta era una isla y que no podría salir al Norte; y así visto, envié una carabela ligera adelante a ver si había salida o si estaba cerrado. Así anduve mucho camino hasta un golfo grande, en el cual parecía que habían otros cuatro medianos, saliendo de uno de ellos un río grandísimo. Hallaron siempre cuatro brazas de fondo y el agua muy dulce, en cantidad tan grande como jamás antes vi.

Quedé muy descontento cuando comprendí que no podía salir al Norte, al Sur ni al Poniente porque estaba cercado por todas partes de tierra; por tanto, levé anclas y torné atrás para salir al Norte por la boca que antes descubrí, sin poder regresar a la población que había visitado por causa de las corrientes, que me desviaron. En todo cabo hallaba el agua dulce y clara que me llevaba con fuerza al Oriente, hacia las dos bocas a que me he referido; entonces conjeturé que los hilos de la corriente y aquellas lomas que salían y entraban en estas bocas con aquel rugir tan fuerte era la pelea del agua dulce con la salada.

La dulce empujaba a la otra para que no entrase, y la salada luchaba para que la otra no saliese. Conjeturé que allí donde están situadas las dos bocas en un tiempo hubo tierra continua que unía la isla de Trinidad con Tierra de Gracia, como podrán ver Vuestras Altezas del mapa que con ésta les envío.

Salí por la boca del Norte y hallé que el agua dulce siempre vencía; cuando pasé, lo que hice a fuerza de viento, estando en una de aquellas lomas hallé en aquellos hilos de la parte de dentro el agua dulce, y en los de fuera, salada.

Yo siempre creí que la Tierra era esférica; las autoridades y las experiencias de Ptolomeo y todos los demás que han escrito sobre este tema daban y mostraban como ejemplo de ello los eclipses de luna y otras demostraciones que hacen de Oriente a Occidente, como el hecho de la elevación del Polo de Septentrión en Austro.

Mas ahora he visto tanta deformidad que, puesto a pensar en ello, hallo que el mundo no es redondo en la forma que han descrito, sino que tiene forma de una pera que fuese muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón o punto más alto; o como una pelota redonda que tuviere puesta en ella como una teta de mujer, en cuya parte es más alta la tierra y más próxima al cielo. Es en esta región, debajo de la línea equinoccial, en el Mar Océano, el fin del Oriente, donde acaban todas las tierras e islas...

Torno a mi propósito referente a la Tierra de Gracia, al río y lago que allí hallé, tan grande que más se le puede llamar mar que lago, porque lago es lugar de agua, y en siendo grande se le llama 'mar', por lo que se les llama de esta manera al de Galilea y al Muerto.

Y digo que si este río no procede del Paraíso Terrenal, viene y procede de tierra infinita, del Continente Austral, del cual hasta ahora no se ha tenido noticia; mas yo muy asentado tengo en mi ánima que allí donde dije, en Tierra de Gracia, se halla el Paraíso Terrenal.

Y ahora, hasta tanto sepan las noticias de las nuevas tierras que he descubierto, en las cuales tengo asentado en mi ánima que está el Paraíso Terrenal, irá el Adelantado con tres navíos bien aviados para ello a ver más adelante, y descubrirá todo lo que pudiere hacia aquellas partes.

Entretanto yo enviaré a Vuestras Altezas esta carta y el mapa de las nuevas tierras, y acordarán lo que se deba hacer, y me enviarán sus órdenes, que se cumplirán diligentemente con ayuda de la Santísima Trinidad, de manera que Vuestras Altezas sean servidos y hayan placer. Deo gratia».

Fuente:

http://www.cervantesvirtual.com/historia/colon/doc24.shtml

DOC 9___________________________________________

https://www.scribd.com/document/7281423/Colon-Cristobal-Diario-de-Abordo-Segundo-Al-Cuarto-Viaje


El cuarto viaje a las Indias. Carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos.
Jamaica, 7 de julio de 1503.


Isla de Jamaica, 7 de julio de 1503:

Serenísimos y muy altos y poderosos Príncipes, Rey y Reina, Nuestros Señores: De Cádiz pasé a Canaria en cuatro días, y dende a las Indias en dieciséis días, donde escribí a V. M. que mi intención era dar prisa a mi viaje, en cuanto yo tenía los navíos buenos, la gente y los bastimentos, y que mi derrota era en la isla de Jamaica; y en la Dominica escribí esto. Hasta allí traje el tiempo a pedir por la boca. Esa noche que allí entré fue con tormenta grande y me persiguió después siempre.

Cuando llegué sobre la Española envié el envoltorio de cartas y a pedir por merced un navío por mis dineros, porque otro que yo llevaba era innavegable y no sufría velas. Las cartas tomaron, y sabrán si se las dieron. La respuesta para mí fue mandarme de parte de V. M. que yo no pasase ni llegase a la tierra. Cayó el corazón a la gente que iba conmigo, por temor de los llevar yo lejos, diciendo que si algún caso de peligro les viniese, que no serían remediados allí; antes les sería hecha alguna grande afrenta. También a quien plugo, dijo que el Comendador había de proveer las tierras que yo ganase.

La tormenta era terrible, y en aquella noche me desmembró los navíos; a cada uno llevó por su cabo sin esperanzas, salvo de muerte; cada uno de ellos tenía por cierto que los otros eran perdidos. ¿Quién nació, sin quitar a Job, que no muriera desesperado que por mi salvación y de mi hijo, hermano y amigos me fuese en tal tiempo defendida la tierra y puertos que yo, por voluntad de Dios, gané a España sudando sangre?

Y torno a los navíos, que así me había llevado la tormenta y dejado a mí solo. Deparómelos Nuestro Señor cuando le plugo. El navío sospechoso había echado a la mar, por escapar, hasta la gísola; la Gallega perdió la barca, y todos gran parte de los bastimentos; en el que yo iba, abalumadoa maravilla, Nuestro Señor le salvó que no hubo daño de una paja.

En el sospechoso iba mi hermano; y él, después de Dios, fue su remedio. Y con esta tormenta así a gatas me llegué a Jamaica. Allí se mudó de mar alta en calmería y grande corriente, y me llevó hasta el Jardín de la Reina sin ver tierra. De allí, cuando pude, navegué a la tierra firme, adonde me salió el viento y corriente terrible al opósito; combatí con ellos sesenta días, y en fin no lo pude ganar más de setenta leguas.

En todo este tiempo no entré en puerto, ni pude ni me dejó tormenta del cielo, agua y trombones y relámpagos de continuo, que parecía el fin del mundo. Llegué al cabo de Gracias a Dios, y de allí me dio Nuestro Señor próspero el viento y corriente.

Esto fue a 12 de septiembre. Ochenta y ocho días había que no me había dejado espantable tormenta, tanto que no vi el sol ni estrellas por mar, que a los navíos tenía yo abiertos, a las velas rotas, y perdidas anclas y jarcia, cables, con las barcas y muchos bastimentos, la gente muy enferma y todos contritos y muchos con promesa de religión y no ninguno sin otros votos y romerías. Muchas veces habían llegado a se confesar los unos a los otros. Otras tormentas se han visto, mas no durar tanto ni con tanto espanto.

Muchos esmorecieron, harto y hartas veces, que teníamos por esforzados. El dolor del hijo que yo tenía allí me arrancaba el ánima, y más por verle de tan nueva edad de trece años en tanta fatiga y durar en ello tanto. Nuestro Señor le dio tal esfuerzo que él avivaba a los otros, y en las obras hacia él como si hubiera navegado ochenta años, y él me consolaba. Yo había adolecido y llegado hartas veces a la muerte. De una camarilla que yo mandé hacer sobre cubierta mandaba la vía.

Mi hermano estaba en el peor navío y más peligroso. Gran dolor era el mío, y mayor porque lo traje contra su grado, porque, por mi dicha, poco me han aprovechado veinte años de servicio que yo he servido con tantos trabajos y peligros, que hoy día no tengo en Castilla una teja; si quiero comer o dormir no tengo, salvo el mesón o taberna, y las más de las veces falta para pagar el escote. Otra lástima me arrancaba el corazón por las espaldas, y era don Diego, mi hijo, que yo dejé en España tan huérfano y desposesionado de mi honra y hacienda; bien que tenía por cierto que allí, como justos y agradecidos Príncipes, le restituirán con acrecentamiento en todo.

Llegué a tierra de Cariay, adonde me detuve a remediar los navíos y bastimentos y dar aliento a la gente, que venía muy enferma. Yo, que, como dije, había llegado muchas veces a la muerte, allí supe de las minas del oro en la provincia de Ciamba, que yo buscaba. Dos indios me llevaron a Ceramburú, adonde la gente anda desnuda y al cuello un espejo de oro, mas no le querían vender ni dar a trueque.

Nombráronme muchos lugares en la costa de la mar, adonde decían que había oro y minas; el postrero era Veragua, y lejos de allí obra de veinticinco leguas. Partí con intención de los tentar a todos, y, llegado ya el medio, supe que había minas a dos jornadas de andadura. Acordé de enviarlas a ver. Víspera de San Simón y Judas, que había de ser la partida, en esa noche se levantó tanta mar y viento que fue necesario de correr hacia adonde él quiso; y el indio adalid de las minas siempre conmigo.

En todos estos lugares adonde yo había estado hallé verdad todo lo que yo había oído: esto me certificó que es así de la provincia de Ciguare, que según ellos es descrita a nueve jornadas de andadura por tierra al Poniente: allí dicen que hay infinito oro y que traen corales en las cabezas, manillas a los pies y a los brazos de ello y bien gordas, y de él sillas, arcas y mesas las guarnecen y enforran. También dijeron que las mujeres de allí traían collares colgados de la cabeza a las espaldas. En esto que yo digo, la gente toda de estos lugares concierta en ello, y dicen tanto que yo sería contento con el diezmo. También todos conocieron la pimienta.

En Ciguare usan tratar en ferias y mercaderías; esta gente así lo cuenta, y me mostraban el modo y forma que tienen en la barata. Otrosí dicen que las naos traen bombardas, arcos y flechas, espadas y corazas, y andan vestidos, y en la tierra hay caballos, y usan la guerra, y traen ricas vestiduras y tienen buenas cosas. También dicen que la mar boja a Ciguare, y de allí a diez jornadas es el río de Ganges. Parece que estas tierras están con Veragua como Tortosa con Fuenterrabía o Pisa con Venecia. Cuando yo partí de Ceramburú y llegué a esos lugares que dije, hallé la gente en aquel mismo uso, salvo que los espejos del oro quien los tenía los daba por tres cascabeles de gavilán por el uno, bien que pasasen diez o quince ducados de peso.

En todos sus usos son como los de La Española; el oro cogen con otras artes; bien que todos son nada con los de los cristianos. Esto que yo he dicho es lo que oigo. Lo que yo sé es que el año de noventa y cuatro navegué en veinticuatro grados al Poniente en término de nueve horas, y no pudo haber yerro porque hubo eclipses: el Sol estaba en Libra y la Luna en Ariete. También esto que yo supe por palabra habíalo yo sabido largo por escrito. Ptolomeo creyó de haber bien remedado a Marino y ahora se halla su escritura bien próxima a lo cierto.

Ptolomeo asienta Catigara a doce líneas lejos de su Occidente, que él asentó sobre el cabo de San Vicente en Portugal dos grados y un tercio. Marino en quince líneas constituyó la tierra y términos. Marino en Etiopía escribe al lado de la línea equinoccial más de veinticuatro grados, y ahora que los portugueses la navegan le hallan cierto. Ptolomeo dice que la tierra más austral es el plazo primero y que no baja más de quince grados y un tercio.

El mundo es poco; el enjuto de ello es seis partes, la séptima solamente cubierta de agua; la experiencia ya está vista, y la escribí por otras letras y con adornamiento de la Sacra Escritura, con el sitio del Paraíso Terrenal que la Santa Iglesia aprueba. Digo que el mundo no es tan grande como dice el vulgo, y que un grado de la equinoccial, está a cincuenta y seis millas y dos tercios; pero esto se tocará con el dedo. Dejo esto, por cuanto no es mi propósito de hablar en aquella materia, salvo de dar cuenta de mi duro y trabajoso viaje, bien que él sea el más noble y provechoso.

Digo que víspera de San Simón y Judas corrí donde el viento me llevaba, sin poder resistirle. En un puerto excusé diez días de gran fortuna de la mar y del cielo: allí acordé de no volver atrás a las minas, y dejélas ya por ganadas. Partí, por seguir mi viaje, lloviendo; llegué a Puerto de Bastimentos, adonde entré y no de grado. La tormenta y gran corriente me entró allí catorce días, y después partí y no con buen tiempo.

Cuando yo hube andado quince leguas forzosamente, me reposó atrás el viento y corriente con furia. Volviendo yo al puerto donde había salido, hallé en el camino al retrete, adonde me retraje con harto peligro y enojo y bien fatigado yo y los navíos y la gente. Detúveme allí quince días, que así lo quiso el cruel tiempo; y cuando creí de haber acabado, me hallé de comienzo. Allí mudé de sentencia de volver a las minas y hacer algo hasta que me viniese tiempo para mi viaje y marear. Y llegado con cuatro leguas, revino la tormenta y me fatigó tanto a tanto que ya no sabía de mi parte. Allí se me refrescó del mal la llaga; nueve días anduve perdido sin esperanza de vida; ojos nunca vieron la mar tan alta, fea y hecha espuma.

El viento no era para ir adelante ni daba lugar para correr hacia algún cabo. Allí me detenía en aquella mar hecha sangre, hirviendo como caldera por gran fuego. El cielo jamás fue visto tan espantoso: un día con la noche ardió como horno; y así echaba la llama con los rayos, que cada vez miraba yo si me había llevado los mástiles y velas.

Venían con tanta furia espantables, que todos creíamos que me habían de hundir los navíos. En todo este tiempo jamás cesó agua del cielo, y no para decir que llovía, salvo que resegundaba otro diluvio. La gente estaba tan molida que deseaba la muerte para salir de tantos martirios. Los navíos habían perdido dos veces las barcas, anclas, cuerdas y estaban abiertos, sin velas.

Cuando plugo a Nuestro Señor, volví a Puerto Gordo, donde reparé lo mejor que pude. Volví otra vez hacia Veragua. Para mi viaje, aunque yo estuviera a ello, todavía eran el viento y corrientes contrarios. Llegué casi adonde antes, y allí me salió otra vez el viento y corrientes al encuentro.

Y volví otra vez al puerto, que no osé esperar la oposición de Saturno con mares tan desbaratados en costa brava, porque las más de las veces trae tempestad o fuerte tiempo. Esto fue día de Navidad, en horas de misa. Volví otra vez adonde yo había salido con harta fatiga; y, pasado año nuevo, torné a la porfía, que aunque me hiciera buen tiempo para mi viaje, ya tenía los navíos innavegables y la gente muerta y enferma. Día de la Epifanía llegué a Veragua, ya sin aliento.

Allí me deparó Nuestro Señor un río y seguro puerto, bien que la entrada no tenía salvo diez palmos de fondo. Metime en él con pena, y el día siguiente recordó la fortuna: si me hallara fuera, no pudiera entrar a causa del banco. Llovió sin cesar hasta 14 de febrero, que nunca hubo lugar de entrar en la tierra, ni de remediar en nada; y, estando ya seguro a 24 de enero, de improviso vino el río muy alto y fuerte: quebrome las amarras y proeles, y hubo de llevar los navíos, y cierto los vi en mayor peligro que nunca. Remedió Nuestro Señor, como siempre hizo. No sé si hubo otro con más martirios. A 6 de febrero, lloviendo, envié setenta hombres la tierra adentro, y a las cinco leguas hallaron muchas minas.

Los indios que iban con ellos los llevaron a un cerro muy alto, y de allí les mostraron hacia toda parte cuanto los ojos alcanzaban, diciendo que en toda parte había oro, y que hacia el Poniente llegaban las minas veinte jornadas, y nombraban las villas y lugares, y adonde había de ello más o menos. Después supe yo que el Quibián que había dado estos indios les había mandado que fuesen a mostrar las minas lejos y de otro su contrario, y que adentro de su pueblo cogían, cuando él quería, un hombre en diez días una mozada de oro. Los indios sus criados y testigos de esto traigo conmigo. Adonde él tiene el pueblo llegan las barcas.

Volvió mi hermano con esta gente, y todos con oro que habían cogido en cuatro horas que fue allá a la estada. La calidad es grande, porque ninguno de éstos jamás había visto minas, y los más eran gente de la mar, y casi todos grumetes. Yo tenía mucho aparejo para edificar y muchos bastimentos. Asenté pueblo, y di muchas dádivas al Quibián, que así llaman al señor de la tierra. Y bien sabía que no había de durar la concordia: ellos muy rústicos y nuestra gente muy importunos, y me aposesionaba en su término.

Después que él vio las cosas hechas y el tráfago tan vivo, acordó de las quemar y matarnos a todos. Muy al revés salió su propósito: quedó preso él, mujeres e hijos y criados; bien que su prisión duró poco. El Quibián se huyó a un hombre honrado, a quien se había entregado con guarda de hombres; y los hijos se huyeron a un maestre de navío, a quien se dieron en él a buen recaudo.

En enero se había cerrado la boca del río. En abril los navíos estaban todos comidos de broma y no los podía sostener sobre agua. En este tiempo hizo el río un canal, por donde saqué tres de ellos vacíos con gran pena. Las barcas volvieron adentro por la sal y agua. La mar se puso alta y fea, y no dejó salir afuera: los indios fueron muchos y juntos y las combatieron, y en fin los mataron.

Mi hermano y la otra gente toda estaban en un navío que quedó adentro, yo muy solo de fuera en tan brava costa, con fuerte fiebre; en tanta fatiga, la esperanza de escapar era muerta. Subí así trabajando lo más alto, llamando a voz temerosa, llorando y muy aprisa, los maestros de la guerra de Vuestras Altezas, a todos cuatro los vientos, por socorro; mas nunca me respondieron. Cansado, me adormecí gimiendo. Una voz muy piadosa oí, diciendo:

-¡Oh, estulto y tardo a creer y a servir a tu Dios, Dios de todos! ¿Qué hizo Él más por Moisés o por David, su siervo? Desde que naciste, siempre Él tuvo de ti muy grande cargo. Cuando te vio en edad de que Él fue contento, maravillosamente hizo sonar tu nombre en la tierra. Las Indias, que son parte del mundo tan ricas, te las dio por tuyas; Tú las repartiste adonde te plugo y te dio poder para ello. De los atamientos de la Mar Océana, que estaban cerrados con cadenas tan fuertes, te dio las llaves; y fuiste obedecido en tantas tierras y de los cristianos cobraste tan honrada fama.

¿Qué hizo Él más al tu pueblo de Israel cuando le sacó de Egipto, ni por David, que de pastor hizo Rey en Judea? Tórnate a Él y conoce ya tu yerro: su misericordia es infinita. Tu vejez no impedirá a toda cosa grande. Muchas heredades tiene Él grandísimas. Abraham pasaba de cien años cuando engendró a Isaac, ni Sara era moza. Tú llamas por socorro. Incierto, responde, ¿quién te ha afligido tanto y tantas veces, Dios o el mundo?

Los privilegios y promesas que da Dios, no las quebranta, ni dice, después de haber recibido el servicio, que su intención no era ésta y que se entiende de otra manera, ni da martirios por dar color a la fuerza. Él va al pie de la letra: todo lo que Él promete cumple con acrecentamiento. Esto es su uso. Dicho tengo lo que tu Creador ha hecho por ti y hace con todos. Ahora -me dijo- muestra el galardón de estos afanes y peligros que has pasado sirviendo a otros.

Yo, así amortecido, oí todo; mas no tuve respuesta a palabras tan ciertas, salvo llorar por mis yerros. Acabó Él de hablar, quienquiera que fuese, diciendo:

-No temas, confía: todas estas tribulaciones están escritas en piedra mármol y no sin causa.

Levanteme cuando pude; y al cabo de nueve días hizo bonanza, mas no para sacar navíos del río. Recogí la gente que estaba en tierra y todo el resto que pude, porque no estaban para quedar y para navegar los navíos. Quedara yo a sostener el pueblo con todos, si Vuestras Altezas supieran de ello.

El temor que nunca aportarían allí navíos me determinó a esto, y la cuenta que cuando se haya de proveer de socorro se proveerá de todo. Partí en nombre de la Santísima Trinidad la noche de Pascua, con los navíos podridos, abromados, todos hechos agujeros. Allí en Belén dejé uno y hartas cosas.

En Belpuerto hice otro tanto. No me quedaron salvo dos en el estado de los otros, y sin barcas y bastimentos, por haber de pasar siete mil millas de mar y de agua o morir en la vía con hijo y hermano y tanta gente. Respondan ahora los que suelen tachar y reprender, diciendo allí de en salvo: '¿por qué no hiciste esto allí?' Los quisiera yo en esta jornada. Yo bien creo que otra de otro sabor los aguarda, o nuestra fe es ninguna.

Llegué a 13 de mayo en la provincia de Mango, que parte con aquella de Catayo, y de allí partí para la Española: navegué dos días con buen tiempo, y después fue contrario. El camino que yo llevaba era para desechar tanto número de islas, por no me embarazar en los bajos de ellas. La mar brava me hizo fuerza y hube de volver atrás sin velas. Surgió a una isla adonde de golpe perdí tres anclas, y a la medianoche, que parecía que el mundo se disolvía, se rompieron las amarras al otro navío y vino sobre mí, que fue maravilla cómo no nos acabamos de hacer rajas: el ancla, de forma que me quedó, fue ella, después de Nuestro Señor, quien me sostuvo. Al cabo de seis días, que ya era bonanza, volví a mi camino. Así, ya perdido del todo de aparejos y con los navíos horadados de gusanos más que un panal de abejas y la gente tan acobardada y perdida, pasé algo adelante de donde yo había llegado de antes. Allí me tornó a reposar atrás la fortuna.

Paré en la misma isla en más seguro puerto. Al cabo de ocho días torné a la vía y llegué a Jamaica en fin de junio, siempre con vientos punteros y los navíos en peor estado: con tres bombas, tinas y calderas no podían, con toda la gente, vencer el agua que entraba en el navío, ni para este mal de broma hay otra cura.

Cometí el camino para me acercar a lo más cerca de la Española, que son veintiocho leguas, y no quisiera haber comenzado. El otro navío corrió a buscar puerto casi anegado. Yo porfié la vuelta de la mar con tormenta. El navío se me anegó, que milagrosamente me trajo Nuestro Señor a tierra. ¿Quién creyera lo que yo aquí escribo? Digo que de cien partes no he dicho la una en esta letra. Los que fueron con el Almirante lo atestigüen. Si place a Vuestras Altezas de me hacer merced de socorro un navío que pase de sesenta y cuatro, con doscientos quintales de bizcochos y algún otro bastimento, bastar para me llevar a mí y a esta gente a España.

De la Española en Jamaica ya dije que no hay veintiocho leguas. A la Española no fuera yo, bien que los navíos estuvieran para ello. Ya dije que me fue mandado de parte de Vuestras Altezas que no llegase a ella. Si este mandar ha aprovechado, Dios lo sabe. Esta carta envío por vía y mano de indios: grande maravilla será si allá llega.

De mi viaje digo: que fueron ciento y cincuenta personas conmigo, en que hay hartos suficientes para pilotos y grandes marineros; ninguno puede dar razón cierta por donde fui yo ni vine. La razón es muy presta. Yo partí de sobre el Puerto del Brasil en la Española. No me dejó la tormenta ir al camino que yo quería; fue por fuerza correr adonde el viento quiso.

En ese día caí yo muy enfermo; ninguno había navegado hacia aquella parte; cesó el viento y mar dende a ciertos días, y se mudó la tormenta en calmería y grandes corrientes. Fui a aportar a una isla que se dijo de las Bocas, y de allí a tierra firme. Ninguno puede dar cuenta verdadera de esto, porque no hay razón que baste; porque fue ir con corriente sin ver tierra tanto número de días. Seguí la costa de la tierra firme; ésta se asentó con compás y arte. Ninguno hay que diga debajo cuál parte del cielo o cuándo yo partí de ella para venir a la Española.

Los pilotos creían venir a parar a la isla de San Juan, y fue en tierra de Mango, cuatrocientas leguas más al Poniente de adonde decían. Respondan, si saben, adónde es el sitio de la Veragua. Digo que no pueden dar otra razón ni cuenta, salvo que fueron a unas tierras adonde hay mucho oro, y certificarle; mas para volver a ella el camino tienen ignoto. Sería necesario para ir a ella descubrirla como de primero. Una cuenta hay y razón de astrología y cierta: quien la entienda esto le basta. A visión profética se asemeja esto.

Las naos de las Indias, si no navegan salvo a popa, no es por la mala hechura ni por ser fuertes. Las grandes corrientes que allí vienen, juntamente con el viento, hacen que nadie porfíe con bolina, porque en un día perderían lo que hubiesen ganado en siete; ni saco carabela, aunque sea latina portuguesa. Esta razón hace que no naveguen salvo con colla, y por esperarle se detienen a las veces seis y ocho meses en puerto. Ni es maravilla, pues que en España muchas veces acaece otro tanto.

La gente de que escribe Papa Pío, según el sitio y señas, se ha hallado, mas no los caballos, pretales y frenos de oro; ni es maravilla, porque allí las tierras de la costa de la mar no requieren salvo pescadores, ni yo me detuve, porque andaba aprisa. En Cariay y en esas tierras de su comarca son grandes hechiceros y muy medrosos. Dieran el mundo porque no me detuviera allí una hora. Cuando llegué allí, luego me enviaron dos muchachas muy ataviadas.

La más vieja no sería de once años y la otra de siete; ambas con tanta desenvoltura, que no serían más unas putas. Traían polvos de hechizos escondidos. En llegando, las mandé adornar de nuestras cosas y las envié luego a tierra. Allí vi una sepultura en el monte, grande como una casa y labrada, y el cuerpo descubierto y mirrado en ella. De otras artes me dijeron y más excelentes. Animalias menudas y grandes hay hartas y muy diversas de las nuestras.

Dos puercos hube yo en presente, y un perro de Irlanda no osaba esperarlos. Un ballestero había herido una animalia, que se parece a un gato paúl, salvo que es mucho más grande, y el rostro de hombre: teníale atravesado con una saeta desde los pechos a la cola, y porque era feroz le hubo de cortar un brazo y una pierna. El puerco, en viéndole, se le encrespó y se fue huyendo.

Yo, cuando esto vi, mandé echarle 'begare', que así se llama, adonde estaba; en llegando a él, así estando a la muerte y la saeta siempre en el cuerpo, le echó la cola por el hocico y se la amarró muy fuerte, y con la mano que le quedaba la arrebató por el copete como a enemigo. El auto tan nuevo y hermosa montería me hizo escribir esto. De muchas maneras de animalias se hubo, mas todas mueren de barro. Gallinas muy grandes y la pluma como lana vi hartas.

Leones, ciervos, corzos y otro tanto y así aves. Cuando yo andaba por aquella mar en fatiga, en algunos se puso herejía que estábamos hechizados, que hoy en día están en ello. Otra gente hallé que comían hombres: la disformidad de su gesto lo dice. Allí dicen que hay grandes mineros de cobre: hachas de ello, otras cosas labradas, fundidas, soldadas hube y fraguas con todo su aparejo de platero y los crisoles. Allí van vestidos; y en aquella provincia vi sábanas grandes de algodón, labradas de muy sutiles labores, otras pintadas muy sutilmente a colores con pinceles.

Dicen que en la tierra adentro hacia el Catayo las hay tejidas de oro. De todas estas tierras y de lo que hay en ellas, a falta de lengua no se sabe tan presto. Los pueblos, bien que sean espesos, cada uno tiene diferenciada lengua, y es en tanto que no se entienden los unos con los otros más que nos con los de Arabia. Yo creo que esto sea en esta gente salvaje de la costa de la mar, mas no en la tierra dentro.

Cuando yo descubrí las Indias, dije que eran el mayor señorío rico que hay en el mundo. Yo dije del oro, perlas, piedras preciosas, especierías, con los tratos y ferias, y porque no pareció todo tan presto fui escandalizado. Este castigo me hace ahora que no diga salvo lo que yo oigo de los naturales de la tierra.

De una oso decir, porque hay tantos testigos, y es que yo vi en esta tierra de Veragua mayor señal de oro en dos días primeros que en la Española en cuatro años, y que las tierras de la comarca no pueden ser más hermosas ni más labradas ni la gente más cobarde, y buen puerto y hermoso río defensible al mundo. Todo esto es seguridad de los cristianos y certeza de señorío, con grande esperanza de la honra y acrecentamiento de la religión cristiana; y el camino allí ser tan breve como a la Española, porque ha de ser con viento. Tan señores son Vuestras Altezas de esto como de Jerez o Toledo. Sus navíos que fueren allí van a su casa.

De allí sacarán oro. En otras tierras, para haber de lo que hay en ellas, conviene que se lo lleven, o se volverán vacíos; y en la tierra es necesario que fíen sus personas de un salvaje. Del otro que yo dejo de decir, ya dije por qué me encerré: no digo así ni que yo afirme en el tres doble en todo lo que yo haya jamás dicho ni escrito, y que yo esté a la fuente. Genoveses, venecianos y toda gente que tenga perlas, piedras preciosas y otras cosas de valor, todos las llevan hasta el cabo del mundo para las trocar, convertir en oro. El oro es excelentísimo; del oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo, y llega a que echa las ánimas al Paraíso. Los señores de aquellas tierras de la comarca de Veragua cuando mueren entierran el oro que tienen con el cuerpo; así lo dicen.

A Salomón llevaron de un camino seiscientos sesenta y seis quintales de oro, allende los que llevaron los mercaderes y marineros, y allende lo que se pagó en Arabia. De este oro hizo doscientas lanzas y trescientos escudos, e hizo el tablado que había de estar arriba, pellas de oro y vasos muchos y muy grandes y ricos de piedras preciosas. Josefo, en su crónica De antiquitatibus, lo escribe. En el Paralipomenon y en el Libro de los Reyes se cuenta de esto. Josefo quiere que este oro se hubiese en la Aurea.

Si así fuese, digo que aquellas minas de la Aurea son unas y se contienen con éstas de Veragua, que, como yo dije arriba, se alargan al Poniente veinte jornadas y son en una distancia lejos del polo y de la línea. Salomón compró todo aquello, oro, piedras y plata, y V. A. le pueden mandar a coger si les place. David, en su testamento, dejó tres mil quintales de oro de las Indias a Salomón para ayudar a edificar el templo, y según Josefo era él de estas mismas tierras. Jerusalén y el monte Sión ha de ser reedificado por manos de cristianos.

Quién ha de ser, Dios por boca del Profeta en el decimocuarto salmo lo dice. El abad Joaquín dijo que éste había de salir de España. San Jerónimo a la santa mujer le mostró el camino para ello. El Emperador de Catayo ha días que mandó sabios que le enseñasen la fe de Cristo. ¿Quién será que se ofrezca a esto? Si Nuestro Señor me lleva a España, yo me obligo de llevarle, con el nombre de Dios, en salvo.

Esta gente que vino conmigo han pasado increíbles peligros y trabajos. Suplico a V. A., porque son pobres, que les manden pagar luego y les hagan mercedes a cada uno según la calidad de la persona, que les certifico que, a mi creer, les traen las mejores nuevas que nunca fueron a España.

El oro que tiene el Quibián de Veragua y los otros de la comarca, bien que según información él sea mucho, no me pareció bien ni servicio de Vuestras Altezas de se le tomar por vía de robo. La buena orden evitar escándalo y mala fama y hará que todo ello venga al tesoro, que no quede un grano.

Con un mes de buen tiempo yo acabara todo mi viaje: por falta de los navíos no porfié a esperarle para tornar a ello, y para toda cosa de su servicio espero en Aquél que me hizo y estar bueno. Yo creo que V. A. se acordará que yo quería mandar hacer los navíos de nueva manera; la brevedad del tiempo no dio lugar a ello, y cierto yo había caído en lo que cumplía.

Yo tengo en más esta negociación y minas con esta escala y señorío, que todo lo otro que está hecho en las Indias. No en éste hijo para dar a criar a madrastra. De la Española, de Paria y de las otras tierras no me acuerdo de ellas que yo no llore.

Creía yo que el ejemplo de ellas hubiese de ser por estas otras; al contrario: ellas están boca abajo; bien que no mueran, la enfermedad es incurable o muy larga. Quien las llegó a esto, venga ahora con el remedio si puede o sabe; al descomponer, cada uno es maestro. Las gracias y acrecentamiento siempre fue uso de las dar a quien puso su cuerpo a peligro. No es razón que quien ha sido tan contrario a esta negociación le goce, ni sus hijos.

Los que se fueron de las Indias huyendo los trabajos y diciendo mal de ellas y de mí, volvieron con cargos; así se ordenaba ahora en Veragua: malo ejemplo y sin provecho del negocio y para la justicia del mundo. Este temor, con otros casos hartos que yo veía claro, me hizo suplicar a Vuestras Altezas, antes que yo viniese a descubrir estas islas y tierra firme, que me las dejasen gobernar en su real nombre.

Plúgoles: fue por privilegio y asiento, y con sello y juramento, y me intitularon de Virrey y Almirante y Gobernador General de todo, y señalaron el término sobre las islas de los Azores cien leguas, y aquellas de Cabo Verde por la línea que pasa de polo a polo, y esto y de todo que más se descubriese, y me dieron poder largo. La escritura a más largamente lo dice.

El otro negocio famosísimo está con los brazos abiertos llamando: extranjero he sido hasta ahora. Siete años estuve yo en su Real Corte, que a cuantos se habló de esta empresa todos a una dijeron que era burla. Ahora hasta los sastres suplican por descubrir. Es de creer que van a sastrear y se les otorga, que cobran con mucho perjuicio de mi honra y tanto daño del negocio. Bueno es de dar a Dios lo suyo y a César lo que le pertenece. Ésta es justa sentencia y de justo.

Las tierras que acá obedecen a Vuestras Altezas son más que todas las otras de cristianos y ricas. Después que yo, por voluntad divina, las hube puestas debajo de su real y alto señorío y en filo para haber grandísima renta, de improviso, esperando navíos para venir a su alto conspecto con victoria y grandes nuevas del oro, muy seguro y alegre, fui preso y echado con dos hermanos en un navío, cargado de hierros, desnudo en cuerpo, con muy mal tratamiento, sin ser llamado ni vencido por justicia.

¿Quién creer que un pobre extranjero se hubiese de alzar en tal lugar contra Vuestras Altezas sin causa ni sin brazo de otro Príncipe y estando solo entre sus vasallos y naturales teniendo todos mis hijos en su Real Corte? Yo vine a servir de veintiocho años, y ahora no tengo cabello en mi persona que no sea cano y el cuerpo enfermo y gastado cuanto me quedó de aquéllos, y me fue tomado y vendido y a mis hermanos hasta el sayo, sin ser oído ni visto, con gran deshonor mío.

Es de creer que esto no se hizo por su real mandado. La restitución de mi honra y daños y el castigo en quien lo hizo hará sonar su real nobleza; y otro tanto en quien me robó las perlas y de quien ha hecho daño en este Almirantado.

Grandísima virtud, fama con ejemplo ser si hacen esto, y quedará a la España gloriosa memorización de Vuestras Altezas, de agradecidos y justos Príncipes. La intención tan sana que yo siempre tuve al servicio de Vuestras Altezas y la afrenta tan desigual no da lugar al ánima que calle, bien que yo quisiera. Suplico a Vuestras Altezas me perdonen.

Yo estoy tan perdido como dije. Yo he llorado hasta aquí a otros. Haya misericordia ahora el cielo y llore por mí la tierra. En el temporal no tengo solamente una blanca para la oferta; en el espiritual he parado aquí en las Indias de la forma que está dicho: aislado en esta pena, enfermo, aguardando cada día por la muerte y cercado de un cuento de salvajes y llenos de crueldad y enemigos nuestros, y tan apartado de los Santos Sacramentos de la Santa Iglesia, que se olvidará de esta ánima si se aparta acá del cuerpo. Llore por mí quien tiene caridad, verdad y justicia.

Yo no vine a este viaje a navegar por ganar honra ni hacienda: esto es cierto, porque estaba ya la esperanza de todo en ello muerta. Yo vine a Vuestras Altezas con sana intención y buen celo, y no miento. Suplico humildemente a Vuestras Altezas que, si a Dios place de me sacar de aquí, que hayan por bien mi ida a Roma y otras romerías. Cuya vida y alto estado la Santa Trinidad guarde y acreciente.

Hecha en las Indias, en la isla de Jamaica, a 7 de julio de 1503 años.

Fuente:

http://www.cervantesvirtual.com/historia/colon/doc26.shtml




versió per imprimir

    Afegeix-hi un comentari:

    Nom a mostrar:
    E-mail:
    Introduïu el codi de seguretat
    Accepto les condicions d'ús següents:

    _KMS_WEB_BLOG_COMMENTS_ADVICE