Yuri Valentinovich Knórosov, participaba en la toma de Berlín por los rusos, cuando descubrió que los soldados estaban vaciando la gran Biblioteca Nacional de la capital alemana y que los libros eran empacados en cajas para su traslado. Al acercarse encontró los ejemplares de fray Diego de Landa “La Relación de las Cosas de Yucatán” y una reproducción de los códices mayas hecha por los hermanos guatemaltecos J. Antonio y Carlos A. Villacorta, y así comenzó su lucha por hacer factible lo imposible. Ése fue el preciado botín de guerra que le tocó a Knórosov: iban en su alforja las semillas del pensamiento maya y él estaba destinado a ser el descubridor del engranaje de su expresión escrita.
Germán 19 de Septiembre de 2007 Biografías, Historia
Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo.
Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía.
No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión.
No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia.
Así era el mundo en gestación: todo en calma. Extraídas del Popol Vuh (en Quiché, “Libro del Consejo” o “Libro de la Comunidad“), estas antiguas historias se conocen gracias a una traducción efectuada por Fray Francisco Ximénez, hecha en 1722, y redescubierta en 1854.
Pero la escritura maya había permanecido como un misterio hasta bien avanzando el siglo XX, aunque la llave para su desciframiento provenga de cientos de años antes…
La clave para llegar al corazón de la escritura maya se ubica en el siglo XVI, cuando Diego de Landa, primer obispo de Yucatán, elaboró con la ayuda de sus informantes un alfabeto que incluyó en su libro “Relación de las cosas de Yucatán”.
Para hacer dicho alfabeto (que luego se demostró no ser tal cosa, sino un silabario) el franciscano preguntaba a su informante cuáles eran las correspondencias de los nombres de las letras españolas; éste respondía bajo cierto tipo de coerción psicológica, diciendo lo que quería oír el español. Así, la letra “a” tendría tres significados, mientras que la letra “b” estaría representada por el dibujo de pie; en este segundo caso, la “b” no significa pie, sino más bien camino.
Dicho alfabeto fue la base para los estudios que realizaron los dos más importantes epigrafistas mayas de este siglo: el arqueólogo inglés J. Eric S. Thompson y el lingüista ruso Yuri Valentinovich Knórosov.
Yuri, que podía leer en árabe, chino, japonés y griego, a los 17 años fue sorprendido por la Segunda Guerra Mundial, y enrolado en el 580 Batallón de Artillería Pesada.
Cuando el ejército ruso se apoderó de Berlín, Knórosov tenía entonces 21 años de edad y era soldado del Ejército Rojo.
Participaba de la toma de Berlín cuando descubrió que los soldados estaban vaciando la gran Biblioteca Nacional de la capital alemana y que los libros eran empacados en cajas para su traslado. Al acercarse encontró los ejemplares de fray Diego de Landa “La Relación de las Cosas de Yucatán” y una reproducción de los códices mayas hecha por los hermanos guatemaltecos J. Antonio y Carlos A. Villacorta, y así comenzó su lucha por hacer factible lo imposible.
Ése fue el preciado botín de guerra que le tocó a Knórosov: iban en su alforja las semillas del pensamiento maya y él estaba destinado a ser el descubridor del engranaje de su expresión escrita.
Decía Knorosov,
Lo creado por una mente humana puede ser resuelto por otra mente humana.
Al regresar a la Unión Soviética, Sergei Aleksandrovich Tokarev, profesor de Knórozov, propuso que este joven, familiarizado ya en el estudio de otros antiguos sistemas de escritura, intentara descifrar la escritura maya. Así, escribió su disertación de Philosophy Doctor acerca de la Relación de Landa, la cual llegó a ser la clave en sus futuros acercamientos en la labor del desciframiento.
En 1950 J. Eric S. Thompson en su obra “Escritura jeroglífica maya: una introducción“, haciendo gala de un profundo conocimiento arqueológico, expone sus conclusiones sobre la escritura maya, relacionándolas con sus estudios de etnohistoria, en los cuales negaba el fonetismo en este sistema.
Dos años después, en 1952, Yuri V. Knórozov refuta la teoría de Thompson explicando que los glifos de Landa podían utilizarse como sílabas fonéticas (pero debido a que existía la “Guerra Fría“, su trabajo fue tachado de “comunista” por Thompson y denostado por todos los investigadores occidentales, y recién fue redescubierto y aceptado a partir de 1995), y en 1963 presentó la escritura de los indios mayas, explicando su sistema de lectura en el marco de una discusión pormenorizada de la cultura maya.
Para llegar a esta conclusión Yuri había pasado incontables horas en su cómodo y gran sofá junto a la ventana, comenzando a leer y a tomar notas a las 10 de la mañana y terminando comunmente pasada la medianoche.
Silenciosamente, su sirviente le colocaba un plato con bocadillos cerca del sofá, ya que Knórozov comía mientras leía. La rutina no variaba ni los sábados ni los domingos.
Así, a partir de 1952 se dio cuenta de que el “alfabeto” de Landa era un silabario.
Debido a sus estudios comparativos en lingüística, Knórosov sabía que, invariablemente, todo pueblo que comienza a escribir pasa en pocas décadas de lo logográfico a lo fonético. Y ya que los mayas habían escrito durante siglos, no tenía por que ser diferente con ellos.
Además, Knórosov no poseía prejuicios racistas: a diferencia de todos los mayistas occidentales, aprendió el maya moderno, pues era evindente que lo que reflejaban los glifos era este idioma, y muchas palabras debían ser las mismas.
Knórosov demostró que las palabras mayas usualmente se deletreaban con la combinación de dos sílabas consonantes-vocales, y que la vocal de la última sílaba se eliminaba. De esta manera, la palabra tzul para “perro” se escribía tzu-lu.
Nuestro sistema también se basa en signos fonéticos, pero en comparación con el Maya es mucho más sencillo, ya que consta de solo 27 símbolos o letras. En contraste, los Mayas cuentan con cerca de 800 símbolos, los cuales representan no una letra sino una sílaba, por lo que se le llama Silabario y no Alfabeto como el nuestro.
Además, mientras una letra de nuestro alfabeto puede representar solo un sonido, los escritores mayas podían seleccionar de muchos signos diferentes para representar un sonido. Por ejemplo, hay por lo menos 5 signos diferentes que pueden representar la sílaba BA.
Y muchos de los glifos son polivalentes y tiene uno o más significados.
Originalmente se pensó que la escritura Maya era puramente logográfica o ideográfica (debido al gran número de símbolos) hasta que se descubrió que era logosilábico y que con el tiempo fue cada vez más fonético.
Los Mayas usaban el silabario basándose en glifos, a diferencia de un alfabeto puro, y es de hecho un sistema mixto.
Knórosov explicaba en su libro:
En realidad, la escritura jeroglífica desciende directamente de la pictográfica y representa el sistema más antiguo de registrar la voz humana. Los atributos más característicos del sistema jeroglífico son: el uso de tres categorías de símbolos o glifos (especialmente ideográficos, fonéticos y determinativos), y la aproximación de comunicar la idea de la composición fonética de las palabras.
A pesar de que el propio Knórosov reconoció que algunos de sus desciframientos habían sido ya realizados por Cyrus Thomas en el siglo XIX, y pese a que aún faltan cosas por descifrar, sin sus trabajos hubiera sido imposible entender el significado de los glifos.
Caído el comunismo en Rusia, en 1991 Yuri pudo salir por primera vez de su país y viajó a Guatemala, donde el gobierno de ese país le otorgó la Orden del Quetzal.
En 1994 el gobierno mexicano le entregó la Orden del Águila Azteca, la que recibió en la embajada de México en Moscú.
Un gran mayista, como lo es Michael D. Coe, cuenta que Thompson le confió un poco antes de morir:
Yo ya no veré los resultados de las investigaciones que se están haciendo sobre la escritura de los mayas; pero usted vivirá aún y se dará cuenta de quién tuvo la razón: ese maldito ruso o yo.
Hoy todos sabemos que ganó “ese bendito ruso“.
Knórosov, a miles de kilómetros de distancia había aprendido español y trabajado en silencio con la compañía que pueden brindar un gato, un cigarrillo y una botella de vodka.
Gracias a él hoy los antiguos Mayas tienen de nuevo voz.
Si bien sus aportaciones son insuperables, Knorosov murió el 30 de Marzo de 1999, solo (a causa de un derrame cerebral y una neumonía que contrajo al permanecer varios días en el pasillo helado de un hospital), y fue enterrado en un antiguo basurero de San Petersburgo (ex Leningrado).
Aunque tuvo aún la satisfacción en sus últimos días de saber que el grupo Xcaret y la Universidad de Quintana Roo editarían su grandiosa obra, lo cual fue hecho en 1995.
Fuentes: Actualidades Arqueológicas, Mononeurona, Crónica, Wikipedia, Mayas Auténticos, Yucatán Maya, Sacbé, Revista Xictli, Myco, Correo del Maestro, Literatura Guatemalteca